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'Freaks'

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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FBrowning, nacido Charles Albert, se fugó a los 16 años con una bailarina que actuaba en un circo ambulante y, una vez allí, desempeñó los más variados oficios. Browning fue “un altavoz ambulante”; es decir, la persona que vocea el programa y los más impactantes números que lo componen. También actuó de bailarín, mago, contorsionista y payaso.

Al abandonar el mundo del circo, Browning trabajó durante una temporada como actor para luego pasarse al otro lado de la cámara. Su mayor éxito llegó en 1931 al dirigir la película Drácula, protagonizada por el actor Bela Lugosi. Su forma de narrar la leyenda del famosísimo vampiro transilvano, unido al más que notable trabajo de Lugosi, convirtió a la película en todo un referente dentro del género fantástico.

Sin embargo, Browing, persona de carácter reservado y poco amante de las relaciones sociales, quería contar una historia tan personal como impactante. Para ello, Browning recurrió a sus años como feriante, en los cuales estuvo acompañado por unos seres que se salían de toda norma.

No debemos olvidar que en las décadas finales del siglo XIX y principios del siglo XX era habitual que, con los circos, viajaran lo que se conocía como Ferias o paradas de monstruos. En ellas era posible ver a todo tipo de seres deformes, muchos de los cuales lo eran desde su nacimiento y otros, a causa de un terrible accidente. El propio Browning sufrió un aparatoso accidente de automóvil, en 1915, el cual le dejó una secuela permanente en su pierna derecha y que, además, le hizo perder buena parte de su dentadura.

Uno de los mejores ejemplos de dichos seres fue Joseph Merrick, más conocido como El hombre elefante. Merrick logró abandonar su vida como una atracción de feria y vivir sus últimos años como una persona normal, en medio de la siempre controvertida Inglaterra Victoriana.

Browning vivió durante varios años con los integrantes de una de estas “Ferias de monstruos”, muchos de los cuales formarían parte del reparto de su siguiente película, Freaks.

Freaks es una película terrible, no sólo por los personajes que en ella salen, sino por lo que subyace en su interior.

La trama gira alrededor de los manejos de una petulante y manipuladora trapecista llamada Cleopatra, la cual urde un plan con Hércules, el forzudo del grupo, para manipular a Hans, uno de los enanos de la “Feria de los monstruos” y responsable de toda la administración del grupo.

En un principio Hans se resiste, pero, tras los continuos juegos amorosos de Cleopatra, éste acaba sucumbiendo a los tortuosos encantos de la pérfida fémina.

A su alrededor pululan seres tan grotescos para las bien pensantes mentes como los siguientes: Prince Radian, más conocido como el torso humano, un ser sin brazos ni piernas, pero que era capaz de llevar una vida casi normal; las siamesas, unidas por la cintura, Daisy y Violet Hilton; Elvira y Jenny Snow ?ambas aquejadas de microcefalia-; Frances O´Connor y Martha Morris, dos mujeres que nacieron sin brazos y que terminaron por usar sus pies como si fueran las manos que no poseían; Peter Robinson, apodado “el esqueleto humano” por su extremada delgadez; Minnie Woolsey “Koo-Koo, la mujer pájaro ?aquejada de una extraña enfermedad llamada Síndrome de Virchow-Seckel-; y Johnny Eck, más conocido como ”el hombre sin piernas“.

Todos ellos forman un “museo de los horrores humano” tan vivo como cualquiera de nosotros y que chocaba frontalmente con los valores de la sociedad de principios del siglo XX.

La idea original de Freaks partió de un relato corto del escritor Tod Robbins titulado Spurs. El relato se desarrollaba en un circo ambulante y en él se abordaba tema como la lealtad y la traición, dentro del complejo universo de las relaciones humanas.

Browning adaptó el relato de Robbins y la trasladó a un circo “de monstruos” añadiendo muchas de sus experiencias personales durante sus años de feriante.

No obstante, lo más duro de la película no son los seres que actúan delante de la cámara, ni los socios manejos de Cleopatra y Hércules. Lo peor de todo es que los únicos honestos de toda la película son los freaks que dan nombre a la cinta. Ellos no engañan, ni manipulan como los seres humanos “normales”.

Fiel reflejo de esta última afirmación es el comportamiento de F. Scott Fitzgerald, autor de El gran Gatsby, -en la época en la que se rodaba la película trabajaba como guionista en los estudios MGM- quien prefería pasar sus horas libres en compañía del reparto freak de Freaks, antes que rodeado de las estrellas rutilantes del mencionado estudio.

Los seres que retrata Browning son totalmente conscientes de su situación en medio de una sociedad que los rechaza y los aparta de cualquier convencionalismo social. Saben que son “deformidades horrendas” las cuales deberían estar en un museo, en vez de actuando en circo, como muchas personas les gritan a la cara. Y saben que sólo con la honestidad y la lealtad que se procesan están en disposición de sobrevivir, aunque sea en el pequeño mundo que se han fabricado en la feria en la que viven.

Ésta y no cualquier otra imagen de Freaks fue la que peor sentó, mejor dicho, escandalizó, a las mentes de aquellos años, no sólo en los Estados Unidos, sino en buena parte del mundo. El que Browning le escupiera a la cara de la sociedad de la época y le dijera que los Freaks eran ellos, y nos los seres que aparecían en su cinta, fue algo que muchos no pudieron soportar.

Encima, el estudio obligó al director a cortar cerca de 20 minutos de metraje y a rodar un final más digerible para la cinta. Aún así, la imagen final de Cleopatra transformada en otra “freaks”, por obra y gracia de sus compañeros de trabajo, difícilmente se puede olvidar después de haber visto la película.

Imagino que, tras un antecedente como éste, estaba claro que la sociedad acabaría por acuñar el calificativo de freaks para calificar a personas y/o grupos que salieran de las normas o no encajaran con los postulados de la ya antes mencionada “sociedad bien pensante”.

Hasta ahí, de acuerdo. Muchas veces me han llamado freak por no comulgar con muchos de los preceptos comúnmente aceptados ?sobre todo en una sociedad como la nuestra, donde lo importante son las apariencias-.

En lo que no estoy tan de acuerdo es en que se califique a determinados ejemplos mediáticos como si fueran freaks.

Y no me entiendan mal.

No pretendo ser elitista y exclusivista, cual integrante de uno de esos club de los que Groucho Marx nunca pertenecería. Lo que me molesta es que ponga a la misma altura a un freak de toda la vida ?persona que procesa o tiene una afición, gusto, querencia que lo aparta de la norma- con cualquiera de los ejemplos prefabricados que invaden las parrillas de televisión, los programas del corazón, o las tertulias radiofónicas.

Esos personajillos, algunos de los cuales han llegado a ser considerados como “embajadores de la imagen de nuestro país en el exterior” distan mucho de ser uno de los freaks recreados por Browing en su película.

Los falsos “freaks” a los que yo me refiero son un producto vacuo y sin sustancia, orquestado a modo de broma pesada por quienes se creen mucho más listos que el resto de los ciudadanos. Poco o nada tienen que ver con los Hans, Daisy, Violet, Elvira, Peter o John que aparecían en la cinta de Browning.

Aquellos Freaks tenían una moral y una ética que estos “freaks” de mentira ni conocen y ni siquiera ambicionan tener. Son unos freaks de “cartón piedra” a los cuales se los llevará el viento del olvido, algo que no ha pasado con los personajes que Browning retrató en su película.

Al final el tiempo pone a cada cual en su sitio, por mucho que a algunos les pese.

Eduardo Serradilla Sanchis

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