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Esquizofrenia mentirosa

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Y lo estaba, sobre todo, porque el calificativo fue vomitado en uno de los muchos y nauseabundos programas del corazón que “adornan” las parrillas de las televisiones españolas.

Según el razonamiento de dicho ex -portavoz parlamentario durante la anterior etapa conservadora en el gobierno español, es lícito, dado el nivel de despropósito que se logra alcanzar en ese tipo de programas, recurrir a dichos calificativos. Claro que, no es lo mismo llamar nazi a una persona en un programa del corazón que en un debate serio y peripuesto de cualquier otro canal. Si se hace en ese tipo de escenario -los serios y peripuestos- entonces sí que quedan claras las connotaciones racistas, demagogas y genocidas que caracterizaron al Reich de los mil años que instauró Adolf Hitler en la Alemania de los años treinta, del pasado siglo.

Se le olvidó añadir que los espectadores que ven este tipo de programas -los del corazón- están familiarizados con tales requiebros mentales y que, además, todos tienen un master en historia contemporánea. Por lo tanto, los nazis que aparecen retratados en un película como La lista de Schindler, los cuales desayunaban un café aromatizado con los cadáveres que se apilaban en los campos de exterminio, no tienen nada que ver con el nazi al que él se refería.

Su utilización del calificativo “nazi” utilizado éste para referirse a una persona a la que la justicia ya absolvió de cualquiera de los delitos que se le imputaban, tiene que ver con otra cosa. La pregunta sería la siguiente: ¿con qué cosa tiene que ver?

Hay quienes piensan que un país justo es aquel que posee Gulag, Campos de exterminio o etapas tan oscuras para la historia del mundo como la “Revolución Cultural” promulgada por el régimen de Mao Zedong. Quienes piensan así, creen que los males de nuestro país se acabarían si se volviera a una época marcada por los desmanes megalómanos y asesinos de dictadores como Joseph Stalin o Adolf Hitler. En aquellos tiempos, uno podía ser arrestado y deportado a uno de dichos centros -sin mediar juicio ni nada por el estilo- dando con sus huesos en un lugar del que muy pocos llegaron a salir con vida.

Eran tiempos donde la insensatez y la irracionalidad le ganaron la partida a la inteligencia y en donde la humanidad pudo comprobar lo poco que habíamos evolucionado desde que el hombre solamente era un simio cualquiera, tratando de sobrevivir en un ambiente hostil.

Me imagino que, o por desconocimiento histórico o por quererse desmarcar de nuestro pasado más reciente, quienes piensan así prefieren no mencionar los campos de concentración y las detenciones masivas que se produjeron en nuestro país, durante y después de la Guerra Civil.

Quizás alguien les dijo que siempre es mejor nombrar los defectos ajenos que los propios y, al fin y al cabo, los Gulag siberianos o los barracones del campo polaco de Auschwitz-Birkenau quedan bastante más lejos que las fosas comunes que muchos se empeñan en no abrir por miedo a lo que se pudiera encontrar.

No obstante, nombrar la “gloriosa cruzada de liberación” y cuadrarse ante la imagen del caudillo sigue estado de moda, sobre todo para quienes piensan que nuestro país es propiedad de unos pocos ungidos y que el resto estamos aquí para servirles.

De ahí les vendrá el convencimiento de que la mejor receta para que los ciudadanos vivan bien reside en una buena y “ferrea” censura, la cual evite malos entendidos y que nadie pueda pensar lo que no deba. De otra manera no se entiende que quienes manipularon la televisión pública durante años, de una manera más torticera que sus antecesores, pidan ahora imparcialidad cuando, no hace tanto, el jefe de informativos de aquellos tiempos fue denunciado y condenado precisamente por su parcialidad y por su total falta de ética.

En Canarias hemos tenido, y seguimos teniendo pruebas, cada día que pasa, de cómo con el dinero de los contribuyentes se crean informativos ficticios donde las órdenes de la autoridad marcan las noticias que deben o no deben ser promulgadas. Lo que importa es tapar las vergüenzas de quienes nos mal-gobiernan y lanzar un mensaje de tranquilidad a quienes pagan las campañas para que no lleguen a preocuparse.

La verdad es que la idea no es nueva, sino que tiene su fundamento en las enseñanzas del ministro de propaganda del Reich alemán, Joseph Goebbels, quien forma parte del libro de estilo de quienes entienden la información como una vía para controlar los corazones y las mentes de los ciudadanos.

Visto así, se entienden los anhelos por controlar cuantos más medios de comunicación y con ellos repetir su rosario de mentiras hasta que éstas se conviertan en verdad.

Igualmente se entienden su añoranza hacía establecimientos tan “útiles” para asegurarse el control de la población como lo eran los Gulag, los Campos de Concentración o el esperpento de Guantánamo, en pleno siglo XXI.

Y, siguiendo la misma línea de pensamiento, se entiende que nazi sea un calificativo recurrente en su vocabulario como lo pudieran ser otros epítetos tan de moda durante la dictadura franquista.

Ya ven, en nuestro país, algunas cosas son inmutables...Bueno, no todas, porque ahora el irreal Madrid también pierde en su estadio, y con un equipo que ni siquiera es de nuestro país. ¡Qué cosas!

Eduardo Serradilla Sanchis

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