30 años y un día del escándalo que Caetano’ Malo’ armó en el Heliodoro

Caetano, en el centro de la imagen del Tenerife-Albacete de septiembre de 1991.

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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El 16 de septiembre de 1991, día en el que el Tenerife dio un paso decisivo en su historia y aprobó en Asamblea General Extraordinaria su conversión en Sociedad Anónima Deportiva (SAD)... sólo se habló de Abilio Caetano Bueno. Este sujeto no era socio, ni abonado, ni accionista. Era el colegiado onubense que horas antes había dirigido el Tenerife-Albacete y había provocado un escándalo colosal. Al día siguiente, en el Parque Cultural Viera y Clavijo y con la asistencia de 44 socios-representantes, Javier Pérez, presidente blanquiazul, tomó la palabra e hizo una breve introducción sobre la propuesta de convertirse en SAD, al no haber podido cerrar “los últimos seis ejercicios de forma consecutiva con superávit”, algo que sí hicieron Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna, que entonces eludieron ese trámite “para seguir en manos de los socios”.

“Se nos obliga injustamente a convertirnos en SAD pese a haber demostrado en los cinco últimos años que somos capaces de administrarnos racionalmente y obtener resultados económicos positivos”, dijo el mandatario, quien destacó que, en el último ejercicio de Pepe López como presidente, el Tenerife presentó un déficit de 106 millones de pesetas, “lo que nos obliga a convertirnos en Sociedad Anónima”. Luego, Pérez ofreció datos sobre el número de abonados (16.200) y la recaudación del domingo anterior (16.130.000 pesetas), agradeció el apoyo recibido de la Federación Tinerfeña de Fútbol… y se aprobó por unanimidad la conversión del Tenerife en SAD. Aquel asunto, vital en la hostoria de la entidad, no le llevó más de diez-quince minutos. A cambio, durante casi una hora, Pérez disertó –por no decir que no paró de criticarlo– sobre Abilio Caetano Bueno.

El presidente anunció que viajaría a Madrid a pedir “la repetición del partido” ante el Albacete. “No queremos descalificar a quien ha tenido una tarde desastrosa”, dijo Pérez sobre el colegiado que, en una misma acción, no sancionó una mano flagrante de un jugador del Albacete, pitó contra el Tenerife un penalti que no era y expulsó a tres futbolistas locales. Acabado el choque, el técnico local, Jorge Solari, reclamó la presencia de un notario para hacerle una prueba de alcoholemia al árbitro. Es muy posible que no estuviera borracho, pero es difícil de explicar su actitud en un partido que el Tenerife ganaba con solvencia (2-1) cuando, a la hora de juego, el boliviano Etcheverry, delantero visitante, se llevó un balón con la mano de forma evidente en mediocampo y el juez de línea señaló la infracción. Los jugadores blanquiazules se quedaron parados y el punta del Albacete cayó en el área.

Entonces, ante el estupor general, el colegiado señaló penalti. Los jugadores blanquiazules le pidieron que consultara a su auxiliar. “Aprecié mano de un jugador del Albacete y así se lo dije al árbitro cuando me vino a consultar, pero me presionó para que mintiera”, confesaría luego el linier. Mientras, Caetano expulsaba a Hierro, Toño y Torrecilla, “porque me empujaron, aunque sin tocarme”. Después de que Zalazar empatara (2-2), expulsó a Dertycia. Y en la prolongación dejó sin sancionar un claro penalti a Felipe. Luego, estiró el partido hasta el infinito. O al menos, hasta que Corbalán hizo el 2-3 y señaló el final. Y ardió Troya. Suspendido durante diez jornadas, Caetano Bueno fue descendido meses después a Segunda División. Y al curso siguiente, a Segunda B. Y dejó el arbitraje.

(*) Capítulo del libro “El CD Tenerife en 366 historias” de los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla

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