Una goleada acerca al Tenerife al campamento base
Se le va a quedar al Ibiza su primer ciclo en la élite en dos cursos. Llegó al Heliodoro con una desmesurada esperanza de agarrarse a la salvación y salió goleado sin compasión. El Tenerife recuperó la pegada exhibida en el clásico, después de tres partidos peleado con la letalidad, y volvió a golear en una tarde plácida que despejó cualquier duda sobre el resultado con el 1-0, una obra de arte entre Mellot, Nacho y Romero para explicar las virtudes del juego directo.
Romero abrió una cuenta que luego ampliaron Waldo, Gallego y Sipcic sacando petróleo de la indolencia del equipo de Lucas Alcaraz para manejarse en el área. Concedió y concedió hasta lo impensable, como demostrando que lo de la esperanza debía de ser una pose o el simple discurso de su entrenador apelando a la profesionalidad que esta tarde le asomó nada.
Hizo cuatro muescas el grupo de Ramis y pudieron ser otras tantas más de no ser por la esterilidad de Borja Garcés –es verdad que encuentra remates francos, tantos como los falla, o arrastra contrarios para habilitar a Gallego, como en el 3-0– o el empecinamiento de Waldo para mejorar su tarjeta en vez de asistir después del gol de artista que firmó antes del descanso.
Pero es que el Tenerife no necesitó más efectividad para ir agrandándole la herida al Ibiza, un rival académicamente bien plantado, con querencia por conservar el balón cuando lo tenía y combinando la presión arriba con las líneas juntas cuando no, en lo que olvidaba guardarse las espaldas de las pelotas largas al carril de Nacho, al cabo el jugador que da sentido al ataque blanquiazul cuando conviene en que a la conducción o la combinación no le van a llegar.
Tuvo un ratito el Ibiza en lo que se apareció Iván Romero con un cabezazo en plancha imperial, indefendible para Fuzato. Para eso le arrimó la pelota al costado de Cristian Herrera, pero el grancanario –igual de insípido que el resto– no encontró la vía para superar a Mellot. El Tenerife paró en falta lo que debía durante un cuarto de hora y en eso apareció el primer tanto, algo sencillo de concebir y difícil de ejecutar.
Le cayó el balón a Mellot sobre la divisoria, la puso al flanco de Nacho en un cambio de orientación soberbio y en lo que volaba el pase cuarenta metros, su alter ego imaginaba un centro preciso, según le venía, a la frontal. Lo otro, lo mejor, fue cosa de Romero, cayendo en llegada con un remate brillante, trasunto de uno que Borja Lasso firmó una vez, también en la puerta de Herradura.
Con el marcador en ventaja, el Ibiza se entregó a la contemplación y el Tenerife –liberado de cualquier ansiedad– empezó a gustarse. Llegó la parte del guion reservada a la explosividad caballuna de Waldo, que se adornó con una conducción inverosímil casi sobre la línea de puerta y de repente se encontró encarado con el portero en el palo corto. Fuzato respondió al primer remate del extremeño con una parada de fútbol sala, pero no pudo con el segundo intento. A cinco de la media hora, si quedaba alguna duda sobre el resultado final desapareció.
El Ibiza solo tuvo algo parecido a una reacción con el tiro libre que se reservó Herrera en el 31. Le pegó por la zurda pegado a la calle del ocho, pero respondió sobrio Soriano en la única comprometida que tuvo en toda la tarde, el resto algunos pocos balones llovidos que negoció con la solvencia habitual en la suerte que mejor maneja.
A la vuelta de la caseta, más de lo mismo, pese a que Alcaraz movió tres fichas de golpe que le dieron un fisco más de intensidad, un suspiro, por la zona que pastoreaba Ekain. Enfrente, Aitor Sanz tapaba cómodo y daba salida cómodo, Corredera corría por dos del Ibiza para jugar liberado y Romero seguía a lo que mejor hace cuando no marca: controles que alargan la ofensiva y entradas que ensucian el arranque del rival. Y también Garcés, empeñado sin éxito en cazar la suya –aunque la más clara en el primer acto, justo antes del tanto de Waldo– en lo que caía en fuera de juego o salía rebotado de los choques.
Del rebumbio en el área en el que se empeñó Garcés, se aprovechó Enric Gallego, galones de delantero de mil guerras para apañarse el remate forzado con el que le cayó el tercero a Fuzato. Y luego, cuando Larrea se descubrió conduciendo a la corta o filtrando pases diez metros por delante de su posición natural, el Tenerife hasta se pudo permitir romper una de sus estadísticas malditas.
Con todos los cambios hechos –hoy sí tuvo Selma los minutitos del postre y regresó Kike Salas– y los centrales relevados, Corredera lanzó un saque de esquina al estilo tradicional, un envío directo al área chica que cazó Sipcic para hacer el 4-0 y acabar con la maldición de un córner detrás de otro desaprovechado. Como tantas cosas en el fútbol, cuando menos se espera.
(4) CD TENERIFE: Soriano; Mellot, Sergio González (Kike Salas, m.84), José León (Sipcic, m.84), Nacho; Iván Romero (Teto, m.76), Aitor Sanz (Larrea, m.76), Alex Corredera, Waldo; Borja Garcés (Selma, m.84) y Enric Gallego.
(0) UD IBIZA: Fuzato; Coke (Appin, m.69), Juan Ibiza, Martín, Escobar (Javi Vázquez, m.46); Herrera, Javi Serrano, Morante (Isma Ruiz, m.46), Suleiman (Ekain, m.46); Alarcón y Julis (Kaxe, m.62).
GOLES: 1-0, m.13: Iván Romero. 2-0, m.25: Waldo. 3-0, m.70: Enric Gallego. 4-0, m.84: Sipcic.
ÁRBITRO: Andrés Fuentes Molina (Comité Valenciano). Amonestó a los visitantes Ekain (m.49) y Kaxe (m.63).
INCIDENCIAS: Partido de la trigésimo quinta jornada de LaLiga SmartBank disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López ante 13.799 espectadores, de ellos cerca de 800 componentes de distintas bandas de música de la Isla.
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