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El auge del vino

José H. Chela / José H. Chela

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Es esta una realidad que a veces hasta pilla a contrapié a los isleños, tan dados al lugar común. En Lanzarote, pongamos, el único cultivo que ha crecido desde los setenta del pasado siglo, fue el viñedo, mayormente en un escenario, por cierto, prodigioso e insólito: La Geria, un espacio singular que reclama una protección y una revalorización urgentes y para el que las administraciones deberían pedir lo antes posible un reconocimiento internacional. Patrimonio de la Humanidad, BIen Cultural Universal, o algo por el estilo. Pero, igual que en Lanzarote el auge de la uva coincidió con el abandono de otros tesoros de la tierra ?la cebolla, la legendaria lenteja? ? , hoy prácticamente en trance de extinción, en otras islas el avance del vino tampoco se corresponde con un resurgimiento de la agricultura en general. Al contrario. La papa, por ejemplo, pese a su importancia en la cocina y en la dieta de los canarios, retrocede de modo alarmante. Y el tomate se mantiene en un equilibrio precario.

El problema, estriba en que el vino está de moda. Hacer vino da prestigio social. Todo el que tiene un terrenito planta unas viñas. Hay, y es una anécdota ilustrativa, un tinto de Tacoronte-Acentejo que se llama El Cartero. Y es que se elabora, efectivamente, en un pequeñísimo minifundio propiedad de un empleado de Correos. No existe una política vitivinícola ni explotaciones con capacidad de competir con las denominaciones de origen foráneas. Salvo excepciones, y en el mercado interior, hay que tampoco se cuenta con materia suficiente para exportar agresivamente y con éxito. El subsector se halla disperso y fragmentado, el cliente se hace un lío con tanta bodega y tanta denominación, la comercialización de las marcas, cuando existe, es deplorable y los consejos reguladores meten todo en el mismo saco: lo excepcional, lo aceptable y lo francamente imbebible.

Que el vino crezca tanto, si los propios empresarios no se autorregulan y se autoimponen seriedad, no es una noticia excelente para la economía de las Islas. Sólo es una buena noticia para el paisaje y la ecología, porque la vid frena la desertificación. Algo es algo. Qué quieren que les diga.

José H. Chela

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