Sin pan ni circo. También la Cultura

La Educación pública (derecho Constitucional de todos), nada interesa o molesta grandemente al ministro de la mala Educación, como ha demostrado con sus brutales recortes en la enseñanza pública. Ahora, ha embestido de bruces, y con toda su afilada cornamenta, contra la Cultura, que además de haberla reducido en sufragarla, la sube un escandaloso impuesto a sus compradores. Ha pasado la guadaña por todos los viven de la cultura, y decapitar a los pocos que acuden a los espectáculos culturales o adquieren libros y arte. Destaca asimismo el ministro, como un esperpéntico devoto de la incultura. El impostor funcionario, a quien debe quedarle secuelas aprendidas, como un añorante del comisario político, de remoto pasado, de la anticultura y enemigo de todo librepensador. Liquida, con la permanente e histriónica sonrisa en su rostro, cuan verdugo sin escrúpulos, que apretuja el garrote vil a la Educación y a la cultura, con la fría sangre que por sus venas corre. Sin que su cuerpo, quede con la menor duda, ante el aplomo de tan inefable decisión, en su buen hacer: “El Gobierno, hace lo que tiene que hacer”. Lapidaria frase, como lema común del gabinete, que emplean para justificar lo injustificable, en la pésima administración de este embate económico, en la que hace agua por todas partes.

Es de lógica, que cuando los ingresos económicos disminuyen, por menores salarios o paro (lo que equivale a menos impuestos al Estado), que en gran medida que padecemos en la población, se resiente de inmediato la espiral del consumo, y muy especialmente, en la compra de cultura y en la asistencia a eventos culturales. España, tendrá el triste honor, de tener el impuesto más elevado de toda la Unión Europea. Por una vez somos los primeros, en esta zozobra que se avecina, en la tragedia española de la cultura.

La cultura es parte de la esencia más sublime del ser humano. Una persona sin una nutrición cultural, que es el maná del espíritu, deja de ser sujeto, para transmutarse en objeto impensante. Solo será un amorfo andante, en sus principios naturales más primarios. Este objeto animal, será un trasto, manejable a gusto de los administradores políticos y religiosos, de turno. Sobremanera, son presas fáciles, para ser manipuladas ideológicamente, como masa gris. Que no nos falte un medrugo de pan, para vivir; pero, que tampoco nos falte la cultura, u otro objeto sensitivo, para tener por qué vivir.

Si el 8% era exagerado, por ser una cantidad aplicada a los espectáculos culturales y toda la cultura en general, como cualquier otra materia de compra-venta comercial, donde el valor del producto juega al alza, a la baja, o a los antojos del libre comercio. La cultura, no se puede meter en el mismo saco de los negocios e impuestos del trabajo. Es más, debe incentivarse, con el mínimo por ciento exigible. La cultura no es un producto de trueque y jamás se la puede tratar como un valor mercantil. Es una representación en vivo, compras de CDs, DVDs, cines y de obras de arte, cuyos destinatarios, por infortunio, son exiguos números de gentes, nunca de mayorías. Como la educación es una inversión insustancial. La única y esencial inversión para formar personas, como tales entes pensantes y de progreso, para la grandeza intelectual y espiritual propia del individuo y de un país.

Si a partir del 1 de septiembre, se reducirán, como se prevé, los asistentes a los espectáculos, adquisiciones de elementos electrónicos culturales, libros y las compras de arte, se acabará con la cultura en general. Eso sí, el Gobierno seguirá sufragando, con el dinero de todos, el fútbol; además, de tener, un impuesto especial y discriminativo en los tributos a Hacienda, para los mimados futbolistas de élite (tan trascendentes en su oficio de dar patadas a una bola de aire); y los toros, con 500 millones de ?. Porca miseria, con este ministro de (in)Cultura, que tiene por misión dar la necrológica a la Educación Pública y a la Cultura de nuestra piel de toro.

Teo Mesa