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Dedicar estadios a comedores sociales

Emilio de Fez Marrero / Emilio de Fez Marrero

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1. La crisis en que hemos entrado “no se va a ir” a plazo previsible sino que al contrario se va a agravar aterradoramente durante al menos los próximos tres años. En realidad hemos entrado en una decadencia del mundo occidental motivada no sólo por los estallidos financieros sino por razones de fondo como lo son, por resumir, la propia superpoblación de nuestro planeta y el peso creciente de los países emergentes con el consecuente cierre o tambaleo de las industrias en las que han sido hasta ahora las naciones más avanzadas del mundo.

2. Es preferible que las instituciones públicas estén preparadas para las peores hipótesis a que se vean desbordadas por la realidad.

3. Somos, en Canarias y en España, una “comunidad de personas”. No sólo porque la Constitución nos define como “Estado social” sino porque éticamente debe ser así. En consecuencia, la prioridad básica de nuestros mandatarios ha de ser asegurar que “todo el mundo se alimente dignamente todos los días y pueda dormir bajo techo y en un lecho”. Esto no podrá conseguirse a base de prestaciones económicas del nivel a que nuestra sociedad se ha acostumbrado porque, con el volumen enorme de población desempleada que agotará su subsidio, el Estado pura y simplemente no tendrá dinero para ello. La solución no puede ser agigantar indefinidamente y sin medida el endeudamiento público porque sería pan para hoy y mucha más hambre para mañana mismo.

4. Calculo que, sólo en el área metropolitana de Las Palmas, a lo largo de los próximos doce meses se le acabará el subsidio de desempleo a no menos de 40.000 personas. Esto en un cálculo muy optimista. El problema no es sólo (siendo, como es, lacerante) los hogares monoparentales (o los unipersonales) cuyo único componente esté parado, o aquellos en los que todos sus miembros estén en el paro y agoten su derecho al subsidio. El problema son también aquellas familias en las que solamente un miembro conserve su puesto de trabajo, sobre todo si dicho trabajo está modestamente remunerado. Si coincide que estas familias están pagando hipoteca o viven en alquiler, la situación de estos hogares es también, y en creciente número será, muy cercana a la miseria.

5. Por ello creo que el municipio capitalino debe preparar un operativo que permita en un par de semanas la supresión del uso deportivo de tres de sus campos de fútbol y su reconversión en comedores sociales. Por su ubicación estratégica, uno de los estadios escogidos deben ser el López Socas o el Pepe Gonçalvez. Las obras de reconversión no tienen especial complicación puesto que nuestro clima permite que para la zona de comedores basten una o varias carpas y un sólido vallado exterior, con lo que la única superficie propiamente construida serían las dependencias de cocina y almacén, por un lado, y la de los lavabos, urinarios e inodoros, por otro. Al margen de las ideas que urgentemente puedan recabarse de arquitectos o ingenieros civiles, los propios ingenieros militares y el personal a sus órdenes están capacitados para levantar en “plazos record” recintos de esta naturaleza.

6. La organización de la ingente tarea social que se avecina debe ponerse en manos de quienes ya tienen acreditados su saber, su experiencia y su honradez para sacarle el máximo jugo a cada euro que manejan. Hablo en concreto de organizaciones como Cáritas, la Cruz Roja (con acreditada solvencia en problemas internacionales gravísimos) y otras similares.

7. Las administraciones públicas (ayuntamientos, cabildos, Gobierno autónomo, Gobierno central y, en su caso, la UE) no deben bajo ningún concepto crear estructuras propias para atender los comedores sociales ya que esto acarrearía burocratización, mala administración, y derivación del dinero que directamente debe dedicarse a los necesitados al pago de salarios del personal contratado o enchufado por políticos. No. Lo que las autoridades sí deben hacer es dar un sólido respaldo financiero a las pertinentes asociaciones benéficas para que estas puedan cumplir eficazmente con su admirable trabajo. (Por ejemplo, la recogida de las mesas tras cada turno, su preparación para el turno siguiente, la ayuda en la preparación de la comida, la limpieza de los locales, y otros cometidos complementarios, pueden ser desempeñados por los voluntarios que la organización escoja de entre los mismos auxiliados, bien sin contraprestación, bien a cambio de alguna compensación en especie. En muchos casos, los comensales de estos comedores encontrarán una gran compensación moral al sentirse útiles y no simples receptores de la caridad pública. En todo caso, si estas organizaciones benéficas precisan contratar a alguien porque el voluntariado no sea suficiente, o, por ejemplo, para la vigilancia y seguridad de las instalaciones, deben ser ellas quienes efectúen estas contrataciones por su cuenta, usando para ello con su habitual sensatez los fondos que nuestras instituciones públicas pongan a su disposición).

