Sastre, a una gesta de la gloria
Carlos Sastre está a una gesta de entrar en la gloria del Tour de Francia, una hazaña que pasa por conservar parte de los 94 segundos de renta que tiene con el australiano Cadel Evans durante los 53 kilómetros de combate contra el crono que dejarán el Tour visto para sentencia.
La cronometrada entre Cérilly y Saint-Amand-Montrond es el último escalón que separa al ciclista nacido en Leganés y criado en el pueblo abulense de El Barraco del peldaño más alto del podium de París, que todavía conserva frescas las huellas dejadas por Alberto Contador, el último en pisarlo.
A sus 33 años, Sastre está en la antesala de su mayor éxito deportivo, el que puede inscribirle en los libros de historia, abrirle el umbral de una gloria que ronda desde hace años pero que se le escapa de forma obstinada.
En el Tour de Francia ha sido cuarto en 2007 y tercero en 2006, aunque no subió al podio porque el día que acabó el Tour era cuarto, antes de que la eliminación de Floyd Landis por dopaje le incluyera en la trinidad de honor de esa edición. En la Vuelta a España fue segundo en 2005 y en 2007, cuarto en 2006 y sexto en 2004; siempre entre los mejores, siempre merodeando el Olimpo, pero siempre mirándolo desde abajo.
En eso Sastre y Evans son almas gemelas. El australiano, hijo de granjeros y criado en el ciclismo entre Suiza e Italia, tiene 31 años, una carrera menos nutrida y menos palmarés. Pero como el español, se obstina por quedarse rozando siempre la gloria.
Fue subcampeón del pasado Tour, 23 segundos por detrás de Contador, lo que le ha permitido llevar este año el '1' en su dorsal, ante la ausencia del de Pinto. Meses después de ver pasar el Tour ante sus narices se quedó a las puertas del podio de la Vuelta. Fue cuarto, el mismo puesto que logró en el Tour de 2006, de nuevo en los arrabales de la gloria. En 2005 fue octavo.
Los dos se jugarán un Tour de guante blanco, con ataques contados, poca batalla y mucho control, que se ha caracterizado por las diferencias ajustadas entre los mejores y que acabará por resolverse en 53 kilómetros cronometrados, más accidentados de lo que le gustaría a Evans y más largos de lo que querría Sastre.
Evans, especialista contra el crono
El australiano es un especialista en la lucha contra el crono, su disciplina favorita, la única en la que sale del cascarón de prudencia en el que se refugia en carrera y fuera de ella.
Sastre es un escalador reputado que no pelea bien contra el crono y que se amparó del liderato en una exhibición de subida a la cumbre del Alpe d'Huez, el último repecho de prestigio de un Tour de Francia en el que las montañas fueron partidas de póquer sin dinero. Todos mirando sin apostar.
Ahora hay que poner las cartas boca arriba porque la cronometrada no permite faroles. Cada uno lleva lo que lleva y le queda la energía que le queda tras haber superado 3.363,5 kilómetros y toda la retahíla de puertos y trampas que hacen legendario al Tour.
A priori Evans tiene mejor jugada. Los números cantan a su favor. Aferrados a la matemática, la etapa es demasiado larga para la renta de Sastre. Tiene 1,7 segundos por kilómetro. En la primera crono del Tour perdió más de 2,5 segundos.
El año pasado las diferencias entre ellos fueron todavía superiores en las dos cronos del Tour, ambas de más de medio centenar de kilómetros y siempre con rentas de entorno al minuto y medio a favor del australiano.
A Sastre le queda el coraje, la fuerza y las alas que, dicen, da el maillot amarillo. Le queda desmentir a la aritmética, como hizo Contador en Angulema hace un año, cuando conservó 23 segundos frente a Evans en la última contrarreloj. Y con ellos guardó el último maillot amarillo, el que más vale, el que abre las puertas de la gloria, el que merece una gesta, el que aguarda a Carlos Sastre.