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Cambalache

Cristóbal D. Peñate

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El nuevo presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo no será grancanario. Manuel Marchena ha dicho no. Y eso, en el lenguaje de Pedro Sánchez, significa que no es no.

Marchena, el grancanario Marchena, está considerado un juez de prestigio por casi todos, no solo porque fuera el magistrado más joven que llegó a la presidencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, sino porque parece que el hombre es un diamante pulido y brillante.

Tiene, eso sí, el sambenito de que es de perfil conservador. Y el que dice conservador dice afín al PP, aunque él, en el comunicado que distribuyó ayer para anunciar su decisión de renunciar al puesto, reivindicara vivamente su independencia.

Marchena era el candidato pactado por PSOE y PP para presidir el Tribunal Supremo y el órgano de gobierno de los jueces. Se desveló la semana pasada y él no salió a la palestra para desmentirlo. Sin embargo, tras la metedura de pata del portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, remitiendo a sus colegas su alegría por guasap por conseguir tener controladas las salas supremas de los jueces, nuestro hombre en Madrid consideró oportuno renunciar a un cargo que es el soñado de cualquier juez.

Es mosqueante que nuestro paisano no cortase por lo sano desde el principio de la chapuza, cuando hace varios días se publicó que era el candidato del pacto de los dos principales partidos. Si en ese momento calló, también otorgó. Si ahora quiere reivindicar su independencia profesional, no se explica por qué no lo hizo la semana pasada, cuando todos denunciaron el chanchullo político judicial.

Fue el típico cambio de cromos: el PSOE cedía el nombramiento de un presidente conservador afín al PP a cambio de que la mayoría de los vocales fuesen cercanos al PSOE. Los políticos manipulan a los jueces y muchos de estos se dejan manipular por los políticos a cambio de buenos cargos para añadir al currículo. Los jueces son cómplices de ese desaguisado.

Ahora, tras su renuncia, hay asociaciones de jueces y de fiscales que lo aplauden al entender que su gesto le honra y dignifica a la justicia. Yo no lo creo. Si Marchena hubiese renunciado antes habría sido más fácil creer que lo suyo fue por dignidad. Él sabía del chalaneo parlamentario y no dijo nada. Lo dice ahora después de la frase impresentable y caciquil de Cosidó. El juez ha renunciado, pero aún estamos esperando la dimisión del senador.

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