8. El desplazamiento a estos comedores se efectuará a pie, siendo por ello fundamental que se escojan recintos estratégicamente situados para que las distancias no sean excesivamente largas. Caminar será sano para el equilibrio psico-físico de estas personas; moverse en busca de la comida es un instinto primario del ser humano que no debe serles arrebatado. En los casos verdaderamente necesarios sí hay que arbitrar el desplazamiento gratuito en las guaguas fuera de las horas punta.

9. Hay naturalmente otras fórmulas aparte de los comedores sociales, como la de los bonos de comida que permiten mantener en parte los hábitos personales y familiares que tenían estas personas antes de ser azotadas por la indigencia. Pero no es seguro que vaya a seguir siendo posible proporcionar estos bonos a un porcentaje significativo de los necesitados; además en muchos casos (por ignorancia culinaria, depresión o dejación) la alimentación será más completa en los comedores sociales de lo que lo sería en los propios hogares. Otra opción posible (ya hay muchas personas que lo hacen) es la de “pasar” por el comedor social con un “tupperware”, termo, u otros pertrechos, para recoger allí su ración y consumirla en sus casas. Esto, creo, no es en sí malo porque simplifica el trabajo de la organización asistencial. Quienes han comenzado a hacerlo son personas a las que por su posición social previa o por otros motivos les da vergüenza “verse mezclados” con el resto de menesterosos. Uno de los turnos podría dedicarse específicamente a quienes prefieran esta modalidad de ayuda.

10. Respecto a los “sin techo”, que también se van a contar próximamente a miles, nos vuelve a ayudar nuestro clima. Hay que sopesar la posibilidad de hacer un uso ambivalente de los referidos estadios, de forma que un área importante de los mismos sea dedicada a amplísimos dormitorios comunitarios para los que lo necesiten.

11. La austeridad, y la imprescindible solidaridad, de los nuevos tiempos debe alcanzarnos, de una u otra forma, a todos. El Estado, en la actual situación, se va a ver negro para garantizar una vida aceptablemente decorosa a la totalidad de nuestra población. Personalmente creo que mucho se está tardando en aumentar el IRPF a quienes, al menos de momento, sí han logrado mantener sus ingresos, incluyendo naturalmente a los funcionarios y pensionistas. El aumento del IRPF, que debiera producirse con carácter inmediato, no debe ser inferior a dos puntos para quienes tengan ingresos mensuales entre 700 y 1.000 euros, cuatro puntos para quienes los tengan entre 1.000 y 2.000 euros, y 5 puntos para quienes superen los 2.000 euros. Esta recaudación liberaría unos fondos adicionales que sí asegurarían atender, modesta pero dignamente, las necesidades básicas de nuestra población.

12. No soy experto en crisis ni en catástrofes. Es probable que las organizaciones que sí entienden (Cáritas, Cruz Roja, monjitas, etc.) vean soluciones mejores que las que he propuesto. Me sumo a lo que digan y a lo que me rectifiquen. Baste haber dejado claro lo esencial: hay que romper moldes y tomar decisiones fulminantes y drásticas. De lo contrario, además de hundir moralmente a nuestros conciudadanos necesitados, tendremos un problema de orden público (robos, crímenes, etc.) descomunal. La paz social es un bien inapreciable, tanto para los que siguen trabajando como para los que estén en paro (que bastante problema tienen) y para los que en el futuro vayan recuperando un empleo. Si entramos en un proceso de “venezolanización” (o “colombización” o “mejicanización”) en el que a las dificultades económicas se una la violencia social, aquí no va a valer la pena ni vivir.

Emilio de Fez Marrero

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