Espacio de opinión de Canarias Ahora
Tiempos de (errados) Manifiestos
El más famoso es, probablemente, el Manifiesto Comunista, que tenía autores, Karl Marx y Friedrich Engels, y que comienza con “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en una Santa Alianza para acorralar a ese fantasma”. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, han pasado casi 170 años, y el comunismo no pasa por sus mejores días. La experiencia soviética acabó mal y su autoritario modelo ni era igualitario, ni respetuoso con el medio, ni impulsor de los derechos humanos.
Mientras, paradójicamente, se incrementan las desigualdades sociales y aumenta el hambre en el mundo: 815 millones de personas infra alimentadas en 2016 frente a los 777 millones de 2015, según datos de Naciones Unidas. Y el capitalismo, en feroces versiones, arrasa con el planeta y mantiene empobrecida a la mayoría de la humanidad.
Aquí tuvimos un Manifiesto de El Hierro, impulsado en 1976 por personalidades de la cultura y que se atrevía a afirmar lo siguiente: “Nos declaramos plenamente solidarios con las reivindicaciones de las masas canarias. No creemos en una cultura al margen de las luchas sociales del pueblo. Autonomía, democratización de la cultura, libertad de creación y protagonismo popular son las herramientas con las que haremos nuestra auténtica revolución cultural”. Lo firmaban, entre otros, José Luis y Tony Gallardo, Antonio de la Nuez, Alfonso O’Shanahan, Juan José Gil, Martín Chirino, Manuel Padorno, Eugenio Padorno o Pepe Dámaso.
Me acordé de aquellos manifiestos porque en menos de una semana he visto tres sobre temas absolutamente distintos. El de mayor impacto, sin duda, el de personalidades de la izquierda española rechazando el referéndum del 1 de octubre en Cataluña.
Desde comienzos de la democracia, la publicación de Manifiestos ha sido una forma de aglutinar apoyos para concretas causas en la que se mezclaban los nombres de personas muy relevantes en el ámbito político y cultural con los de otras menos conocidas. Ocurrió con el referéndum OTAN, con el rechazo a la urbanización de Veneguera o con otras muchas causas de lo más variopintas.
El último manifiesto que recuerdo haber firmado (y contribuido económicamente para su publicación) fue uno solicitando a las fuerzas progresistas que pusieran en segundo plano sus diferencias y llegaran a un acuerdo de mínimos para gobernar en España. Hace año y medio de ello. El resultado, ya lo saben, no fue precisamente un éxito, PSOE y Podemos, Podemos y PSOE, andaban en otras cosas, y Rajoy continuó en La Moncloa.
Estafa
Pero vayamos a Cataluña y al Manifiesto 1-O Estafa antidemocrática que firman, entre otros, Miguel Ríos, Juan Marsé, Javier Mariscal, Isabel Coixet, Javier Marías, Rosa Montero, Juan José Millás o Rosa María Sardá. Y que llama a no votar ese primero de octubre, aunque todo apunta a que quienes quieran hacerlo lo van a tener bastante complicado.
Comparto muchas de sus críticas a la convocatoria de Puigdemont: falta de transparencia, marginación de la oposición en el forzado trámite parlamentario o el hecho de que no se establezca un imprescindible mínimo de participación para dar validez al resultado. Yo defiendo la vía canadiense, la conocida como Ley de Claridad en el caso de la provincia de Quebec (Canadá). Y que exige una pregunta clara en la consulta, que no lleve a engaño alguno, y una mayoría reforzada para considerar el referéndum favorable a la secesión.
Pero no comparto otras aseveraciones del documento. Como cuando señalan que las fuerzas que lo apoyan representan solo el 36% del censo electoral. En primer lugar, porque fuerzan el argumento al comparar con el censo no con los votos emitidos en las últimas catalanas (¿lo hacen igual con los resultados de unas generales? ¿qué tanto por ciento del censo representa la izquierda española?) y que dieron a los convocantes –Junts por el Sí y la CUP- el 48% de los sufragios y la mayoría parlamentaria; y, por otro, y sobre todo, porque dejan de lado que los distintos estudios señalan que más de un 60% de los hombres y mujeres de Cataluña defiende y estaría dispuesto a participar en una consulta de este tipo.
