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Asientos en posición vertical

José A. Alemán / José A. Alemán

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La crisis mundial de los años 30, la serie de crisis encadenadas e interconectadas que dieron calor a los fascismos y desembocaron en la guerra mundial, pareció dar la razón a don Vladimiro, al que no le apeo el tratamiento. Un año antes de que acabara la contienda, los acuerdos de Bretton Woods diseñaron el sistema financiero bajo el liderazgo de los USA, que pusieron los cuartos. Entre la reconstrucción material de Europa y la guerra fría con algún calentón ha discurrido la vida acomodada de varias generaciones. La producción y la capacidad de consumo familiar, asentadas sobre el mayor acceso a la formación y el telón de fondo del Estado de bienestar dieron forma a una sociedad feliz para propiciar comparaciones con las penurias y estrecheces de los desventurados habitantes, que no ciudadanos, de la Europa oriental y liberar a los afortunados occidentales del funesto e incómodo vicio de pensar.

La caída del muro de Berlín cambió las cosas. Desaparecido el enemigo declarado, el capitalismo pudo sacar sin temor su peor cara. La pura acumulación de dinero especulativo fue santificada. Las necesidades de crecimiento y producción, de empleo y bienestar son “gastos” de los que ahora es posible prescindir para obtener la rentabilidad del dinero no en empresas productivas generadoras de riqueza y empleo sino en la ruleta amañada del casino para beneficio exclusivo de jugadores y croupiers.

Simplifico pero no exagero. Recuerden que en los momentos iniciales del desastre actual, la preocupación era si la crisis afectaría a la “economía real”; es decir, a la producción, el empleo, el consumo familiar. Ya no se habla de “economía real” quizá porque lo contrario de realidad es ficción y no es ficticia la economía financiera que nos aprieta el cuello. La verdadera realidad actual es la incertidumbre del futuro, el paro vitalicio o el empleo precario, la pérdida de derechos sociales, la renuncia, en definitiva, a cuanto pueda restarle medio euro a la ciega avaricia de los “mercados”, eufemismo del capitalismo feroz de genes desarretados.

En el origen, el virus neoliberal a punto de instalarse en la Constitución Española; un nuevo intento de “calmar a los mercados” tan inútil como los tropecientos anteriores. En lugar de tranquilizarse, los especuladores, envalentonados, arrecian contra la periferia europea. Han puesto a Grecia a pique de salir del euro y avanzan hacia el corazón de la UE. Van a por España e Italia y comienza a hablarse de Bélgica; incluso de Francia, quién nos lo iba a decir. Ha llegado a cuestionarse la mismísima economía USA.

Ante esto, es estúpido calificar de anécdotas las explosiones violentas francesas y las inglesas de hace un par de semanas, el desvirgue terrorista de Noruega, o el mismo 15-M y sus secuelas fuera de España. No son cosas de locos ni de jovencitos antisistema. “No nos representan” es la idea más repetida; cuando son ideas, no barbarie callejera, las que afloran. El eslogan expresa el descrédito de los políticos, más que de la Política: se les nota que han perdido autonomía y capacidad para actuar frente a las atrocidades de los agentes financieros internacionales al servicio de la especulación y sus empresas calificadoras. David Cameron, recuerden, reconoció ante el Parlamento inglés su propia impotencia frente al “terrorismo financiero”: el Gobierno británico, dijo sin rodeos, nada puede hacer para frenar los desmanes; salvo someterse, claro.

Hay similitudes, millones de desesperados y algo más, con las décadas anteriores a la última guerra mundial. Aparte de factores nuevos y muy peligrosos. Vamos aviados si Lenin no se equivoca esta vez. Quienes han visto lo que puede salir de tanto meneo social son los ricos alemanes y franceses que pidieron a sus gobiernos pagar más impuestos. La misma medida que sopesan otros países y que el PP de Mariano Rajoy considera demagógica. Como si los ricos españoles contaran todavía con el Ejército y la Guardia Civil (no sé si con la jerarquía eclesiástica). No sé si ve alguna demagogia en las presiones de los republicanos estadounidenses que quieren hacer pagar impuestos a los pobres y eliminar deducciones a las rentas medias. Asimismo, ignoro si está de acuerdo, Rajoy, con la Fox News que acusa de socialista, nada menos, al multimillonario Warren Buffet (su fortuna ronda los 30.000 millones de euros) por la ocurrencia, adónde vamos a llegar, de pedirle a Obama que deje de mimar a los súper ricos y reconocer que paga menos impuestos que su señora de la limpieza. Hasta el gatopardismo lampedusiano se le escapa a quien tiene la mayoría de los boletos para ocupar pronto La Moncloa. Y eso que es gallego.

Yo, de ustedes, pondría el respaldo del asiento en posición vertical. No tenemos tradición de participar en guerras mundiales, pero a la tercera va la vencida.

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