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Las bibliotecas escolares, bajo mínimos

Luis Pérez Aguado / Luis Pérez Aguado

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En temas de lectura pasa algo parecido. De carecer de los elementos básicos para leer, como es una buena oferta de libros ya sea en la escuela o en la biblioteca de barrio, a veces se realizan grandes actividades que partiendo del libro - o incluso a pesar del libro ? den la impresión de que el problema de la lectura está resuelto.

La escuela de hoy y de mañana no puede olvidar que entre sus objetivos está el de fomentar y crear hábitos de lectura. Sin lugar a dudas, el instrumento más adecuado para hacer realidad este objetivo en mayor o menor grado es la biblioteca escolar Aparece siempre como una necesidad indiscutible. Tenga muchos o pocos libros, cuente con un espacio grande o pequeño, lo cierto es que muchos centros educativos carecen de medios económicos y espaciales para hacer frente a semejante proyecto, de aquí que vaya siendo hora de que los administradores escolares tomen conciencia de la importancia que la escuela juega con la formación de los lectores de la sociedad adulta del mañana.

La Consejería de Educación debería implicarse a fondo y velar por la existencia en cada centro educativo de una biblioteca, dotarlas de fondos propios y contemplar en su organización la figura del profesor/a bibliotecario/a. Por el contrario deja esta iniciativa a los centros educativos. Pero los centros suelen tener otras necesidades prioritarias y sus limitados recursos los utilizan en base a esas necesidades. En muchas ocasiones no hay espacio para dedicar a una sala de lectura y biblioteca. En otras ocasiones la biblioteca es la que se utiliza como aula de clases porque se carece de ella. La imaginación es grande y en otras ocasiones rincones y pasillos que no conducen a ningún lugar sirven para colocar estanterías o mesas para lectura.

La administración educativa en nuestra comunidad se limita a apoyar las bibliotecas en los institutos si los profesores presentan proyectos. Postura muy cómoda por su parte, porque así no invierte dinero en un bien esencial. Aún así, el proyecto puede ser aprobado o rechazado. Si es apoyado con aporte económico, probablemente, el curso siguiente no existirá esa ayuda, ya que el dinero es necesario aportarlo a otro proyecto. ¿Estrechez de miras, quizás indiferencia?

Por regla general, la organización de la biblioteca surge de la iniciativa y buena voluntad de un maestro/a o profesor/a - que puede o no seguir el siguiente curso en el mismo centro, con lo que la biblioteca puede que no tenga continuidad - al que no suelen darle horas para este cometido, (a no ser que esté aprobado como proyecto por la Conserjería) - aparte de las que dedica al centro, para organizar, catalogar, preparar exposiciones y actividades, pero sí, en cambio, existen jefes de departamentos, jefaturas de estudios, secretarios, directores, etc., a los que sí se les contemplan horas para el desarrollo de sus funciones, e incluso cobran por desempeñar esas responsabilidades. Con ello queremos llegar a la conclusión de que la meritoria labor del profesor/a o maestro/a bibliotecario/a está poco o nada valorada y su esfuerzo escasamente reconocido. Con este panorama no debe extrañarnos que sólo un reducido número de escuelas tengan bibliotecas que funcionen de forma continuada.

Tampoco los programas oficiales se prodigan en el fomento de la lectura. Psicólogos y pedagogos coinciden en afirmar que desde los primeros años del aprendizaje se debe fomentar en los niños el uso del lenguaje oral y escrito para comunicarse, pero debido, quizás a un exceso de contenidos, se descuida este aspecto fundamental. Ya de por sí no resulta fácil inculcar a los niños el placer por la lectura. Dentro del aula, los propios programas curriculares no lo ponen fácil.

Los programas oficiales separan el lenguaje en función de comunicación. No enseñan los mecanismos de la práctica de la literatura. Se reduce la lengua a aquellos aspectos formales que la convierten en una materia dividida en compartimentos estancos (ortografía, gramática, semántica, literatura).

Es evidente que el niño tiene que saber utilizar formalmente su lenguaje, pero al servicio de una mejor comunicación (expresión y comprensión). En el caso de la literatura, el trabajo formal sobre los textos literarios tendría que alimentar la capacidad expresiva y creativa del alumno.

Sabemos que todo lo que se haga para promover el uso y disfrute de la biblioteca, ya sea en el seno de la institución escolar o fuera, servirá para ensanchar horizontes que permitan conectar mejor con la vida. Nada más, ni nada menos.

Luis Pérez Aguado

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