Por otra parte, echo de menos una referencia más crítica a la responsabilidad del PP en lo que hoy sucede en Cataluña. Me refiero al daño causado por su campaña de recogida de firmas contra el Estatut (reconocido hasta por dirigentes y ex ministros conservadores), su recurso al Tribunal Constitucional y el resultado de una notable reducción del autogobierno, tras haber sido aprobado por dos tercios de la Cámara catalana, por su ciudadanía en referéndum y por el Congreso de los Diputados. Además de los efectos de distintas campañitas mediáticas plenamente catalonofóbicas, como las que propugnaban un boicot a los productos catalanes.
Y, en fin, la gente que se autodenomina de izquierdas debería reconocer que si bien se equivoca Puigdemont con su unilateralidad, tampoco el Estado ofrece ninguna salida al actual conflicto territorial, mientras que en otros países hemos visto como se ha autorizado un referéndum en condiciones, caso de Escocia. ¿Hay alguna posibilidad de que los catalanes puedan expresar su opinión en un referéndum pactado con el Estado?
Además, considero que el Manifiesto era una oportunidad para tender puentes, para plantear que puede haber salidas a la actual situación, y no solo para soltar una desmedida bronca a los catalanes soberanistas. Algo está pasando cuando casi un 75% de los ciudadanos y ciudadanas de esa comunidad, entre independentistas, federalistas o autonomistas, desean un cambio de status, mayor autogobierno, y no comparten el actual modelo de relación entre Cataluña y España.
Por cierto, ni una línea del presuntamente izquierdista manifiesto a la entrada en imprentas y periódicos, a la prohibición de mítines o el encausamiento de 700 alcaldes, presagio de las posteriores detenciones por razones políticas que suponen un salto cualitativo en la represión, propio de épocas pasadas; y que, con toda seguridad, ayudarán a mejorar el clima político en Cataluña.
Claro que es mucho peor, bastante más lamentable, el manifiesto que firman 200 docentes universitarios, entre ellos algunos canarios, que califica de “ilegal”, cierto, y de “ilegítimo”, más dudoso, al referéndum; y que pide poner “ante la justicia a los responsables de este atropello a la democracia”, haciendo que recaiga sobre ellos “todo el peso de la ley” y a usar “la fuerza legítima del Estado”, que no sé si quiere decir a que los tanques entren por la Diagonal. Todo muy reflexivo, muy universitario, muy conciliador y muy intelectual.
Mucho me temo que, al final, el Manifiesto solo supone, por la forma que fue redactado y presentado, un balón de oxígeno para Rajoy –que se llevó posteriormente un revolcón parlamentario con el fracaso de la propuesta de Rivera- y una posición nada equidistante de sus promotores y firmantes. Y que dificulta las relaciones entre la izquierda española y catalana. Me gustaría, no alberguen la menor duda, estar completamente equivocado.
Y una anécdota. Los impulsores formales del mismo son, curiosamente, los integrantes de un grupo denominado Recortes Cero, tras el que se esconde el partido marxista-leninista-maoísta Unificación Comunista de España. De enorme éxito electoral: en los últimos comicios generales sacaron el 0,22% de los sufragios, mejorando, eso sí, el 0,19% de diciembre de 2015. En las catalanas de ese mismo año les fue mejor y alcanzaron el 0,35% de apoyo popular en las urnas.
Reforma electoral
Otro que se esconde es Podemos. No en el tema catalán, donde con algunos conflictos y contradicciones internas han sido más atrevidos que el resto de la izquierda española; y nada entregados a la estrategia de Rajoy, desde luego.
Me refiero a su formación en las Islas, que lo hace, lo de esconderse, con un manifiesto por un sistema electoral canario más “democrático, justo e incompatible con el insularismo”. Y que suscriben cargos políticos de la organización morada –Meri Pita, Javier Doreste, Carmen Valido, Concepción Monzón, Natividad Arnaiz, entre otros- así como militantes, simpatizantes y votantes. Tanto que hasta parece un Manifiesto de Podemos.
Hubiese sido más preciso, justo y acorde con la nueva política, denominarle Manifiesto de Podemos sobre la reforma del sistema electoral canario. Por cierto, no veo firmas relevantes de la gente de Sí Se Puede, que tienen varios representantes en Parlamento de Canarias, Cabildo de Tenerife o distintos ayuntamientos. No hay que pensar mal. Casualidad, seguro.
Y si las formas no brillan demasiado, los contenidos tampoco. Primero, por presentar una propuesta tan cerrada -dos diputados por isla no capitalina y 50 en lista canaria- que contribuye poco al imprescindible acuerdo entre fuerzas bien distintas que se precisa para sacar adelante el tema. Y despreciar, como hacen, el tema de las barreras y la representatividad de Tenerife y de Gran Canaria resulta ingenuo, cuando no ofensivo.
