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Argentina después de las elecciones
Hace ya varios años que la gente salió a las calles a decir “que se vayan todos”, pero casi todos regresaron con vestidos nuevos o viejos pasados por la tintorería. La antigua dicotomía peronismo-radicalismo desapareció en un mar de candidatos a la presidencia. Catorce y con distintas siglas. A Cristina Fernández no la apoya el justicialismo de conjunto sino el Frente para la Victoria. A Elisa Carrió la sostiene la llamada Coalición Cívica. Los radicales no tienen nada que hacer. Hay otros aspirantes más o menos peronistas, más o menos liberales.
La izquierda, que podría obtener un tercer puesto si hubiera presentado una candidatura unida, se quedará en un 7% como mucho y dividida entre seis aspirantes. Añádase a este paisaje la inexistencia de debate político que llegara a la mayoría de la población o las dificultades para encontrar divergencias programáticas, así como la mejoría relativa de los datos macro económicos (comparándolo con el pasado reciente) y podrá comprenderse la actitud de los argentinos. Por una parte, ausencia de interés en estas elecciones. Por otra, virgencita que me quede como estoy.
El presidente Kirchner puede presentar el crecimiento espectacular de la economía, la caída del desempleo, los controles de los precios, la reducción parcial de la pobreza, una relación menos sumisa que otros presidentes respecto a las empresas extranjeras y el no alineamiento sistemático con la política exterior estadounidense. Nadó siempre entre el nacionalismo latinoamericano y Washington. Tampoco tuvo que enfrentar alguna huelga general en su contra, aunque sí movilizaciones sectoriales sobre todo por aumentos de salarios. Sin embargo, mientras los beneficios de las empresas doblaron sus beneficios en dos años, la política económica de Kirchner produjo el aumento de la desigualdad social (no hubo una sola ley aprobada sobre temas sociales), el empleo creado fue precario, los trabajadores instalados en la economía sumergida ascienden al 43% del conjunto. Siguió premiando a las empresas extranjeras a pesar de la retórica nacionalista. Según Jesús María Pérez, de las 500 empresas principales “dos tercios son extranjeras y concentran el 78% del valor de la producción y el 93% de los beneficios de todas ellas”.
¿Cambiará Cristina Fernández el curso actual? Aunque parece poco previsible algún cambio de rumbo, quizá convenga apuntar dos hechos recientes. Primero, sus muchos viajes de los últimos meses pretendieron tranquilizar a los empresarios extranjeros preocupados por lo que llaman “seguridad jurídica”, es decir garantías para márgenes groseros de beneficios. El apoyo de Kirchner a Estados Unidos en su política agresiva con Irán forma parte de una posible reconciliación tras las simpatías mostradas por el presidente argentino hacia Chávez, Correa o Evo Morales. Segundo, la propuesta de Cristina Fernández sobre un “pacto social” entre la patronal, los sindicatos y el Estado, pretende asegurarle a las empresas la congelación de salarios, que seguirán perdiendo poder adquisitivo si se presenta la inflación anunciada. Habrá que esperar y ver.
Rafael Morales
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