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Paz y amor

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Comienza el último mes del año y la cosa no para. Aparte de que ya vamos tarde para adquirir los langostinos más grandes y los regalos más originales, hemos entrado en unas fechas en donde las previsiones sobre la contratación de personal que manejan este año no son tan halagüeñas. La razón principal de esta falta de optimismo es que se augura un enfriamiento en línea con un contexto económico marcado por la inflación, la incertidumbre y el endurecimiento de la política monetaria. Por supuesto que se venderá más y habrá más empleo, pero a tasas desaceleradas. No obstante, pese a que la inflación ha moderado su crecimiento, el propio Banco Central Europeo, señala que el riesgo de recesión en la zona euro ha aumentado y, por lo tanto, se seguirá en la senda del crecimiento de los tipos de interés, debido a que es poco probable que se reduzcan los precios de forma contundente, teniendo claro que parte de la dificultad se centra en las grandes disparidades entre los Estados miembros, lo que convierte la política del propio Banco Central Europeo en demasiado severa para unos y suave para otros. 

Para empezar, es posible que muchos incentivos fiscales desaparezcan, no tanto porque no sean necesarios, sino por el coste de su puesta en marcha. Parece ser que parte de las bonificaciones serán trasladadas única y exclusivamente al campo profesional y productivo. Dicha decisión podría parecer correcta siempre y cuando se establezcan los controles oportunos para que termine por afectar a la baja los precios finales de venta al público y así evitar suspicacias innecesarias. Por otro lado, la denominada expresión “café para todas las partes” puede que tampoco sea la más adecuada, de ahí que se tenga que referenciar a los niveles de renta de la unidad familiar a la que se pertenece, beneficiando solo a quien realmente lo necesita. Es decir, progresividad de las compensaciones y traslado al precio final serían las dos condiciones no solo necesarias, sino imprescindibles a la hora de plantear soluciones paliativas respecto al poder adquisitivo.

Y son paliativas porque el origen del mal, si se permite la expresión, no ha sido atacado. Tenemos una estructura necesitada de reformas estructurales profundas que, como no da tiempo cada cuatro año de acometerlas, la función “popularidad” de los gobiernos termina por sustituir a la política útil y necesaria, ejecutando simplemente lo que mejor suena y menos coste electoral genera, en lugar de ser contundente incluso siendo impopular. Pero es que la impopularidad merma votos. Por esa razón, para minimizar el impacto hay que generar un sentido sobre las decisiones tomadas. Y sobre todo hay que explicar que se ha buscado la solución más beneficiosa o la menos perjudicial posible.

Tengamos en cuenta que el posible enfriamiento de la campaña de compras relacionadas con las fiestas y sus posteriores rebajas puede ser la señal de una actividad económica que se desacelera y la primera respuesta de las familias frente a un 2023 que va a exigir apretarse el cinturón y desempolvar la austeridad. Esto no significa que se pretenda enfriar los sentimientos de paz y amor, pero sí el tener los pies en el suelo, no vaya a ser que la ilusión y la magia venidera se convierta en carteras llenas de telarañas. Por ello, disfrutar sí, pero con cabeza, sabiendo que el día después también existe. Y es muy probable que sea exactamente igual que el anterior porque pese a que las consecuencias puede que hayan cambiado, las causas no.

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