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Desde la alegría, aunque llegue tarde

Sylvia Jaén

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Han pasado ya unos días desde que supimos los nombramientos del primer Gobierno de coalición que hayamos conocido en democracia. Queda aún algo de revuelo y alegría. Justo de eso les quiero hablar yo, de la alegría.

Es una alegría, pequeña, pero inmensa. Es simbólica, pero histórica. Es escasa, si la cuantificamos, pero exponencial si la proyectamos. Es parcial si la miramos sin detenimiento, pero colectiva si sabemos sus antecedentes. Es, en realidad, una alegría que me apetece contarles.

En el año 2008, cuando desde la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales se decidió dedicar el año a la visibilidad lésbica, el listado de mujeres dispuestas a participar y hacer declaraciones en medios de comunicación no llegaba a la veintena.

Me consta, porque lo viví muy de cerca, que cada vez que desde Comunicación se solicitaba tal o cual participación la mayor parte del tiempo que duraba esa llamada se invertía en convencer de la importancia de ser visibles y minimizar las posibles consecuencias. Siempre las había, pero tocaba ser valientes.

Tocaba ponerle caras, cuerpos, edades, pieles, profesiones, maternidades, aficiones, gustos, ritmos, sensateces y locuras a la realidad que representábamos. Había que sumar vida y alegría al estereotipo tan vilipendiado en el que vivíamos las lesbianas.

De todas aquellas mujeres que recuerdo nos sumamos a nuestra particular V, en este caso V de Visibles, ninguna era política. Entiéndanme, ninguna era de ese perfil que conocemos como políticas. Diputadas, senadoras, directoras generales, consejeras, ministras… Todas hacíamos política, pero ninguna éramos políticas.

Sencillamente las lesbianas no existíamos en la política de partido. Bueno sí, pero por favor que no se notara. O eso nos contaban las que sí militaban en partidos.

Algo antes, hace tan solo 25 años, las lesbianas estábamos abrumadoramente en los armarios. Algunas ciertamente supieron vivir desde fuera, mostrando que se podía. Pero créanme si les digo que no conozco a ninguna, ni ningún homosexual que entonces no pasara, aunque fuera brevemente, por el perturbador espacio del armario.

Ese lugar diseñado en el imaginario colectivo para protegernos, cuesta ahora escribir de qué, y en el que tantas y tantas personas perdieron vida, fingiendo otra vida. Quizás otro día me anime a contarles, a quienes no lo hayan vivido, qué asfixiante puede llegar a ser vivir en una mentira que cada hora necesita alimentar de más mentira. El menú de tremendo banquete se podría componer de autoestima, sueños y libertad. Casi nada.

Así que no se engañen, mi alegría no es que haya lesbianas en los gobiernos, es que hayamos quemado los armarios individuales y grupales que permitieron hasta ayer nuestra inexistencia.

Mi alegría, y la de muchas y muchos estos días, es darnos cuenta qué fresco es el aire que nos entra por todas las esquinas, que por fin hemos conquistado nuestro derecho a la intimidad, no de que se sepa cuál es nuestra orientación sexual, sino de los detalles de nuestras relaciones y vivencias. Es poner nuestra orientación en el lugar donde tiene que estar, fuera del secreto, orgullosamente visible y compartida, siempre en la medida que cada cual elija.

Imposible no acordarme de Pedro Zerolo y de Carla Antonelli que surcaron el camino metafórico que ahora transitamos. Supo el PSOE adecuarse a los tiempos, cierto. Nació Podemos libres de ese lastre y es evidente que lo demuestra.

Así que bolleras, tortilleras, marimachos, lesbianas del futuro, esta semana se ha escrito una de esas páginas que no siempre recordará la historia pero gracias a la cual ustedes crecerán siendo lo que quieran. También en política. Se recordarán dos nombres, Beatriz Gimeno y Boti Rodrigo, y en ellos irán los esfuerzos de todas.

Aquí no se han acabado los insultos, la lesbofobia, el armario de quienes lo viven hoy en día, ni las distintas formas de discriminación. Sólo le hemos dado esperanza y resiliencia a raudales a quienes lo están sufriendo o lo vivirán.

Así que a esa alegría hoy nos abrazamos muchas y muchos. Desde fuera, en las plazas, en las calles, parque y bares; al sol y al brillo del arcoíris. Al aire que se respira mirando a un futuro realmente sin armarios.

Toda esa emoción incluso cuando sabemos que para muchas llegó tarde.

Pepa* si la vida fuera justa tú también te merecías haberla disfrutado con quienes contigo estuvieron esa tarde, pero no en el hospital, sino en la calle. No debiera haber sido el domingo el día de tu partida.

Por todo lo que nos diste, por tu activismo grande desde un espacio pequeño, que ahora llaman vacío, te leo, aunque en realidad escribo, estos versos de Lorca “ si muero, dejad el balcón abierto”.

*Pepa Tascón, activista de LesgÁvila y de FELGTB y una de las mujeres de la campaña “Lesbianas con V de Visibles” falleció el 12 de enero de 2019 en Madrid.

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