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Ni charangas ni panderetas

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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El libro es toda una reflexión personal sobre la realidad de un país, el nuestro, sumido en la oscuridad que rodeaba a buena parte de la sociedad española de época.

Machado, como muchos otros autores del momento, reclama, tras la pérdida de las colonias de ultramar, una regeneración social, política e intelectual, la cual saque a España de los modos y maneras decimonónicos.

En Campos de Castilla, el paisaje desolado, árido e infinito de la meseta, se convierte en toda una metáfora de la podredumbre y el anquilosamiento de la sociedad bienpensante española, amiga de perpetuar su status quo, a costa de las miserias del resto de la población nacional.

Es la España rancia, que huele a incienso, cartón piedra y doble moral, aquella a la que Machado y los miembros de la generación del 98 señalan como la causante de los verdaderos problemas de nuestro país, no la debacle colonial. Sus versos se convierten en el cincel que ayudó a formar las mentes de quienes pensaron que España podría llegar a ser un país europeo y moderno, antes de que el ruido de los sables y clamor de los cañones acabara con ese mismo futuro que muchos reclamaban.

Uno de los poemas que forma parte del libro se titula El mañana efímero, el cual es una continuación de otro poema anterior llamado El ayer efímero, y su primera estrofa dice lo siguiente:

La España de charanga y pandereta,

cerrado y sacristía,

devota de Frascuelo y de María,

de espíritu burlón y alma inquieta,

ha de tener su mármol y su día,

su infalible mañana y su poeta.

Con sus versos, claros y sencillos, el poeta señala uno de los males que lleva persiguiendo a nuestra sociedad y que cada día nos pasa mayor factura; es decir, negarnos a ver la realidad que nos rodea y escondernos tras la “fiesta” continua, con tal de no asumir nuestras responsabilidades.

El mundo ha cambiado, cambió hace muchas décadas, pero la dictadura detuvo el reloj del cambio y la modernidad durante cuarenta años. Ahora, sumidos en una crisis que tiene mucho que ver con presumir de aquello que no se tiene y de vivir MUY por encima de las posibilidades de uno, las palabras del poeta vuelven a estar de actualidad.

Y ha sido el próximo presidente del gobierno español quien lo ha dicho, que se acabaron las charangas y las panderetas si de verdad se quiere salir de la crisis o, por lo menos ésa es su intención.

Luego quedar ver cómo logra convencer a quienes de verdad manejan los hilos de la sociedad que sus soluciones son las válidas. Cierto es que el dinero, los inversores, los grandes empresarios y la gente de bien es conservadora, algo que, a buen seguro, le ayudará a solucionar muchos de los problemas que se tropiece por el camino.

No obstante, sería bueno que quien ha dicho que se acabaron las fiestas, pusiera coto a quienes siguen considerando la caja de los dineros públicos como su cuenta corriente auxiliar. Ejemplos hay muchos y hora es que zanje tanto escándalo económico-político, sin tener que esperar a que dichos delitos prescriban.

Tarea hay mucha y sólo queda esperar que la situación no se torne peor de lo que ya está. El tiempo acabará siendo el juez que dictará la sentencia que demuestre si fuimos capaces de aprender de nuestros errores o seguir perpetuándolos.

Sin embargo, es difícil no tener un sentimiento de pesadumbre al comprobar que, un siglo después de ser escritas, las palabras de Antonio Machado continúan siendo igual de válidas y contemporáneas que como fueron escritas.

Veremos a ver si DE VERDAD es nuestro país entierran las panderetas y se enteran de que estamos en el siglo XXI y no en medio de un sainete costumbrista del siglo XVIII o XIX, tan del gusto de quienes mejor se estuvieran callados.

Eduardo Serradilla Sanchis

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