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'Sexo, corazón y vida', relatos eróticos de Rosario Valcárcel

José Manuel Balbuena Castellano / José M. Balbuena Castellano

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Desde muy antiguo todas las culturas y civilizaciones han tratado el tema de la sexualidad y el erotismo, incluso la religión cristiana, pero., en este caso, se justificaba siempre que su finalidad fuese la procreación... “Creced y multiplicaos”. Y en España, la novela erótica moderna empezó a conocerse, cuando la dictadura franquista declinaba, con la llegada de las obras de Anais Nin, una escritora nacida en París que emigró después de Estados Unidos y adquirió aquella nacionalidad. Era hija del compositor español Joaquín Nin.

En aquellos años difíciles y de continua represión, cuando no era por parte del Estado era de la Iglesia retrógrada en vigor y alineada con el fascismo, “el erotismo era como una exaltación de la libertad”, según escribía Javier Memba, quien afirmaba : “La leimos con el mismo gozo que descubrir que el sexo es un placer y no un pecado venial”.

Fue tal el éxito en nuestro país que en cuatro años se agotaron tres ediciones de su obra “Delta de Venus”. Los Diarios de Nin alcanzaron un reconocimiento internacional.

Pero no es de Nin de quien quiero hablar. Pienso que tratar el tema del erotismo es cuestión de sensibilidad, y Rosario la tiene muy elevada. Por eso cualquier obra suya se aleja siempre de la vulgaridad, de cualquier frase o hecho que atente contra los que piensan que estos temas deben tratarse con cierto pudor, pero sin inhibiciones que reduzcan el placer, al que todos tenemos derecho. Todavía parece haber un cierto tabú sobre determinados temas y el erotismo es uno de ellos. Y lo digo, a los que se ven perturbados por una estricta e inflexible conciencia que no dejen de consumir este producto literario porque sentir placer, que es algo tan humano, tan nuestro, no puede ser pecado. Creo más bien que el pecado lo producen ciertos pensamientos nuestros que se convierten en acciones reiteradas y muy conscientes, que atentan contra nuestra propia dignidad y salpican al prójimo o a la sociedad en general. Nada que ver con actitudes eróticas realizadas libremente por adultos, voluntariamente, que pueden ser sublimes también.

Someramente describo lo que van a encontrar en esta nueva obra de Rosario Valcárcel. En “Sexo, corazón y vida”, la prologuista Elsa López escribe que “la pluma de Rosario Valcárcel nos conduce sin estridencias hasta el lugar sagrado donde se va a producir la ceremonia ritual del apareamiento y nos hace sentir el cosquilleo del placer recorriéndonos los pliegues de la piel sólo con la virtud de su escritura”.

Reconoce esta escritora que no es un género fácil el que Rosario Valcárcel cultiva, porque, en ocasiones, “ese hilo se parte y la narración crea confusiones y desorden en el lector lo que le conduce a dar la espalda al libro que tiene entre las manos” .

Rosario Valcárcel nos ofrece en esta obra una serie de cuentos que encierran un secreto y la autora juega con ellos, como indica Elsa López, y que los lectores pueden comprobar. Se inicia con “La noche de Swinger”, donde la protagonista asegura que le gusta pasearse desnuda por su casa. Que lo hace para desafiar alguna de las prohibiciones de su infancia y de su educación, o tal vez, para evocar la época en la que Adán y Eva recorrían su Edén desnudos sin sentir la más mínima vergüenza. Todavía no sabían lo que era eso en aquel hipotético paraíso.

Ignacio y Angy, la pareja protagonista, debatiendo sobre la bondad o maldad del intercambio de parejas, que él defendía, mientras que, particularmente, le molestaba que ella se pintara los labios, que usara minifalda o pantalones, por encontrarlos “poco femeninos”.Contradicciones. Pero él era como una reencarnación de un libertino romano, o tal vez, un habitante de Sodoma y Gomorra, habituado a las orgías y perversidades, que se sentía motivado por las exhibiciones de un club de intercambio y desnudez donde los más diversos tipos de personas participaban...

Pero dejémoslo así. Estas sensaciones son para leerlas, para imaginarlas, para sentirlas y para disfrutarlas...

