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Exposición y maltrato de restos humanos de los antiguos canarios

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No es la primera vez que El Museo Canario “presta” parte de sus fondos arqueológicos, o de restos humanos pertenecientes a los antiguos canarios, para exposiciones que no son de carácter arqueológico, científico o patrimonial, dentro y fuera del museo concertado (que no público), amparándose en que se gobiernan solos, como suele decirse. 

En la impactante exposición titulada Humbral 2017 de la sala San Antonio Abad, la fotógrafa Teresa Correa, expuso, en mi opinión de forma impúdica y maltrato manifiesto, un amasijo de huesos humanos de canarios ancestrales, que les “prestó” el Museo Canario. Restos óseos de numerosos cuerpos que fueron soldados con algún tipo de pegamento, por lo que no sabemos además en que pudo haber afectado a la conservación de los referidos restos. Ante la indignación que se levantó por la esperpéntica exposición, el presidente-gerente y director de facto del Museo Canario, se intentó defender diciendo que esas colecciones de restos humanos de los antiguos canarios, estaban descatalogadas, y que por tanto no tenían interés científico, decía este señor, que ahora vuelve a las andadas, prestando nuevos restos humanos momificados, de los antiguos canarios, que no sabemos si también están descatalogados.

Los restos óseos humanos utilizados para la construcción de la obra Humbral 2017, procedían de las necrópolis de los antiguos canarios. No cabe la menor duda al respecto. Lo sé porque en mi etapa como Conservador-Director del Museo Canario realizamos el primer inventario informatizado de todas colecciones de restos arqueológicos, nos encontramos con el problema del enorme osario que se encontraba repartido entre varios almacenes del museo, que ahora son salas, en lo que entonces se llamaban las Zapateras de Pepito Naranjo. Eran habitaciones llenas de objetos, minerales, aves y mamíferos en proceso de preparación para su exhibición, cajas con insectos para la sala de entomología, fósiles, minerales, un sextante, etc. Porque entonces todavía el Museo Canaria presentaba varias salas de historia natural, al uso de los gabinetes de curiosidades del siglo XIX. 

Entrar en aquellas habitaciones, como microcosmos extraños, con desvencijadas estanterías de madera que parecía que en cualquier momento se venían abajo, atestadas, como estaban de cuadros, objetos de todo tipo y restos óseos humanos, me producía una sensación de asombro e inquietud. Y pronto caí en la cuenta de que teníamos por delante una labor ingente de años para poner orden en todo aquello, para lo que hacían falta medios humanos, técnicos y económicos, que nunca llegaron lo suficiente, para abordar tan ingente labor. Así y todo se hizo mucho, lo cual visto ahora parece imposible.

También en las azoteas del edificio principal existían zapateras, mucho más desvencijadas, pero que seguían la misma tónica, atestadas de objetos. Era Pepito Naranjo el único que accedía a dichas dependencias, que también habían sido de su padre, Manuel Naranjo, mano derecha de Chil y Naranjo, en todo lo concerniente al primer museo que Chil se empeñó en crear. Recuerdo a poco de ser nombrado conservador-director, que recorría las dependencias y salas para evaluar el estado del edificio y de las instalaciones, y noté humedades en los techos de algunas de las salas. Al subir a la cubierta del edificio principal, antigua vivienda del doctor Chil y Naranjo, nos encontramos con amontonamientos de huesos que estaban a la intemperie, desde hacia muchos años, y era lo que provocaba las humedades en las salas de abajo. Preguntamos por la naturaleza de aquellos huesos humanos al mantenedor Pepe Naranjo, quien nos comentó que en su mayor parte procedían de las cuevas de enterramiento del Barranco de Guayadeque, de cuando las intensas rebuscas que se hicieron desde el Museo Canario a finales del S. XIX, cuando se enviaban a los “enriscadores” a descolgarse con sogas para extraer restos humanos y momias de las cuevas de enterramiento de los canarios. Y que otros muchos  procedían de los fondos del comisariado de excavaciones arqueológicas, de diferente hallazgos en cuevas y túmulos de la isla. Así las cosas, con esa información, entendimos que los restos deberían ser conservados, y procedimos a retirarlos y depositarlos en bolsas para ser guardados en distintos almacenes improvisados del museo. Al poco tiempo Pepito Naranjo falleció, pero nos dejó una valiosa información sobre el origen de muchos de los fondos arqueológicos del museo que estaban sin catalogar.

Aquella experiencia vivida me hizo reflexionar ya entonces sobre si era ético sacar los restos humanos de sus tumbas originales para ser llevados a los museos, y almacenados de aquella manera, o expuestos en vitrinas para que los visitantes se asombraran con la contemplación de aquellos restos de los antepasados canarios. La sala Verneau, con la colección infinita de cráneos alineados en anaqueles, como si de libros se tratara, o aquella otra vitrina donde colgaban los esqueletos completos de los inhumados en los túmulos de La Guancha y El Agujero, de Gáldar. Y en medio, vitrinas donde los fardos funerarios que contenían los restos momificados de canarios de Acusa y Guayadeque se apilaban unos sobre otros. Y en los depósitos cajas y cajas de restos humanos procedentes de excavaciones llamadas sistemáticas de los túmulos de Caserones, Artenara, Guayedra, Arguineguín... Pero no se ha evolucionado mucho, desde entonces, sobre el tratamiento de los restos humanos en el Museo Canario.

