Colocarse

Leer los periódicos se esta convirtiendo en actividad de riesgo: ayer pensé que me habían puesto alguna sustancia alucinógena en el café con leche. La Provincia se destapaba anunciando que Bravo de Laguna había sido rechazado por Ciudadanos, donde quiso aterrizar después de ser rechazado por el PP, y antes de intentarlo de nuevo por Compromiso. La Opinión, por su parte, nos contaba que el ínclito Fernando Ríos, ex comisionado paulino para la perforación de licencias de radio y el taponamiento de pozos se nos ofrece como candidato de Podemos a la presidencia regional. Como guinda y remate, Alpidio Armas, presidente socialista de El Hierro, advertía desde el Diario de Avisos que si le tocan mucho las narices se apunta a la kermesse de Curbelo.

Algo tiene la vida pública que –a pesar de esos horarios agotadores de los que nos hablan, de esa pérdida de vida familiar de la que tanto se quejan, esos salarios mucho más bajos que los de la empresa privada (no lo veo), esos desplazamientos y viajes agotadores, y esa vigilancia intensiva de los medios y los enteros sobre la vida privada de los políticos, sus bienes y sus enjuagues-, a pesar de todo eso, nadie quiere renunciar a seguir en el machito. La crisis del sistema político español, del que son responsables principalmente quienes han tenido alguna rol en éste circo, debería ser el momento para dejarlo. Pero aquí nadie asume culpa alguna en la catástrofe. Ni los medios han hecho la más mínima reflexión sobre su propio papel en el enfangamiento de lo público, ni los partidos han revisado esas normas y mecanismos que convierten la política en una actividad marciana, ni mucho menos quienes llevan años instalados en la cosa han sido capaces de asumir que algo tendrá que ver con ellos la opinión hipercrítica que el personal ha desarrollado hacia las formas y costumbres de la democracia española.

Si lo de Bravo, un provecto jubilado que debería estar llevando a sus nietos al cole, resulta pura desesperación (¡qué ganas de seguir el tío!), lo de Fernando Ríos es la traca. Del paulinato a Podemos sin escalas conocidas. La realidad no existe para ellos. Por eso, después de remover el café y los periódicos, llegué a la cuenta de que no soy yo el que está colocado, sino ellos los que quieren volver a colocarse a toda costa.