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Davos: 'La Montaña mágica' de Thomas Mann

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El presidente argentino Javier Milei emprendió el 10 de diciembre pasado su primer viaje al exterior desde su toma del trono no monetario para llegar a la Suiza de los bancos y de altas montañas. Viajó a Davos a la Conferencia de Davos en la reunión anual del Foro Económico Mundial, (WEF, por sus siglas en inglés), una organización supuestamente independiente y sin ánimo de lucro dedicada a la cooperación público-privada. La sede central está en Ginebra, la institución trata de involucrar a los líderes políticos, empresariales, culturales, etc., del mundo capitalista y dependientes.

El alemán es la lengua principal para más del 60% de la población de Suiza. En realidad se trata de una mezcla de dialectos alemánicos que se subsumen bajo el término general de suizo-alemán. El francés es el idioma principal en la Romandía, la Suiza francófona. Y el tercer idioma es el italiano.

El mundo que vivimos no es el del siglo XIX, ni el del siglo XX y la guerra de Ucrania es la primera guerra europea del siglo XXI y no podemos pensar en viejas categorías para entender ni sus orígenes ni sus posibles consecuencias. Las alianzas mundiales han cambiado: la Unión Europea, Estados Unidos e Inglaterra buscan mantener su prestigio y sus poderes ya capitidisminuidos. China tiene actualmente un papel determinante y las élites dominantes en países como India, Indonesia, Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudí o Emiratos Árabes conspiran y aspiran a dominios regionales, consideran que una posición no alineada con los rusos o los americanos o los chinos servirá mejor a sus intereses nacionales. Al mismo tiempo, las sanciones económicas de unos pocos imperio-occidentalistas se ven obligados a consentir y convivir con mercados interdependientes de materias primas, energía o tecnológicos.

Thomeas Mann, premio Nobel y la montaña mágica de Davos

Thomas Mann nació el 6 de junio de 1875 en Lübeck, Alemania. Hijo de una rica familia de comerciantes, recibió una educación elevada. Pero con la muerte de su padre, no pudo terminar su educación superior. Tuvo que dejar la universidad en 1891, se trasladó con su familia a Múnich, entonces centro de arte y literatura de Alemania, donde vivió hasta mediados de la década iniciada en 1930, cuando Adolf Hitler ascendía al poder.           

En 1905 se casó con Katja Pringsheim, su inseparable compañera de vida. Psicológicamente, después de un tiempo, sentiría un vacío que reflejó su dolor y sensación de limitación y aprisionamiento en historias y personajes que reflejaban la decadencia. Su famosa novela Muerte en Venecia, de 1913, cuenta la historia de un artista que huye de su estilo de vida “degenerado” y se va a Italia en busca del amor, que resulta homosexual. Muchos años después, en 1971, fue adaptada con gran éxito como película por el director italiano Luchino Visconti. Fue candidata al Oscar al mejor vestuario. Era una reflexión estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y de la vida, encarnadas en el joven personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

Pero mucho antes del reconocimiento mundial de su obra literaria y de la citada película, el estallido de la Primera Guerra Mundial despertó en Mann un encendido patriotismo y la conciencia de compromiso social como artista. Su hermano Heinrich Mann, por el contrario, fue uno de los pocos autores alemanes que cuestionó los objetivos de guerra de la imperial Alemania, y su crítica al autoritarismo alemán provocó que los hermanos se enfrentaran. En 1918, Thomas Mann publicó un tratado político, Reflejos de un hombre no político, en el que se expresa su apoyo al autoritarismo. Esta obra pertenece a la tradición del conservadurismo revolucionario que sigue a los pensadores nacionalistas y antidemocráticos alemanes del siglo XIX, Paul Anton de Lagarde y Houston Stewart Chamberlain, un apóstol de la superioridad de la “raza germánica”. Más tarde, Mann, escarmentado por las acciones y opiniones de los conservadores y del nazismo repudiaría firmemente de aquellas ideas.

Su nuevo pensamiento político daría lugar a nuevas reflexiones que aparecerían en su novela La montaña mágica (1924), una de las obras más influyentes de la literatura alemana del siglo XX. Dos de los personajes centrales de la novela encarnan la crisis de la Europa posterior a la Guerra Mundial Primera y preludio de la Segunda: por un lado, el liberal Settembrini, quien defiende con ardor el progreso, el desarrollo de la ciencia, el progreso material, y en general los ideales de la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad; y por otro, el jesuita Naphta, su fanático oponente, quien se burla de tales ideales, sosteniendo que el gran drama de Occidente está en haberse extraviado del camino que trazó la Iglesia Católica a través de los siglos, dado que dicho camino brindaba certidumbre espiritual a la humanidad. Puede decirse que: “El duelo entre Settembrini y Naphta es un síntoma de la excitación nerviosa y política que precedió a la I Guerra Mundial, así como una de las premoniciones de una catástrofe cercana”.

