Con este nuevo dato se hace cada vez más difícil asegurar que en el seno de la Consejería de Turismo se desconocían las irregularidades que luego se convirtieron en causa penal. La viceconsejera, Pilar Parejo, había recibido a empresarios que le habían manifestado verbalmente su malestar por esas anomalías en forma de estafa; la Inspección General de Servicios conocía al menos una denuncia, y hasta en el núcleo duro de ATI dentro del Gobierno se llegó a conocer con antelación suficiente la existencia de una investigación policial sobre la materia. Así las cosas, cabe preguntarse si los canales de información entre la viceconsejera y su consejero funcionaron como cabe esperar de una subordinada respecto a su jefe o si, como viene siendo habitual cuando está presente Pilar Parejo, ella se gobierna sola y sólo rinde cuentas ante Presidencia (el síndrome de Herrera Velázquez, al que cesaron con un recado en su móvil). Recuerden que fue allí, en Presidencia, donde se recluyó Parejo cuando estalló la crisis para dejar que fuera Manuel Fajardo quien diera la cara y, con suerte, hiciera el ridículo.