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Cinismo gringo sin fronteras

Rafael Morales / Rafael Morales

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De las entrañas de la Edad Media surgió el Renacimiento. Además de sus múltiples avances científicos, técnicos, artísticos y literarios, debe anotarse (durante el largo parto de los Estados nacionales) los de la teoría política, que combinó las necesidades del futuro triunfo de la burguesía con el espanto del presente feudal. Maquiavelo propuso la gran herejía de su tiempo, la total división de poderes entre la Iglesia y el Estado. En su obra Discursos afirmó que el objetivo de un buen gobernante debe ser la comunidad, en cuyo nombre el soberano puede saltarse cualquier cuestión moral, ética o religiosa. Así nace “la razón de Estado”, que tanto recuerda ahora los secretos de Estado manejado por la justicia gringa para asegurarle impunidad a los criminales de la CIA.

La razón de Estado perdió credibilidad en la medida en que servía como tapadera a tropelías insoportables, con la cobertura ideológica de la defensa de los intereses generales, aunque el Estado estaba en manos de una u otra clase social. Llegó a cuestionarse la legitimidad del Estado mismo. Socialmente, quedó identificada con abusos de todo tipo en nombre del orden establecido, sin la menor consideración a los derechos de las personas, de otras clases sociales, de otros países. De ahí que a nadie se le ocurra hoy invocar la razón de Estado, aunque la practique también cuando encubre la tortura. El comportamiento de la justicia estadounidense en el caso de torturado por la CIA o al permitir el infierno de Guantánamo, responde al criterio de un Maquiavelo redivivo centenares de años después. Como si la humanidad hubiera quedado encorsetada en los índices de respeto a la dignidad humana correspondientes a la Edad Media.

El Tribunal Supremo de Estados Unidos acaba de ofrecer un antecedente jurídico con su decisión sobre la demanda de Jaled el Masri, un certificado de impunidad a las barbaridades perpetradas por su Gobierno y agencias (públicas o contratadas) dentro y fuera del país. Cualquier operación puede ser declarada encubierta de ahora en adelante y perteneciente a los secretos del Estado. No habrá manera de conducir ante los tribunales a los asesinos de cientos de miles de personas inocentes en Irak, Afganistán o cualquier otro lugar.

Ayer mismo los mercenarios de la empresa privada Unity Resources Group, contratada por el Pentágono, dispararon en Bagdad contra un vehículo conducido por una mujer, a quien acompañaba otra y varios niños. Las dos señoras murieron acribilladas. La conductora se llamaba Maron Awanis, era viuda y madre de varios niños, a quienes trataba de sacar adelante conduciendo un taxi por las peligrosas calles de la capital iraquí. Los hijos de Marion no podrán pedir justicia si los mercenarios extranjeros declaran haber cometido un error en una operación encubierta contra los terroristas. Secreto de Estado o razón de Estado? y en tierras ajenas. Estos bárbaros del Norte insisten en el papel liberador de su política exterior. Infame comportamiento de una potencia que aún presume de paradigma democrático. Y todavía hay quien lo cree.

Rafael Morales

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