Mann utiliza a Settembrini y a Naphta como personificaciones del estado anímico imperante, consciente o inconscientemente, en Europa, los jóvenes personajes Hans Canstorp y Joachim Ziemssen dramatizan el impacto del choque antagónico de las concepciones de los viejos Settembrini y Naphta: lejos de ser simples observadores o testigos mudos de dicha frontación, se ven empujados a tomar partido, o en todo caso a indagar cuál de los dos tiene razón, cuestión en relación estrecha con su forma de apreciar el mundo y la vida. En este aspecto resalta el carácter de “Bildungsroman” (novela educativa) de La Montaña Mágica.

En 1929 Thomas Mann ganó el Premio Nobel de Literatura.

Davos: socialdemocracia frente al fascismo

Cinco años después de la publicación de La Montaña Mágica, entre el 17 de marzo y el 19 de abril de 1929, tuvo lugar en Davos (el mismo lugar en que se desarrolló la acción de la novela) un debate (algunos lo llaman “el debate del siglo”) entre Ernst Cassirer y Martin Heidegger, ambos pilares intelectuales importantes de la filosofía alemana de la época. El primero, Cassirer, era un judío socialdemócrata, que a semejanza de Settembrini, defendía los valores e ideales del liberalismo, tomando como modelo la Constitución de Weimar. Heidegger, por su parte, se convertiría en un defensor inequívoco de la tendencia que conduciría al nazismo. Aceptariá ser el rector nazi de la universidad de Friburgo, cargo que ejerció de 1933 a 1934.

Ambos filósofos representan dos tendencias llamadas a prefigurar el destino de Europa en aquellos momentos. Mientras Cassirer aboga por una suerte de nueva Ilustración que promueva el pensar por uno mismo, la lectura heideggeriana del kantismo se prestaría, por desgracia para todos, a verse manipulada por caudillismos políticos totalitarios, tal como denunció el mismo Cassirer en El mito del Estado.

(1945), donde señaló que el romanticismo pesimista de Heidegger expuesto en Davos había sido un prolegómenos claro de la derrota de la razón.

Primero quemaron libros, después quemaron personas

Thomas Mann, bajo el dominio nazi fue acusado de ser un autor antialemán y sus obras literarias fueron tiradas a las hogueras en que los ultraderechistas alemanes quemaron libros y revistas de valor universal, obras enviadas a las llamas por el partido nacional socialista que más tarde acabaría por torturar y quemar en hornos crematorios a decenas de miles de mujeres, hombres y niños.

Otra vez Davos, pueblerino mundial capitalista

El pasado año 2023, Klaus Schwab cerró una jornada gloriosa. El Sr. Schwab, a sus 85 años, logró reunir en el Foro Económico Mundial de Davos, a varios miles de líderes globales y empresariales del planeta Tierra en esta aldea suiza perdida en los montes. Muchos de ellos no tienen ni idea de la novela de Thomas Mann y menos aún del debate filosófico Cassirer-Heidegger, pero todos tiene una cartera repleta de billetes y muchos son influyentes políticos o empresarios.

En los orígenes del Foro Mundial Económico está Klaus Schwab, un profesor alemán, con estudios en ciencias económicas, ingeniería y especialización en Harvard. Fue capaz de construir lo que hoy se considera cita mundial de la élite de los poderosos y que mueve cada año casi 400 millones de euros. En 1971, bajo el título de European Symposium Management, captó a 400 empresarios (y contó con la intervención estrella del economista John Galbraith). Ahora, muchos son los que se pelean para conseguir una invitación o están dispuestos a pagar miles de euros para poder decir que estuvieron allí.             