Pero, ¿qué está sucedido sobre esta delicada cuestión fuera de Canarias?

Lo ciertos que desde hace tiempo se viene sosteniendo un debate intenso sobre si los restos humanos se deben exponer en los museos. El código de deontología del ICOM ,los considera como materiales culturales sensibles no solo a los restos humanos sino también a los objetos de carácter sagrado de colecciones, museos e instituciones científicas. materiales sensibles o delicados que fueron extraídos en su día bien mediante expolios sistemáticos o como consecuencia de excavaciones legales de los lugares sagrados y cementerios de antiguas poblaciones desaparecidas o conquistadas y aculturizadas. Y han sido precisamente los descendientes de estas antiguas culturas, como los aborígenes australianos, los mahorées de Nueva Zelanda, los aborígenes de Tasmania, los inuit de Canadá, los aborígenes de la Patagonia, del Desierto de Atacama, de Alaska y de otros muchos punto de la tierra, quienes desde los años 70 del siglo XX, vienen reclamando la devolución de estos restos humanos de su cultura.

El Código de Deontología del ICOM para los museos, aprobado en 1986 y revisado en 2004, establece los valores y principios que el ICOM comparte con la comunidad museística mundial. Se puede calificar de documento de referencia. Fija las normas mínimas de conducta y de práctica profesional para los museos y su personal. Al afiliarse a la Organización los miembros del ICOM se comprometen a respetar este Código.

En el apartado 2.5. Materiales culturales delicados, se dice: 

Las colecciones de restos humanos u objetos con carácter sagrado sólo se deben adquirir si se pueden conservar con seguridad y ser tratadas con respeto. Esto debe hacerse de conformidad con las normas profesionales y los intereses y creencias de las comunidades o grupos étnicos o religiosos de donde provienen…”.

En 2005 en Reino Unido se publicó la Guidance for the care of Human Remains in Museum, por la que se guían varias instituciones, entre ellas el British Museum. Estas directrices son la mayor declaración de buenas prácticas actuales en el Reino Unido, lo que ha conllevado a partir de este punto que los museos británicos concedan a los restos humanos un tratamiento especial, singular, frente a la tendencia pasada a ser tratados como objetos. Un año antes en 2004, el Museo de Londres convocó un encuentro internacional para discutir sobre los aspectos éticos, científicos, museísticos y legislativos de los restos humanos. En 2006. El Museo Británico redactó y aprobó un documento sobre una política específica en relación con los restos humanos. Como consecuencia de esta política propia, se publicó en 2010, y puede c ser consultado desde su página web, una completa y extensa lista de todos los restos humanos, en cualquiera que sea su forma, conservación y procedencia, que se encuentran en los fondos de la entidad. 

Este debate sobre los materiales culturales delicados, su normativa, tratamiento, exposición, demandas de restitución, es acogido también en la Reseau International de Musees d’Ethnography (RIME)27, red de museos europeos que trabajan de forma colaborativa para adecuar estos museos al contexto global y multicultural actual y cuyo objetivo es “rethinking the place and role of ethnography museums. Most such museums were established in the context of colinization”, lo que muestra su vigente actualidad y repercusión en las instituciones culturales y museísticas europeas.

A nivel supranacional los debates siguen aún abiertos. La UNESCO no ha incluido de manera específica la cuestión de los restos humanos en sus textos, aunque se pone cierto margen a terrenos de debate y a conceptos de interés para el desarrollo de la cuestión, como en la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural (1972), la Recomendación sobre Protección de los Bienes Culturales (1978), la Declaración universal sobre la diversidad cultural (2001), la Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial (2003), la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales (2005), o la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO (2005).

(Documentación obtenida para este artículo en Las controversias de los materiales culturales delicados. Un debate aplazado pero necesario.“ En ph investigación 02. Junio 2014).

En cualquier caso y por concluir, se está tardando en iniciar un debate en profundidad sobre esta cuestión tan delicada, de como tratar los restos humanos depositados en los museos, pertenecientes a los antiguos canarios, que fueron extraídos de sus lugares de enterramiento, para ahora no saber que hacer con ellos, si deben exhibirse, almacenarse o prestarse para todo tipo de experiencias artísticas, creo que no es una cuestión menor, y debería abrirse ese debate público cuanto antes y mientras esto no suceda, los venerados restos de la población canaria, deben ser respetados y custodiados en memoria de este pueblo que fue violentado y silenciado hasta lo indecible.

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