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Migraciones, no hemos aprendido nada

Antonio Morales

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Probablemente todas las personas que lean este artículo se acuerden aún de las imágenes  del “Muelle de la vergüenza” en Arguineguín que dieron la vuelta al mundo. No es fácil olvidarlo. Miles de personas hacinadas al sol sin ningún tipo de servicios. Tampoco podemos ni debemos olvidar los problemas que se generaron en los dispositivos de acogida de menores que hubo que improvisar para alojar a los miles  que habían llegado. Algunas de esas circunstancias siguen judicializadas.

Recordarán también cómo desde el Cabildo de Gran Canaria exigimos insistentemente que Canarias no se podía convertir en un archipiélago de “islas cárceles” en las que se retienen a miles de personas migrantes que en su mayoría buscan continuar su ruta hacia Europa. También dijimos que no se trataba de un hecho puntual, que los movimientos migratorios desde África van a ir en aumento, que Canarias es una de sus principales rutas y que el Gobierno de España y la UE tenían que asumirlo y cambiar su política migratoria. Que era necesario que se  derivaran a las personas migrantes que llegaban a Canarias al resto de España y Europa. Insistimos en que, en último término, la solución pasa por abrir vías legales y seguras y una política exterior coherente que no contribuya al empobrecimiento y la inestabilidad de los países de origen de estas personas..

Nada de esto se ha hecho. Es más, en su discurso del pasado miercoles sobre el Estado de la Unión Europea, Ursula von der Leyen insistió  en medidas migratorias que conducen a la violación de derechos humanos. En Canarias se pusieron en funcionamiento unas 7.000 plazas para personas migrantes en macrocentros, en algunos casos en condiciones que no son las óptimas, concentradas además en determinados barrios de la ciudad y generando por lo tanto otros problemas añadidos como, en algunos casos, el rechazo de la vecindad. También tuvimos a personas viviendo en la calle, ya que  abandonan estos centros para evitar su expulsión a sus países de origen.

En estos momentos volvemos a estar en una situación parecida. Y volvemos a la precariedad, a la improvisación y a la irresponsabilidad. El fin de semana del 9 y 10 de septiembre llegaron a las costas canarias 1.173 personas. Se trata de la cifra más alta de  arrivadas en 48 horas desde noviembre de 2020. En lo que llevamos de septiembre han llegado unas 200 personas al día, es decir, la media más alta desde el año 2020. Ya son casi tres mil los menores a los que protegemos y no siempre en las mejores condiciones. Y desgraciadamente no podemos olvidar las tragedias aparejadas de las que nos vamos enterando gracias a organizaciones como Caminando Fronteras. Este último domingo fallecieron 12 personas en un naufragio en las costas de Fuerteventura.

Esta situación ya ha llevado al Gobierno de Canarias a reclamar implicación y soluciones concretas tanto al ministro de Migraciones, Escrivá, como a los ministros de Interior, Grande-Marlaska y de Exteriores, Albares. Aunque parece que se han mostrado receptivos, lo cierto es que los precedentes me hacen ser bastante escéptico ante la posibilidad de que se produzcan cambios sustanciales en la política migratoria.

Y es que el problema es de base. Lo primero que tenemos que asumir es que las migraciones, son un fenómeno natural, consustancial a la historia del ser humano. De hecho, aunque por nuestra situación pueda parecerlo, no estamos ante la época de mayores movimientos migratorios de la historia. Por muy diversas razones los seres humanos nos hemos trasladado entre países y lo vamos a seguir haciendo. Lo que podemos elegir es si gestionamos este fenómeno de manera que sea beneficioso para todas las partes (las personas migrantes y los países de origen y acogida) o seguimos como hasta ahora.

Por lo tanto la inmigración no es un problema, pero sí es un fenómeno que puede generar problemas graves si no se gestiona adecuadamente. El peor y más descarnado es la muerte en el mar de decenas de miles de personas cada año, o las insoportables imágenes de personas muriendo de sed en medio del desierto, abandonadas a su suerte por la autoridades tunecinas que, además, reciben fondos de Europa para la gestión migratoria. Pero también pueden producir rechazo en las poblaciones de acogida y cronificación de determinados problemas sociales si se concentran en las zonas más precarias de las ciudades, etc.

Y Canarias está en el centro de una de las principales rutas migratorias entre África y Europa. Una ruta que si atendemos a la demografía del continente, a los efectos del cambio climático o a la inestabilidad política y los golpes de Estado en países del Sahel,  es muy posible que aumente. Son personas que en su mayoría no quieren quedarse en Canarias sino continuar su ruta hacia otros países europeos y que, por lo tanto, no es razonable que se les retenga en nuestras islas, cuando muchos de ellos tienen amigos, familiares u otro tipo de redes personales en España, Francia o Inglaterra.

Evidentemente, debemos contar con dispositivos de acogida suficientes y adecuados para darle una primera atención digna a estas personas y salvaguardar sus derechos, como solicitar asilo, que en muchos casos se están conculcando. Pero eso es muy diferente a hacernos cargo, muchas veces con nuestros propios recursos, a pesar de que la competencia es del Gobierno de España, de la totalidad de las personas que entran en Europa por Canarias.

Y Europa y España tienen que asumir de una vez por todas que la única solución pasa por abrir vías legales y seguras para que estas personas puedan migrar, sin jugarse la vida en el mar o depender de redes mafiosas. Según estudios de algunas de las instituciones más prestigiosas en materia de demografía, Europa necesitará de aquí a 2050 varias decenas de millones de inmigrantes para su mercado laboral y compensar así una estructura demográfica muy envejecida. El canciller de Alemania, Olaf Scholz, afirmó hace muy pocos días, en su intervención en el debate presupuestario del Bundestag, que su país necesita urgentemente acelerar la afluencia de inmigrantes formados y de fuera de la UE para hacer frente a la necesidad de mano de obra

Si no, seguiremos como hasta ahora. Seguiremos provocando muerte, sufrimiento y dándole alas a los discursos xenófobos que buscan señalar la inmigración como el origen de casi todos nuestros males. No hay un solo país en el que la extrema derecha no haya crecido a hombros de los discursos anti inmigración.

En otras épocas fue la población canaria la que tuvo que emigrar a Hispanoamérica en busca de oportunidades que no tenía en su tierra. Lo hicieron también los españoles y españolas que fueron a Suiza, Alemania o Francia. Aquellas experiencias generaron riqueza en esos países y permitieron a miles de personas progresar, ayudar a sus familias y a su tierra y generar vínculos que hoy perduran en las islas. Un ejemplo que debería servirnos de referencia para las políticas que deben aplicarse hoy con urgencia.

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