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España y Cataluña, ¡cuidado!
Las últimas encuestas aportan datos que indican que una gran parte de la juventud está por el desarrollo integral del Estatuto, pero en una España federal, en igualdad de condiciones con Castilla, con Aragón, Valencia, Estremadura, Euskadi, Canarias, pero respetando las fueros históricos catalanes. Las posicionesque se están peligrosamente polarizando entre partidarios y adversarios del nuevo Estatuto de Cataluña, son también en buena parte los partidarios y los adversarios de la competencia del Tribunal Constitucional al respecto. Decida lo que decida finalmente el TC, si es que adopta decisiones sobre el fondo, su sentencia va a constituir inevitablemente un casus belli, un caso de ruptura de la baraja constitucional, para uno o para otro sector, acentuando su enfrentamiento. La división ya es de por sí compleja. No se piense que se produce entre izquierdas y derechas. Es transversal entre partidos, inclusive en el interior del partido de gobierno en España, el PSOE, que es también, mediante coalición, el del gobierno en Cataluña. Hay quienes hablan del “miedo” del Tribunal Constitucional a emitir un veredicto final.
Entre constitucionalistas, hay a quienes se les nota el alivio de no estar en la piel de los magistrados o las magistradas del Tribunal Constitucional que parecen abocados a provocar el conflicto cívico decidan en efecto lo que decidan. Pero me decían algunos expertos catalanistas, desde su perspectiva, claro, que constitucional y democráticamente no hay nada que decidir. Se puede dar una ocasión que ni pintada en la que los pocos miembros que componen el Tribunal Constitucional debieran dejar de pretenderse un colegio de árbitros imprescindibles, resistirse a la tentación de los cantos de las sirenas que buscan en sede jurisdiccional la revancha por sus frustraciones políticas y mostrar en fin su respeto tanto a los procedimientos constitucionales como a los pronunciamientos ciudadanos, y sería ésta oportunidad histórica. Esta es la ocasión, no otra. Que se inhibieran con la debida motivación constitucional y democrática sería bueno para el régimen autonómico catalán y óptimo para el sistema constitucional español.
Es lo que me decían mayoritariamente en Barcelona, Girona, Olot, y hasta en Arenys de Munt, primer municipio que realizó un referéndum independentista con victoria aplastante del sí. En el fondo de todo, de lo preocupante para el estado español, es que Cataluña ha optado desde siempre por la vía pacífica para profundizar en su Estatuto Federal, y encima no tiene una ETA como en Euskadi, y esto aunque parezca un contrasentido, es más peligroso para Madrid. No soy un experto en Derecho Constitucional, vaya esto por delante, simplemente un curioso hablador y amante del conocimiento de otros pueblos, y puede que lo mejor que haría el TC es meter el recurso del Partido Popular en el archivo y dejar las cosas como están. Cualquier sentencia, restrictiva o ampliamente generosa, va a destapar la caja de los truenos. Cualquier setencia va a significar una tensión peor que un resultado dudoso de un Real Madrid- Barcelona, con penalties discutidos incluidos.
Cataluña siempre ha sido una nación muy culta, en donde el seny catalán fue siempre expresión de sentido común, prudencia, pragmatismo, y cultura profunda por encima de todo. Pero en contraposición al seny, los catalanes tienen la rauxa, cuya traducción me decía un buen amigo barcelonés significa determinación irreflexiva, violencia, pasión volcánica que lo arrasa todo. En la Barcelona profunda, recorriendo en ocasiones los caminos gastronómicos de Manuel Vazquez Montalbán (recomendables Casa Leopoldo en El Raval, y Can Solé en la Barceloneta), de su histórico personaje novelístico, el inefable y al mismo tiempo entrañable Pepe Carvalho, policía, gastronómico, culturo, librepensador y asceta, con todo esto y con largas conversaciones de mis amigos de la profunda Cataluña (Catalunya), he llegado a la conclusión que muchos catalanes están hartos del centralismo de Madrid. Sigo pensando que la República Federal sería la solución para centralizar democráticamente la polarización de Catalunya, Euskadi...Y todo esto, unido a la crisis económica, a la incertidumbre y el escepticismo que se respira en torno a la monarquía borbónica española, hace que la plaza de San Jaume sea un hervidero de pensamientos. De pensamientos, de momento. Cuidado.
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