Sacralizar la lista canaria (de 50 escaños, en este caso) es otra presunta verdad más que cuestionable. ¿Es menos presidenta la líder del Gobierno balear, Francina Armengol, por no haber sido votada en el conjunto de su Archipiélago? ¿Y Urkullu o Puigdemont que se presentaron en sus respectivas circunscripciones y no en el ámbito nacional vasco o catalán? ¿No lo sería Pablo Iglesias, al que votan solo en Madrid, en caso de ganar unas generales por mayoría absoluta? Además, si aplicamos el esquema a nivel estatal, Canarias se quedaría con dos o tres escaños. O estómagos agradecidos, perdón.
Sí, lo digo porque afirman, por otra parte, que aumentar el número de diputados solo hace crecer el número de “estómagos agradecidos”. Una aseveración que resulta más propia de un grupo anarquista o antisistema, no de una organización política que tiene siete escaños en el Parlamento canario y que, supongo, no se considerarán a sí mismos de esa manera; y no deberían hacerlo con el resto. Desprestigiar la política y a quienes la ejercen resulta propio de beppes grillos italianos o de la extrema derecha, no de fuerzas progresistas y transformadoras.
La propuesta de Podemos (que recoge la del profesor Antonio González Viéitez en su integridad) mejora la proporcionalidad en la representación con esa lista canaria de 50 escaños. Y permite ganar en pluralidad respecto a la situación actual, pues se incorporarían a la Cámara tanto Ciudadanos como Unidos.
Aunque curiosamente, si tomamos como referencia los datos de 2015, y por el efecto de excluir a las islas más pobladas del reparto de escaños insulares, resulta una propuesta beneficiosa para CC (sacaría 4 de los 10 en liza, por 3 del PSOE, 2 de ASG y solo 1 del PP) que con menos votos que CC y PP saca tres escaños más que los conservadores e iguala a los socialistas.
Con la misma el Parlamento –siempre ateniéndonos a los datos de 2015- quedaría así: PSOE (14), CC (14), PP (11), Podemos (8), NC (6), Cs (3), Unidos (2) y ASG (2), hasta un total de 60.
Esta propuesta de Viéitez guarda algunos parecidos con la del profesor y sociólogo Miguel Guerra, que propone 21 escaños insulares (tres por isla) y 49 autonómicos (en los que habrían de concurrir las personas candidatas a la Presidencia del Gobierno), hasta llegar a 70; aunque este añade el detalle de que los diputados y diputadas insulares serían elegidos de forma parecida al Senado en las islas capitalinas, optando cada elector solo por dos de los tres que representarán a la isla.
Una y otra son muy interesantes desde el plano teórico, como algunas más que se han venido planteando en el período reciente, pero me temo que inaplicables en el práctico. Tengo la impresión de que ningún territorio insular va a permitir una disminución de su número actual de parlamentarios, lo que creo afectaría a todas las formaciones. ¿Aceptaría Podemos Lanzarote quedarse sin representación en el Parlamento?
Como se sabe hay más de una docena de fórmulas planteadas para modificar nuestro actual sistema electoral y hacerlo más democrático, impidiendo que queden fuera de la Cámara fuerzas con suficiente apoyo popular –como le sucedió a Ciudadanos en 2015 por quedar ligeramente por debajo del 6%- y mejorando la proporcionalidad, que hoy perjudica notablemente a las islas más pobladas. La de Podemos es una más. Y me temo que no la mejor.
Pero, sobre todo, si se quiere llegar a un acuerdo, nadie puede pretender imponer su modelo, sino buscar puntos de encuentro, rebajando las posiciones propias, para que la modificación sea posible. Lo contrario es prolongar el continuismo. Cada propuesta cerrada es una enorme carcajada en la sede de CC que se las promete muy felices por los desencuentros de la oposición. Plantear aquí aquello de “el que no cambia todo, no cambia nada” es apuntarse al fracaso y a la consolidación del actual e injusto sistema.
Manifiesto mi pesar con uno y otro Manifiesto, pero especialmente, por su relevancia, con el de personalidades de la izquierda sobre Cataluña, tremendamente escorado, insensible con las realidades nacionales plurales que conviven en España e incapaz de abrir puerta alguna al diálogo y a salidas políticas, estar completamente decepcionado. Malos tiempos para la lírica. Y para los manifiestos.
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora