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La singular pintura de Jorge Oramas. Y dos centenarios
El talento consustancial y el autodidactismo ejercido, fueron los dos valores artísticos fundamentales, con los que el joven José Jorge Oramas, ingresó en la Escuela Luján Pérez, en 1929. La aptitud es marchamo ungida por la propia Naturaleza en cada ser, siendo un factor humanista innato, que viene marcado en el ADN de los señalados para el arte ?nunca aprendido, y jamás enseñable?, y la autoformación, de carácter diferenciadora e intuitiva, se pule con el oficio del trabajo constantes, duro y entregado, y ésta marcará el estilo del artista, cumpliendo los designios interiores de la sensibilidad de cada creador plástico. El autodidactismo y la libre expresión plástica, como normas imperativas, las encontró Oramas en la Lujan Pérez en fértil abono, porque eran, y siguen inmutables en la actualidad en sus principios, una de las máximas de sus mentores fundacionales, en las premisas pedagógicas de la misma: carencia de temas y reglamentos academicistas; libre manifestación artística y autoformación; taller experimental, sin programas a desarrollar, que cortara la concepción autónoma de los libertarios creadores plásticos. Y solo, recibiendo el consejo oportuno, sin imposiciones extrañadas a la sensibilidad del pupilo, por el maestro-monitor.
El arte pictórico de Jorge Oramas, se caracteriza por el desarrollo de un dibujo autoaprendido, bajo las propias emociones y sentires del artista, cuasi servil al modelo, pero interpretado por sus particulares maneras de verlo y entenderlo, en los cánones de su crisol espectral. Y este ha sido el dibujo de Oramas: visto desde un esquemático idealismo representativo. El animismo del color local de los paisajes, naturalezas muertas o retratos, queda connotado desde su singular atalaya, en la libertaria versión de la realidad del entorno oteado, sin someterse a los dictados de la copia tal cual. Por lo que, la objetividad del paisaje o figuras contempladas han sido trastocadas quiméricamente, manipuladas mentalmente por la fruición contemplativa de su sino estético, supeditado siempre a los criterios sensitivos del propio artista. Por ello, los cuadros representan originariamente unos motivos vistos; empero, al ser pasado por el tamiz de la sensibilidad y el lenguaje plástico de Jorge Oramas, han quedado subrepticiamente subjetivados por mor del pintor en su único ver.
Las sensaciones recibidas en cada una de las obras de Oramas, y complementada en la totalidad del conjunto, han sido concebidas desde una particularizada visión interna. Sin parangón, porque cuando se manifiesta el arte desde el propio sentimiento personal, alejado de todo servilismo subyugado, a las imágenes y academicismo trasnochado, de la realidad que se quiere conceptuar, el artista se despoja interiormente, y aviva el otro ego oculto, y ante las más puras esencias del arte en sus intenciones místicas. Y ello queda patente en los óleos del joven pintor.
La visión de Jorge Oramas ante los elementos naturales en el contexto vivido, ha sido la de sintetizarla de manera intuitiva, con la aplicación de fórmulas experimentales, del laboratorio expresionista de la propia cocina ?unipersonal? del artista. Para ello, simplifica las formas de las figuras a su máximo exponente; o mejor, a su mínimum en el lenguaje dibujístico. Con esta simplificación extrema, ha sido, quizás, un precursor de las mínimas representaciones de las figuras y sus formas, de los Minimalistas, que como movimiento plástico tuviera vigor, a partir de las década de los setenta en todo el mundo de la plástica; y derivado éste, hacia todo las factorías de la creación, en funciones de la modernidad y de la industria. El “menos es más”, que fundamentaron los Minimalistas en el arte. Podemos decir que Oramas fuera un precursor, sin intención premeditada, para anteponerse a la mínima dicción de las figuras, o máxima simplificación de las formas de los elementos.
La aplicación cromática en las pinturas del joven pintor (que no traspasó el umbral de los 25 años), está generada por una visión interiorizada, anímica e intuitiva, sin basarse en ningunas de las reglas académicas, en la concepción del color en sus cuadros. Conjuga la pintura, en su corta pericia de oficio, en la maceración cromática por medio de una básica mixtura, careciendo en el trazado de posibles matices existentes en los elementos vistos. Predomina el impasto en casi todas sus capas en pinturas gruesas, de relieves, y a pinceladas. Se deduce en el análisis, que técnicamente tampoco el color blanco oleoso ?catalizador de la obra en sus planos, sutileza y visión de profundidad?, generara las mezclas y efectos propicios en su uso, por lo que el color es aplicado en estado próximo a la pureza, en todas las manchas de los cuadros y desde el primer plano hasta el último. La luminosidad, es otra de las características, en las que el resol que identifica la luz canaria queda muy contrastado y conseguido en la interpretación subjetivada. Y las composiciones son de tipología propia, en la que el artista busca el ángulo más estético, bajo los dogmas de su individual entendimiento sensible. En ellos predominan los equilibrios asimétricos en el conjunto, dando la sensación de sosiego y de solidez en las figuras. De los colores plasmados, el artista tiene predominancia y tendencia al uso repetitivo, de los ocres, verdes y rojos, sobremanera en sus paisajes rurales, como más acordes, e inexorables en su uso, a su marcada sensibilidad.
Jorge Oramas, de no haber sido producto de la parca asesina, por enfermedad tuberculosa, hubiese sido, en su lógica evolución conceptual y técnica, uno de los más destacados artistas de la plástica de nuestro País. Pero la innombrable y detestable guadaña, madrugó muy tempranamente, para segar el cuerpo del prometedor artista, llamando vilmente a la puerta de su vida. La envidia, ante tan grande artista, superó a la parca y no quiso darle una oportunidad de longevidad y de éxitos en el arte.
Teo Mesa
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