Bajo torturas

Bush quiere, además, conocer la vida y milagros de los parientes del pasajero que decide viajar a Estados Unidos, pero la vieja Europa se resiste.

La noticia saltaba a la prensa, a través de The Guardian, el mismo día que los fiscales militares del Pentágono (perdón por la reiteración, pero la considero conveniente) anunciaban sus peticiones de condenas de muerte para los presuntos autores de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Fue exactamente por esos terribles sucesos por los que Bush y sus cómplices europeos (Aznar y Blair) pusieron en marcha la estrategia opuesta a la alianza de civilizaciones, su lucha contra el mal. Y de paso, contra las libertades.

Esa encarnizada cruzada desembocó en la invasión de Irak, donde ya han muerto más norteamericanos que los que fallecieron en las torres gemelas (del resto de nacionalidades he perdido la cuenta), y ha conducido a una reducción drástica de las libertades individuales en prácticamente todo el orbe. Ha valido, entre otras cosas, para que los que se van a sentar en el banquillo de los acusados hayan confesado sus crímenes bajo torturas producidas en la base norteamericana de Guantánamo.

Sus abogados ya se han quejado públicamente, pero me temo que la opinión manipulada mundial ya ha condenado a sus clientes. Y hasta perdona ese desliz tan infrecuente en la CIA de violar los derechos humanos para un fin tan noble como la democracia. Americana.