Klaus Schwab. en la inauguración del 2023, habló de las crecientes divisiones, el aumento de la hostilidad y el recrudecimiento de los conflictos están creando un panorama mundial lleno de desafíos. La perpetua necesidad de gestionar las crisis está agotando la crucial energía humana que, de otro modo, podría canalizarse hacia la configuración de un futuro más optimista. Según Schwab a pesar de haber afrontado graves crisis en el pasado, la actual ola de pesimismo no tiene precedentes. Y a diferencia del pasado, el poder y la presencia de los medios de comunicación globales y la tecnología de la comunicación hoy en día significa que cada desafío y contratiempo se amplifica, magnificando aún más la sensación de pesimismo. Tras una era que, siempre según Klaus Schwab, sacó a mil millones de personas de la pobreza y mejoró el nivel de vida en todas partes, la ansiedad por perder el control sobre lo que está por venir empuja a la gente a abrazar ideologías extremas y los líderes que las defienden.     

Reconstruir la confianza en nuestro futuro es primordial. La cuestión es por dónde empezar, dadas las complejas circunstancias actuales.

Al igual que un diagnóstico médico, primero debemos identificar y abordar las causas profundas de nuestro malestar. Nos encontramos en un momento decisivo de la historia y, sin embargo, seguimos aferrándonos a soluciones obsoletas. Lo que complica las cosas es el hecho de que nos enfrentamos a muchos problemas simultáneamente, todos ellos profundamente interconectados y que se refuerzan mutuamente. No hay soluciones rápidas ni remedios únicos. Se trata de abordar todos los síntomas de forma holística.

En primer lugar, ya no tenemos una narrativa sobre cómo revitalizar nuestras economías, que hoy se ven lastradas por niveles insostenibles de deuda e inflación, que erosionan el poder adquisitivo de los individuos. Las políticas monetarias y fiscales tradicionales se han agotado, y las políticas de oferta están agravando aún más la carga de la deuda. Lo que se necesita ahora es un nuevo enfoque: uno que aproveche el potencial de la transición a una economía verde, digital e inclusiva como una gran oportunidad para la creación de empleo, el aumento del poder adquisitivo y, en última instancia, el crecimiento económico sostenido.

En segundo lugar, el cambio climático es una clara amenaza para las generaciones actuales y, sobre todo, para las futuras. Debemos responder a este desafío aumentando la asequibilidad, seguridad y sostenibilidad de la energía, reduciendo al mismo tiempo las dependencias geoeconómicas y geopolíticas. Gracias a los avances tecnológicos, se puede disponer fácilmente de energías renovables más baratas que pueden contribuir sustancialmente a un mundo más equitativo, con repercusiones de gran alcance en el medio ambiente, la calidad de vida y la longevidad.

En tercer lugar, vivimos en una era de desarrollo tecnológico exponencial, especialmente con la llegada de la inteligencia artificial. Estas tecnologías pueden ser fuerzas enormemente disruptivas si no están bien gobernadas, pero también pueden servir de catalizadores para un renacimiento de la humanidad, liberando nuevas dimensiones de la creatividad humana y fomentando una colaboración y un entendimiento sin precedentes.    

¿Control totalitario capitalista? ¿Nos robotizarán?

El llamado Nuevo Orden Económico Mundial está conformado por los siete países más industrializados del mundo, que son: Estados Unidos, Japón, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y Canadá, conocidos por su sigla G–7, que se mantuvo como una institución cerrada y excluyente, sin embargo, en los últimos años ha mostrado : “Lo que conducirá a la cuarta revolución industrial, que es una fusión de nuestra identidad física, digital y biológica”, ha escrito Schwab

El globalista Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial de Davos, dejó claro recientemente que el transhumanismo es una parte integral de The Great Reset o Gran Reinicio cuando dijo que la cuarta revolución industrial “conduciría a una fusión de nuestra identidad física, digital y biológica”, y que en su libro, Shaping the Future of The Fourth Industrial Revolution, confirma su viabilidad mediante microchips implantables en el cerebro para que puedan leer tus pensamientos. O sea, robotizandonos.

El Gran Reinicio o Reseteo (Great Reset) se refiere a una agenda global para monitorear y controlar el mundo a través de la vigilancia digital, a través de una identificación electrónica vinculada a cuentas bancarias y registros de salud, y una identificación de crédito social que terminará dictando cada faceta de nuestra vida.

No hay una sola área de la vida que quede fuera de este plan de Great Reset. La reforma planeada afectará todo, desde el gobierno, la energía y las finanzas hasta la comida, la medicina, los bienes raíces, la policía e incluso la forma en que interactuamos con nuestros semejantes en general. Esta cuarta revolución industrial, 4IR (Fourth Industrial Revolution), propone un gobierno global único.

