Espacio de opinión de Canarias Ahora
El tremendo 'cross' de Pablo
Todo se estaba desarrollando siguiendo la técnica cinematográfica de montaje de Alfred Hitchcock. Expectación, ansiedad, tensión, miedo … suspense conseguido a través del salto cada vez más acelerado entre narraciones paralelas usando el cambio de plano por corte. Rápido, rápido, cada vez más rápido. Todo el país estaba pendiente. En el cuadrilátero, sentados frente a frente, Sugar Ray Robinson y Jake LaMotta. Muchas veces se habían visto las caras formadas y deformadas. En una ocasión en Detroit, hábitat del soul, alma de la música negra hospedada en la Tamla Motown. Pero, ahora vivíamos el 14 de Febrero de 1951 y se veían por sexta vez para el título mundial de los pesos medios. El combate fue publicitado como La masacre del día de San Valentín. Entre el público y en las primeras filas estaban Frank Sinatra, Nat King Cole, Joe Louis ... más lejos, Robert de Niro y Martin Scorsese que buscaban un guión para 'Toro Salvaje'. Dicen las crónicas que fue De Niro quién, apropiándose de las palabras de Harry 'El Sucio', en un momento de silencio gritó: “¡Alégrame el día!”. Y cuentan que, de inmediato, “Robinson boxeó desde fuera a LaMotta durante los primeros diez asaltos, lanzando a partir de entonces fuertes combinaciones durante los siguientes tres asaltos que noquearon a LaMotta por primera vez en sus 95 combates profesionales”. Nockaut técnico en el asalto número 13“.
Pablo se había entrevistado con el monarca. Mero protocolo. Lo realmente importante fue la llamada telefónica al Rey, a Sugar Ray, que viajaba por toda Europa en su Cadillac color rosa. Pink Cadillac. Acaeció entonces, después de colgar y no antes, cuando el líder de Podemos lanzó un tremendo 'Cross' sobre el adversario que se encontraba en Ferraz o Dios sabe dónde. El 'Cross', considerado por muchos expertos como el golpe más letal del boxeo, impacta con mucha fuerza y velocidad en puntos estratégicos del físico enemigo. Eso fácilmente puede desestabilizar al contrincante. Hacía siglos que no se había visto en el país una estrategia tan bien dibujada. Hacía muchos años que la política se limitaba al continuismo, a alienar a la sociedad civil y a un siempre pactado 'ahora me toca a mí'. Pablo Iglesias, sin quitarse la camisa ni ponerse la chaqueta, propone al socialdemócrata Pedro Sánchez un acuerdo para gobernar España. Sánchez sería el presidente del Ejecutivo y él, el vicepresidente. Parece una opción razonable, dicen que dijo. Y así fue como lo dijo porque yo lo vi. IU participaría también en la entente y algún partido más - no nombrado - para lograr la mayoría necesaria que impone la ley. El tremendo 'Cross' es encajado de inmediato por Sánchez acudiendo a la fina ironía. Y dicen que dijo y lo dijo porque asimismo lo vi, que andaba en sus cosas cuando de repente se encuentra presidiendo el Gobierno de España. Otros comentaron que había que hablar de programas y secesiones y, como siempre, los más primitivos y simplones entonaron cánticos autocomplacientes y triunfales alusivos a la consecución de un consejo de ministros 'de izquierdas'. Consecuentemente, de una nueva política para un viejo país camino de convertirse en material de desecho.
No es el análisis la muestra y explicación de lo aparente y evidente. No. Es establecer el eje y girar la moneda para apreciar qué hay detrás. Buscar el libro lleno de telarañas y abrirlo. Pasearse por el lado salvaje porque contigo aprendí a ver la luz del otro lado de la luna. La mortífera ejecución de Pablo semeja un misil balístico con varias cabezas nucleares. La más potente la introduce por la ventana del decadente PSOE con un gesto propio del Vizconde de Valmont: arroja el pañuelo de batista – acaso hubiera sido elegante decírmelo, pelillos a la mar – al rostro de un Pedro que tiene sus principales enemigos en esos tiburones 'grandes blancos' que, con el nombre de 'barones', trabajan de conspiradores, quintacolumnistas, correveydiles, alcahuetas y celestinas en una intrincada red clientelar donde el que no chupa, mama, y que, a más a más, son voces de amos en la sombra. Así han acabado los partidos/sectas que han viajado por la historia y en ella han dejado más que ejemplo, degeneración. Iglesias insistió en el reto. Chupa batista Pedro y muestra el sable o el florete: “Que diga Sánchez quién manda en el PSOE”, cuestión tan compleja como el hallazgo de la Piedra Filosofal, el Vellocino de Oro o el logro de la cuadratura del círculo.
Pero otras dos cabezas atómicas tomaron diferentes direcciones, consecuencia del impacto del vector principal. Rajoy habla con Felipe VI – en esta ocasión no utiliza el plasma - y, como siempre hace obligado por sus fuertes carencias, no va más allá de lo que es vox populi: no tiene apoyos y declina presentarse como candidato. Se niega a pagar también la cama. En cuanto a Sánchez, tampoco quiere exponerse a fatales votaciones. Asimismo declina presentarse como candidato. ¿Punto muerto? ¿Cul de sac?
No lo creo. Nadie quiere que se repitan las Elecciones Generales y el 'régimen del 78' tampoco está por permitir lo que algunos vintage han calificado ya como un nuevo Frente Popular, al no entender que República no significa II República sino modelo de Estado. Volvemos pues a Hitchcock y sus delirantes encadenados. A mi juicio, y es muy arriesgado emitir un juicio cuando los acontecimientos dan zancadas de nanosegundo, las baronías de los autodenominados socialistas intensificarán su acoso a Sánchez, inspiradas por la crueldad y ambición felipista asusanada. Felipista de González sin número. Liquidando a Pedro podrá llegarse a un acuerdo con el PP. Pero la derecha alianzapopular debe también entregar una cabeza. No puede ser otra que la de Rajoy, un apestado que lleva a Bárcenas dentro de los calzoncillos y que es el obstáculo central para que el partido pueda entenderse con el PSOE con una mayoría absoluta asegurada.
Ya no están Sugar Ray Robinson, ni Cassius Clay. Tampoco Mike Tyson, Rocky Marciano, Joe Louis, Jake LaMotta, Jack Dempsey, Oscar Ringo Bonavena, Julio César Chavez, Evander Hollyfield … ya no hay nadie que pueda brindar un golpe para el K.O. Así que me acercaré a finales del siglo XVIII para extrapolar unas palabras de Robespierre ante la Asamblea Nacional: “El rey debe morir para que viva la nación”. Luis XVI había sido detenido en Varennes y la guillotina le separó la cabeza del tronco. En el asunto que nos ocupa, el monarca no corre peligro. Por contra, las cabezas de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy posiblemente estén a punto de entrar en el corredor de la muerte. Es muy difícil, casi imposible, que una dictadura de partidos se suicide. Cuando deja el poder, lo hace a machetazos, muriendo matando, practicando una política de tierra quemada. PSOE y PP buscarán consenso y continuidad. Pablo, por su parte, aunque lo tiene muy difícil, debe seguir entrenando con sparrings de categoría para buscar que los jueces le den vencedor y afrontar ese cambio que realmente cambie algo o, finalmente, nos lleve a la desesperación. Me voy. ¡Hasta el próximo nanosegundo!
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