Tras este relato, Rosario desgrana otros, como el titulado “Mi alumno preferido”, donde se muestran las experiencias de una docente con un adolescente. .Allí está Octavio Castro, el alumno que observa que la maestra tiene una carrera en las medias, que se fija en sus piernas, y en el canalillo de su pechuga. Y hablaba de Yeray, uno de sus alumnos preferidos, “guapo, bastante guapo, de espalda cuadrada. Creo que como dicen mis alumnas está buenísimo, se sale de lo común”. Descubre que entre ellos hay una buen “feeling”, y que cuando estaban juntos, el tiempo se detenía. “Era el chico con el que me apetecía soñar. Tener una aventura”. Ella siente una especie de obsesión por este estudiante universitario que sabe que la admira, y hasta la desea. Pero he ahí la disyuntiva: quiere a su marido Rodrigo, y no desea traicionarle, pero al mismo tiempo algo la empujaba a desarrollar el estímulo sexual que Yeray le producía...

En el relato “Veinticinco de diciembre, fun, fun, fun”. Sexo intenso, desnudo entre descripciones bucólicas y hasta románticas, en la Isla Bonita. “El rubor de los árboles tejía penumbras, silencios bulliciosos, corazones apremiados, jadeos incontrolados, ardores apasionados. Sólo podía captar la expresión de sus caras, el olor profundo de la tierra y de los pinares, la fragancia de la hierba fresca y los trozos de conversaciones que se extendían por la finca”.

“Deseé que el misterio que envuelve a las grajas no se las lleve nunca”. Las grajas, esos córvidos gregarios, de pico amarillo y plumaje negro azabache, son las aves más características de La Palma. “El rubor de los árboles tejía penumbras, silencios bulliciosos, corazones apremiados, ,jadeos incontrolados, ardores apasionados. Sólo se podía captar la expresión de sus caras, el olor profundo de la tierra y de los pinares, la fragancia de la hierba fresca y los trozos de conversaciones que se extendían por la finca”. Navidad de algunos empleados y empleadas de una empresa que se ponen de acuerdo para pasar unos días en Tijarafe, en la parte occidental de La Palma. Atalaya desde la que a veces determinadas personas, como si estuviesen imbuidos de un halo mágico, divisan la isla de San Borondón; o se ven cruzar las naves que se dirigen a América, o a sabe Dios a dónde. Allí tiene lugar “sexo intenso, desnudo” y se graban unos recuerdos que perdurarán a través de los tiempos...

“Mi noche en Galway”, nos ofrece un paseo por Irlanda, el país de los celtas auténticos. Curso de perfeccionamiento de inglés de una mujer que deja atrás a su querido Jorge y, en la isla esmeralda tiene una increíble aventura con un fortachón policía irlandés, una especie de Adonis que se encuentra en una comisaría y que sienten una atracción mágica del uno por el otro. “Una forma de cultivar su inteligencia, embriagarse de palabras nuevas, de colores diferentes, de perfumes ajenos”... Los días de Irlanda se acabaron y regresó con Jorge. Dejó atrás las hadas, los duendes buenos y malos; las princesas blancas con hermosas cabelleras rubias o pelirrojas...Y dejó atrás a Brian, aquel fantástico policía. Se llevó su foto, para evocar el viaje, para mostrar su vitalidad y su personalidad arrolladora. Un “souvenir” para eternizar una noche inolvidable.

Se desgranan otras historias, como “El encanto del sexo tántrico”, Sólo unas frases, unos rasgos de un encuentro con Mónica: “Así que la acuné en mis brazos, e igual que si fuese un bebé la acuné tiernamente y la llevé a la cama, cuidando el más mínimo detalle: retiré el edredón, los cojines y eché al suelo todos los accesorios...”

Y termina la historia: “Y a pesar de que nunca llegamos a ajustarnos del todo, a pesar de no nos compenetramos como el Yin y el Yang, cuando la recuerdo mi aliento se agranda. Por eso de vez en cuando nos reunimos para cenar solos o con otras parejas”.

Y ya, con la miel en los labios, el libro se completa con otros relatos, de los que no voy a desvelar nada, pues a lo mejor alguien siente la tentación de conformarse con lo que he dicho, que no ha sido mucho, y no se decide a experimentar por sí mismo el goce de esta lectura: “El probador”; “La inmigrante”; “Me cuesta tanto olvidarte” o “Jürgen, un amigo especial” con diferentes personajes y escenarios que van cambiando continuamente porque las historias de amor, los momentos de ternura y de éxtasis sensoriales pueden surgir ahora, después, en cualquier momento y lugar, mientras haya seres humanos capaces de sentir y de pensar, que no es poco.

José M. Balbuena Castellano

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