La agenda se basa principalmente en desmantelar el sistema capitalista actual a favor de un gobierno tecnócrata más centralizado que conducirá a niveles de vida más bajos, menos consumo de combustible, menos libertades civiles y la automatización acelerada de los trabajos.

Sin embargo, otro aspecto clave de The Great Reset, o la Cuarta Revolución Industrial, como la llama Schwab, es la fusión del hombre con la máquina. “Lo que conducirá a la cuarta revolución industrial, que es una fusión de nuestra identidad física, digital y biológica”, dijo Schwab.

En el libro, Schwab explica cómo la próxima tecnología permitirá a las autoridades “entrar en el hasta ahora espacio privado de nuestras mentes, leer nuestros pensamientos e influir en nuestro comportamiento”. Continúa prediciendo que esto proporcionará un incentivo para que las fuerzas del orden implementen programas previos al delito.

“A medida que mejoren las capacidades en esta área, aumentará la tentación de que las agencias de aplicación de la ley y los tribunales utilicen técnicas para determinar la probabilidad de actividad delictiva, evaluar la culpabilidad o incluso recuperar recuerdos directamente del cerebro de las personas”, escribe Schwab. “Incluso cruzar una frontera nacional podría algún día implicar un escaneo cerebral detallado para evaluar el riesgo de seguridad de un individuo”.

Schwab también respalda abiertamente algo que los medios aún afirman que es únicamente un dominio de discusión para los teóricos de la conspiración, a saber, “microchips implantables activos que rompen la barrera cutánea de nuestros cuerpos”.

¿El “hombre perfecto” es un Androide en el capitalismo?

Maren Eggert ganó el Oso de Plata a la Mejor Interpretación por el papel de Alma, en la pasada (71va.) edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, como parte de su selección oficial.

El hombre perfecto es una película romántica de ciencia ficción escrita y dirigida por la alemana Maria Schrader (Stefan Zweig: adiós a Europa, Love Life, Poco Ortodoxa, con las actuaciones estelares de Maren Eggert (Tatort, The Experiment); Dan Stevens (Downton Abbey, Beauty and the Beast); y Sandra Hüller (Munich: The Edge of War, Requiem), entre otros.

Con una duración de 105 minutos, esta película alemana nos lleva de la mano a través de una divertida aventura, donde se cuestiona si el amor perfecto solo puede ser con un androide. Uno puede reírse en la película, pero nada hay de risa si nos robotizan, convirtiendonos en Androides esclavizados al servicio de los millonarios capitalistas.

El Foro Económico Mundial bate el récord de asistencia

Sobre Klaus Schwab dice un conocido periodista suizo: En el plano personal “viene de una cultura en la que se calla y se trabaja”. Austero, metódico, no toca una gota de alcohol (los participantes en el foro en cambio tocan copas bien llenas) y se levanta cada día a las seis de la mañana. Una vez se consideró que sus trabajos sobre la competitividad serían dignos de un premio Nobel. En todo caso, es uno de los pocos individuos que puede llamar directamente a los presidentes de los estados para discutir los temas que se tratarán en un congreso en el diminuto pueblo de los Alpes. Tengo que decir que un mundo en que sólo se trabaja y se calla no es mi mundo y lo combatiré. La libertad empieza con la palabra que expresa nuestra opinión. Y quien calla, otorga. Otorga el derecho de los poderosos y dictadores. Y ese callar, ese silencio obligado hay que combatirlo.

El Foro se financia con las contribuciones de unas mil empresas miembro. La empresa miembro típica es una empresa global con más de cinco mil millones de dólares de facturación.

En teoría la nueva Agenda del Forum es la expresión de los deseos, aspiraciones y prioridades de la comunidad internacional para los próximos 15 años. La Agenda 2030 es una agenda transformadora, que pone a la igualdad y dignidad de las personas en el centro y llama a cambiar nuestro estilo de desarrollo, respetando el medio ambiente.

Pero si esa es la Agenda aprobada resulta incomprensible la invitación dada a un energúmeno como el nuevo presidente argentino. 

El presidente de Argentina, Javier Milei, apenas aterrizó ya lanzó una profética y clara advertencia: “Occidente está en peligro”. A lo largo de su discurso ha vuelto a cargar contra los principios teóricos del socialismo. Lo considera un fracaso en lo económico, en lo social, en lo cultural y dice, que además es el responsable de asesinar a más de 100 millones de seres humanos. Por el contrario, alaba y agradece al capitalismo de libre empresa la contribución que, a su juicio, ha hecho al mundo por encontrarse en un buen momento. Afirma que “el mundo es más libre, más rico, más pacífico y más próspero que en cualquier momento de nuestra historia”.

