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Inoportunidad e impunidad

José Manuel Balbuena Castellano / José M. Balbuena Castellano

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Por ejemplo, ya hubo sus dimes y diretes en el caso de la declaración del señor Paulino Rivero sobre el tema de la segunda residencia. Por otro lado, la creación de la Policía Canaria, la gran obsesión del señor Ruano, ha sido objeto de rechazo, no sólo por parte de la única oposición con la que cuenta el bipartito en el Parlamento de Canarias, o sea del PSOE, sino que otros organismos, instituciones y colectivos, entre ellos mandos de la Policía Local de determinados ayuntamientos de las islas, por considerar que no existe tanta inseguridad en Canarias como para pretender crear una nueva policía. Por otro lado, porque estiman que es suficiente la presencia de la guardia civil y de la policía nacional en una región de apenas dos millones de habitantes, aunque consideren justo que se demanden al gobierno central más fuerzas de seguridad nacionales de acuerdo con la población existente. Hay que reconocer que en los últimos tiempos estas fuerzas de seguridad del Estado han desarticulado y detenido a diversos grupos delictivos y mafiosos, relacionados con trata de blancas, inmigración ilegal, tráfico de drogas, asaltos y robos cometidos por bandas organizadas. Tal vez, si hubiese más agentes dedicados a la lucha contra la delincuencia, esta terminaría de desaparecer en un territorio tan exiguo como el nuestro. Aparte de que es necesaria más presencia policial, en las calles, en los pueblos, en las carreteras por el efecto disuasorio que tiene.

La creación de la Policía Canaria se estima inoportuna dada la actual situación de crisis económica, y porque las prioridades de Canarias son otras mucho más importantes y este gobierno no las contempla con la celeridad que la situación requiere. Resalta, además, las contradicciones de su socio de gobierno, el señor Soria, que antes se oponía tenazmente a la creación de esta Policía Atinómica o Guanchancha, (como también se la denomina) y ahora la aprueba, de la misma forma que un día dijo que si llegaba a gobernar se cargaría la televisión autonómica. Ahora que gobierna con quien tanto la defendía, se ha olvidado de su promesa y aprueba el funcionamiento de Tele-Paulino, y sus correspondientes arreglos y compromisos, que se saltan todas las normas democráticas, y atentan también contra las empresas del ramo audiovisual de Canarias y la objetividad de un medio que debe estar al servicio de todos los canarios, sin distinción.

Por otro lado los más suspicaces piensan que la creación de esta nueva policía, con la colaboración de ciertos sectores del poder judicial, constituiría una especie de blindaje para que no se “moleste” a destacados elementos de la política isleña, con presuntas actividades sospechosas sobre su espalda (y tal vez sobre su conciencia) Una guardia pretoriana, en suma, que garantizaría aún más la impunidad de la que hasta ahora han disfrutado.

Existen, claro está, otras muchas más declaraciones y contradicciones surgidas de la boca y de la mente de nuestros políticos, que no encajan con los buenos deseos y la demagogia puestos sobre la mesa por el presidente autonómico con motivo del día grande de Canarias. Las medidas para paliar y afrontar la crisis económica en estas islas, no aparecen por ningún lado. No se acaba de una vez para siempre con el poder maléfico de los llamados intermediarios, o las cadenas de distribución, que han eliminado lentamente a sectores tan vitales para nuestro autoconsumo como la agricultura, la ganadería o la pesca. No existe consenso en torno a la construcción de una cárcel en Gran Canaria, ni tampoco sobre su ubicación y la finalidad de dicho centro que no debería ser “almacén” de seres humanos, sino un centro donde se dé una segunda oportunidad a muchas personas y se busque la reinserción a quienes estén dispuestos a aceptarla. No arranca una potente inversión pública que cree por unos años más empleo y estimule el importante sector de la construcción. Tampoco se ven medidas especiales y urgentes que reactiven el sector turístico, donde ya se aprecian signos de degradación y alguna desbandada empresarial. Ciertos inversores andan como locos vendiendo complejos y hoteles de categoría. Otros reconvierten sus propiedades en “zonas residenciales”, con las connotaciones que esto conlleva, en pleno corazón de la oferta alojativa. La depresión, y a veces el pánico y la histeria, se ha apoderado de determinados empresarios y gestores de esta actividad.

Y por si fuera poco, van nuestros máximos dirigentes al Parlamento (o fuera de él) incluyendo al jefe de la oposición, y se enzarzan en discusiones estériles, insultos y descalificaciones, convirtiendo la actividad política en un pésimo espectáculo, en un mal ejemplo y, en ocasiones, en un circo. Los buenos modales, las formas, el respeto no deben perderse nunca.

José M. Balbuena Castellano

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