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Minicuentos revisionistas

José H. Chela / José H. Chela

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El ratoncito Pérez, el que se casó con la Ratita Presumida, pero, después, torpemente, se cayó en la olla intentando guisar no se sabe qué, estaría muy contento y orgulloso, si, ahora, tanto tiempo después, pudiese saber que una lejana pariente suya, Ratatuille, es toda una figura de la cocina internacional.

El Lobo Feroz, transformado últimamente en banquero, no volvió a molestarse en soplar, golpear o incendiar.

Se limitó, frotándose las manos, a disponer que su entidad concediera una hipoteca despiadada a los Tres Cerditos.

La madrastra de Blancanieves se sentó ante el espejito mágico, marca LG de pantalla brillante, rozó con la yema de uno de sus largos dedos terminado en una filosa uña roja la tecla que despertaba al genio ?llamado Google- y preguntó:

- Dime, espejito. ¿Quién es la más bella del Universo?

- Hubo un tiempo ?respondió el espejo- en que lo fuiste tú. Más tarde fue tu hijastra. Pero, hoy en día, lo siento, la más bella es Catherine Zeta Jones y la que tiene más morbo se llama Scarlett Johansson. ¿No lees las revistas especializadas?

El bueno de Gepetto estaba tan triste y preocupado que apenas si lograba dormir. Pinocho, por fin, se había convertido en niño. En un niño de verdad. Pero, seguía siendo un tremendo mentiroso. Cierto que, al menos, ahora, la nariz de carne y hueso no le crecía con los embustes, como le ocurría cuando era un muñeco de madera. Pero, una noche que sí logró dormirse, San José, que es el patrón de los carpinteros se le presentó en sueños y le consoló:

- No te preocupes, Gepetto: Pinocho tiene un excelente porvenir en la política.

Lo mejor que le ocurrió finalmente a Cenicienta no fue casarse con el príncipe Azul, que al fin y al cabo, sólo era el heredero de un minúsculo país bastante birria y sin recursos. Lo mejor fue que, después de la boda, le vendió a una cadena de TV la idea de su historia para un concurso que se hizo millonario, porque hay mucha niña mona aspirante a princesa y a famosa: “¿Te calza el zapatito?”.

José H. Chela

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