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El gallo de Lucas Bravo
Dan las tres y media de la mañana y el gallo que no canta. Súbitamente un gato empieza a maullar. Los maullidos se oyen en todo el barrio de El Paraiso. Baeza Betancor hace gestos como pasando del gato, que no es objeto de vigilancia, ni el objetivo señalado por Lucas Bravo. En ese momento llegan dos coches de la policía local, con ocho agentes más, todos ellos con cara somnolienta. Uno de ellos se dirige al concejal de Sanidad, Baeza Betancor. “Dice el señor alcalde que si cogen al gallo no lo vayan a meter en una cazuela de prisa y corriendo, que lo lleven a la alcaldía, que lo quiere interrogar”. El concejal de Sanidad se mosquea y pregunta extrañado: “¿Y para qué coño lo quiere interrogar”. El policía local recién llegado al punto de vigilancia se encoge de hombros y traslada lo que le ha dicho el alcalde. “Es sospechoso de haber sido visto en el Círculo de Lectores de El Drago leyendo libros subversivos, El Capital, de Carlos Marx, y cosas peores, incluso un manual del Che Guevara, ”El perfecto guerrillero“, y también alguna que otra novela pornográfica. Además parece que han visto a Victoria Casas echarle millo y miguitas de pan, y eso es sospechoso. Lo cierto es que el alcalde quiere interrogarle”. El concejal de Sanidad ya está muy nervioso. “Pero coño, Lucas Bravo se está pasando, no sé a qué diablos viene ahora ese interés por interrogar al gallo. Le retorcemos el pescuezo, y nos lo comemos en una partida de envite, y se acabó, muerto el gallo se acabó la rabia del jodido vecino rojo”. De repente el gallo empieza a cantar, y al mismo tiempo dos o tres gatos a maullar, y un par de perros a ladrar. El concejal, con voz autoritaria, le dice a un policía local: “Tome nota, son las cinco menos diez y el gallo empezó a cantar de forma escándalosa”. El policía pregunta: “Y de los gatos y los perros, qué digo?”. Baeza Betancor responde con voz iracunda. “Nada, coño, los gatos y los perros son propiedad de un vecino del Partido Popular, usted como si no hubiese oído nada, sólo levante acta del puto gallo rojo”.
En barrio de El Paraiso satauteño, vigilando, les dio las siete de la mañana, y policías y concejal se fueron luego a desayunar unos churros a la cafetería Mallow. Y el kikiriki del gallo se oía hasta en el mismo Mamotreto. Lucas Bravo, conocido como el pequeño führer, y Niño Bravo, se presentó de improviso en la cafetería. “Coñó, tráiganme al puto gallo que lo voy a torturar hasta que hable, y luego le retuerzo el pescuezo y lo meto en la cazuela, jodido gallo rojo”.
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