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Los “abrazafarolas” de antaño, hoy convertidos en ejemplo
El autoritarismo abusivo ejercido sobre una colectividad es desagradable e inadmisible por razones obvias. Los principios éticos desarrollados actualmente en la cultura occidental basan la jerarquía de cualquier organigrama en clave de democracia interna y respeto por los derechos humanos en todos los escalones de la pirámide. Un modelo operativo limpio y transparente.
Lo normal, en nuestra civilizada sociedad, es que la presidencia o dirección de una entidad corporativa sea elegida por votación de los individuos que la componen. Y una vez definida su estructura, en equipo con su junta directiva, se planifiquen estrategias en defensa de los intereses colectivos y protección de derechos comunes.
Hasta aquí, la teoría… pero como suele suceder en el ámbito político y, por correlación, en cualquier corporación, comunidad privada o asociación oficialmente constituida, en cuanto un jefe se encarama en la poltrona del ansiado poder, se encasqueta la corona regia, se acomoda en lo que considera un trono con derecho de pernada y asume una prepotencia patógena que solo le permite ver vasallos en quienes un día antes eran sonreídos votantes.
Ahí arranca el nefasto ejercicio del despotismo. Olvidadas las promesas electoralistas y el obsecuente peloteo para conquistar votos y voluntades, con el equipo directivo captado para la causa del abuso de poder en comandita, desaparece el cumplimiento de los estatutos por quienes debieran dar ejemplo, y se sustituye el espíritu de servicio a los afiliados por medidas en provecho individual y ambiciones personales que, mediante engaño y abuso de la capacidad de difusión que da la “autoridad”, se pretende, con medias verdades, engatusar a la masa incauta, propensa a la manipulación, para propiciar su sumisión y resignación colectiva.
Muchos ciudadanos, involucrados en agrupaciones locales y localizadas, somos víctimas conscientes del totalitarismo ejerciente en algún ámbito específico; privado o institucional. La comodidad adulta de no meterse en charcos infantiles para plantar cara a los abusadores, facilita actos de egoísmo poco recomendables, como que otros se la partan por mí para comodidad mía. Es la mezquindad que aprovechan desde arriba quienes nos menosprecian en grupo para medrar en sus ambiciones privadas. Pero siempre existen grupúsculos que valoran la dignidad como objeto moral para afrontar las asechanzas del poderoso. No importa que sean pocos. Lo verdaderamente trascendente es que se sepa que los valores éticos son fáciles de transmitir para contrarrestar la comodidad de la cobardía.
Es por lo que resulta de difícil interpretación la convulsión provocada por una operación de negocio futbolístico que puede afectar los sentimientos e intereses de una gran nación.
Me crea cierto desasosiego que el ínclito y redivivo periodista, D. José María García, se vuelque en defensa del esperpéntico y reciente presidente actual de la Federación Española de Fútbol, por la absurda decisión dictatorial, totalitaria y autocrática, de destituir a Lopetegui como seleccionador nacional, solo porque se le avisó cinco minutos antes de que trascendiera a la prensa una operación laboral de Florentino Pérez –nada ilegal, aunque quizá inoportuna por inconveniente–, indica sin reservas que es más importante su ego zaherido como presidente recién estrenado de un organismo con entidad nacional, que el interés común de todo un país por que triunfe su selección. Actitud propia de un paleto mediocre y acomplejado, que acaban de ponerle una gorra de uniforme y se cree un pavo real en época de celo.
No creo que dure mucho este elemento manejando algo tan importante. Pero me sorprende que su paladín, J.M. García, haya saltado a las redes en su defensa. No me cuadra… ¿Se imaginan, quienes tengan edad suficiente para recordarlo, si el presidente de aquella Federación de entonces, D. Pablo Porta, su enemigo natural –¡Ojo al dato!... Pablo, Pablito, Pablete… “abrazafarolas”– hubiera cometido semejante fechoría?... No es fácil de entender desde la lógica del sentido común. A aquel lo habría masacrado, y a este le pone un ramito de claveles. ¿Será por exceso de años?... Yo también me lo voy notando.
En fin, ¡Viva España! Y que a pesar de Ronaldo y de tantos mangantes que nos rodean (incluido quien se fuma un puro donde no debe), ganemos el mundial.
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