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Libertad de expresión y elecciones

Juan García Luján / Juan Garcia Luján

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Pero en política siempre hay que aplicar la máxima “piensa mal y acertarás”, por eso me da la impresión de que los grandes partidos no hicieron esta ley porque quieren acabar con las costosas campañas electorales porque les parece un derroche inmoral en los tiempos que corren, porque consideran que lo importante son los mensajes y no la propaganda, porque piensan que no deberíamos acabar como en Estados Unidos, donde está demostrado con las cifras que las elecciones siempre las gana el partido (Demócrata o Republicana, no es una dictadura porque pueden ganar 2 en vez de uno, jajaja) que más dinero consigue recaudar para la campaña electoral. Más bien sospecho que como las empresas que suelen patrocinar las campañas electorales también sufren la crisis del ladrillo, los partidos se dieron cuenta de que iban a tener menos dinero y dijeron ¡pues vamos a vender que somos austeros, a pedir que las campañas electorales cuesten menos dinero!

Las prohibiciones son curiosas. No se puede insertar publicidad electoral pidiendo explícitamente el voto hasta que entremos en campaña, no se pueden publicar encuestas electorales la última semana de la campaña electoral en territorio español pero los medios sí pueden hacerse eco de una encuesta que publique un periódico portugués, no se pueden inaugurar obras los dos meses previos a las elecciones pero sí pueden visitarse. En las semanas previas a la entrada en vigor de la ley ya vimos los primeros disparates que causó: a toda prisa se inauguraron aeropuertos en los que no circularán aviones hasta fin de año, hospitales con cinco plantas en obras, escaleras eléctricas sin conexión eléctricas... Todas estas normas que los grandes partidos hicieron para saltarse serán vigiladas por las juntas electorales, que sólo actúan de oficio, osea, ante las denuncias de otros partidos. Así yo pacto contigo no denunciarte por usar tu cargo con fines electorales y tú no me denuncias a mí.

Una de las mayores polémicas es la exigencia de informar con criterios de pluralismo e igualdad en las televisiones privadas. También se exige a las cadenas privadas criterios de proporcionalidad en debates y entrevistas. Ya en las televisiones públicas se imponían en los informativos unos tiempos proporcionales a la representación que habían obtenido los partidos en los últimos comicios. La anterior ley convirtió la información electoral en las cadenas públicas en unos bloques de propaganda política en la que incluso los contenidos y las declaraciones los solía decidir el jefe de cada campaña en lugar del jefe de informativos. Los grandes partidos estaban contentos con ese criterio, que convierte la carrera electoral en una competeción entre desiguales donde los grandes siempre salen con ventajas. Ahora imponen eso a las televisiones privadas.

Con esta ley o sin ella, la mayoría de los grandes medios iban a ignorar a los partidos sin representación porque como no tienen dinero para poner publicidad, pues amor con amor se paga. Pero la imposición por ley es ya una forma descarada y por escrito de de controlar las televisiones desde el poder político (con lo bien controladas que están por el poder económico). Harían bien los partidos en legislar a favor de la libertad de expresión y no contra ella, así lo ordena la constitución. Los grandes partidos llevan varios años impidiendo que las cámaras de televisión entren en sus mítines. Son ellos los que dan una señal, las imágenes que ofrece un realizador pagado por el partido. En esas imágenes no se ven sillas vacías, ni pensionistas con bocadillos, ni gente durmiendo, ni manifestantes en contra de los mitineros, o sea, los elementos más habituales de los mítines electorales.

Como en las dictaduras, sólo se puede acceder a las imágenes captadas por los cámaras pagados por el partido. Si a eso le añadimos las ruedas de prensa de Rajoy donde no se admiten preguntas o la mezcla de agencias informativas que hacen trabajo de propaganda política a los partidos, podemos concluir que la información política se terminará pareciendocada vez más a aquel nodo que nos ponían antes de las películas cuando gobernaba un fresco general procedente del Ferrol. Apaga y vámonos.

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