No se le cayeron las gafas ni la cara de vergüenza durante las continuas necedades vomitadas en el Forum.

El Presidente del Foro Económico Mundial Klaus Schwab había presentado a Milei en el panel de Davos diciendo que es una persona extraordinaria, quizá mucho menos radical de lo que se piensa y que busca volver a poner a Argentina en el camino del Estado de Derecho. No sabemos de dónde demonios sacó tales embustes. Pero lo que calificamos de su jornada de gloria se convirtió en puro fango y heces sobre los hombros de Klaus Schwab. El presidente argentino leyó de manera muy rápida todo su discurso sin quitar los ojos de sus notas. A medida que avanzaba en su lectura el público se puso tenso y, al final, los aplausos no fueron muy efusivos.

Milei en su discurso repitió sus tópicos habituales antiracionales; no hubo ninguna novedad e incluso repitió una charla suya anterior. Se repite como los loros. El presidente argentino repicotea una visión de la Escuela austriaca de economía de Mises y Hayek, de que cualquier regulación estatal solo tiene diferencias de grado con el socialismo del bloque comunista. Al mismo tiempo, se proclama un defensor de un “Occidente en crisis” – indicando que sus aliados son y serán Estados Unidos e Israel–, y  crítica a la “casta política”, eje de su discurso de campaña, a la esfera global, o al menos occidental. Sin ninguna experiencia internacional previa, Milei, con notoria inseguridad leyó un discurso ideológico abstracto, sin abordar ninguno de los desafíos reales del mundo actual, ni sobre la economía o la política internacional o la globalización. 

Milei habló de “colectivismo”, repitiendo a los citados economistas austriacos o como hace en ensayos y novelas la escritora rusa-estadounidense Ayn Rand; el mundo se dividiría así en dos, en productores y saqueadores. Él y los capitalistas serían productores. Los funcionarios del Estado serían saqueadores. O sea, los maestros de escuelas públicas, los profesores de las Universidades, los médicos de la Seguridad Social (aunque ladina y cobardemente evita nombrar a los policías y militares) todos serían parásitos a costa del Estado. Sobre esa base, el argentino Milei ha construido una visión facilona y decadentista de la historia argentina. Según la historiadora Camila Perochena, para Milei, “el punto de inflexión de esa decadencia coincide con la implementación de la Ley Sáenz Peña que instauró el sufragio universal, secreto y obligatorio y llevó a la participación activa de las masas en la arena política […].

O sea, la democracia o expresión popular por el voto es algo peor que lo malo. No es la fórmula sobre los males de los ’70 años de peronismo’, ensayada demagógicamente por el centroderecha liderado por Mauricio Macri, sino la de los ‘100 años de democracia’. Para el capitalista libertario Milei, la casta habría llegado al poder de la mano de la democracia, aunque no lo formule de un modo explícito.“. Milei no es un demócrata. Habla sin parar de libertad pero nunca de democracia, a la que asocia con ”casta“ política, demagogia e irracionalidad, algo similar a los reaccionarios estadounidenses, que han teorizado la necesidad de una suerte de neomonarquía como base de un capitalismo más ”libre“, innovador y eficiente. El discurso oficial del mileísmo es que la discusión parlamentaria es una pérdida de tiempo frente a las urgencias de la crisis. El no se considera de la ”casta“, está por encima de los otros millonarios. Es un ser superior.

La afirmación mítico-decadentista de que Argentina fue el país más rico del mundo la copió del Proyecto Maddison, según el cual Argentina estuvo a la cabeza de ese indicador en 1895, pero esos datos han dado lugar a variadas críticas de historiadores económicos. Incluso aceptando ese dato, una potencia no se reduce al tamaño de su PBI per cápita. Pero en cualquier caso, como señala el periodista argentino Pablo Stefanoni, Javier Milei enarbola la retro-utopía de volver a esa Argentina del siglo XIX –un país con escasos derechos y sin voto universal– en una suerte de Make Argentina Great Again. Ni siquiera Trump le llega a la altura del zapato en cuanto a exageraciones mentirosas.

Un mundo dominado por los Milei donde nos robotizan sin derechos humanos hay que combatirlo desde las montañas mágicas y las llanuras, desde las ciudades y los desiertos. La libertad empieza en el individuo, en cada individuo. Hay que preservar nuestra libertad e individualidad, no dejarnos robotizar ni esclavizar.

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