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Gobierno Rajoy: Just following orders por Octavio Hernández

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Detrás de esta imagen de conjunto, la evidencia ?redundante- es que tenemos un gobierno de auténticos esbirros y lamebotas, confirmando, una vez más, que el Partido Popular es un apéndice político paraestatal de los Acuerdos Hispano-Norteamericanos de 1953, sucesivamente renovados y cuyos apartados secretos representan la configuración de la península Ibérica como una provincia imperial de Estados Unidos en Europa. A esta situación el PSOE sólo ha opuesto históricamente matices para guardar ciertas formalidades vergonzantes, que lo han convertido en un instrumento más refinado que los brutos tardofranquistas del Bienvenido Mr. Marshall, pero cuyo resultado político ha sido siempre el mismo: el aborto de una auténtica soberanía popular configuradora de una verdadera democracia autodeterminada, como lo fue la II República, y el fracaso del estado multinacional español en la creación de una auténtica soberanía nacional española. Nada más y nada menos. La soberanía por la que se ha matado dentro y fuera del País Vasco, resulta que no tiene ningún valor cuando se trata de concesiones a Estados Unidos. Los españolísimos de la diarrea patriotera del PP se comportan como los conservadores puertorriqueños que suspiran por una estrella para su capitidisminuido Estado Libre Asociado en la bandera gringa. Les duele en el alma no haber nacido americanos y cuando hacen pasillos en Nueva York o Washington siempre dan trabajo a los hispanos del servicio de limpieza, pues van dejando un inconfundible rastro de babas resbaladizas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces: cuanto más grande la bandera roja y gualda, más se arrastran a los pies de las barras y estrellas.

Si alguien se pregunta cómo se gestó la reforma laboral y las otras que aún están por aprobar, debe entender que el juego en que anda Rajoy es la imitación pura y dura del mercado laboral norteamericano que, dicho sea de paso, gestaron los gángsters y el hampa mezclados en los gobiernos demócratas y republicanos del siglo XX, extirpando a sindicalistas y comunistas de la lucha de clases, primero en la propia Norteamérica y después en América Latina. Ahora quieren hacer lo mismo en Europa. Para Estados Unidos, la involución neoliberal de Rajoy significa poner una pica en el apenas incómodo modelo social europeo, que empieza a resquebrajarse gracias a estos servicios del Partido Popular. La reforma laboral española es un Tomahawk teledirigido para volar la protección social en la Unión continental que no hace mucho era tenida en estima como la esencia de la ciudadanía europea.

A Estados Unidos no le gusta la deslocalización industrial en China, no le gusta depender tanto de los chinos, situación identificada como el mayor riesgo estratégico. Las empresas se deslocalizaron en la última década debido a que, cuando una multinacional produce algo en China, los costes laborales resultaban tan bajos que sumado el gasto de transporte hasta el consumidor aún era muy rentable y se podía vender a precios de dumping frente al mismo producto elaborado en un país occidental. El vacío productivo que dejaba este traslado hacia China (producción) e India (diseño), lo llenó aquí la burbuja inmobiliaria, que absorbió a dos generaciones de proletarios expulsados del sector industrial con las reformas de los gobiernos de Felipe González. Ahora tenemos una visión de conjunto porque con la recesión se ha cerrado ese ciclo económico largo y podemos, por fin, entenderlo.

El momento actual se explica porque Estados Unidos quiere que España se parezca más a Marruecos, de manera que algunas de las plantas industriales que ahora tiene en China puedan instalarse en territorio español, así como otros negocios vinculados a las grandes fortunas norteamericanas. Este sería el proyecto de recapitalización de la economía española del Partido Popular, proceso cuyo requisito imprescindible es destruir el precario modelo social construido por los gobiernos socialdemócratas del PSOE a imitación rácana de los sistemas de protección social europeos. Alemania y Francia, gestores de la deuda soberana española, no pueden estar más de acuerdo, pues sus bancos sólo pueden beneficiarse de este proyecto. Se trata, en realidad, de un programa transatlántico de interés tanto norteamericano como franco-alemán y, por lo tanto, la OTAN se erige en sistema de defensa en el improbable caso de que las reformas y la depauperación masiva levanten un desorden social de carácter violento, como en 1931 y 1934. Estamos siendo intervenidos económicamente y, si nos resistiéramos y echáramos abajo la monarquía parlamentaria rehén de Washington, Berlín y París, seríamos intervenidos militarmente. Dicho así, a bocajarro, suena fatal, pero de mi no esperen vaselinas.

El objetivo de esta agenda es claro: lograr que los costes laborales y de cercanía de la producción española sean competitivos frente a la suma de los costes laborales y de transporte desde China, de manera que la expectativa de una mayor tasa de beneficios favorezca el traslado industrial hacia España y disminuya la dependencia económica y financiera respecto a China, y sostenga un mercado occidental Atlántico y Mediterráneo frente al crecimiento exponencial de la cuenca del Pacífico. Así, tenemos a la vista una recomposición de las mutuas dependencias, previa a una era de intensificación del conflicto estratégico con China, que será ahora arrojada definitivamente al mismo bloque que Rusia lleva tiempo reconstruyendo bajo la égida de Wladimir Putin. Al final de este período se cierne una guerra mundial que las nuevas bombas nucleares tácticas hacen posible con costes sociales y ambientales asumibles dentro de los insensatos cálculos del capitalismo salvaje (la investigación y desarrollo de estas minibombas atómicas ha estado dirigido, precisamente, a hacer viable la guerra entre potencias, frente a la autodestrucción mutua asegurada de la Guerra Fría, que la impedía).

Si Rajoy se da prisa y Estados Unidos cumple, que es como decir que asume sus responsabilidades respecto a sus propios intereses estratégicos, es posible que Luis de Guindos tenga razón y consiga abrir una etapa de crecimiento económico que redundará en la creación de empleo y evitará, al menos de manera suficiente, el desgaste político y electoral del Gobierno Rajoy. Quién sabe. A cambio, los nuevos puestos de trabajo serán un término medio entre lo recogido en la anterior negociación colectiva hasta la reforma laboral, y las condiciones de trabajo de Marruecos o China, maximizando la proximidad al mercado y compitiendo en gastos de transporte.

La semana pasada, el candidato republicano Rick Santorum, que se disputa la candidatura de su partido para batir a Obama, llamó snob al presidente negro durante un meeting con ultras del Tea Party por pretender que “todo el mundo vaya a la universidad”. Fue un discurso muy, muy interesante, por la idea que manejaba: en Estados Unidos, dijo Santorum, hay millones de trabajadores manuales que están deseosos de hacer cosas sin necesidad de títulos universitarios. El candidato republicano, con tres títulos a sus espaldas, elogió la formación profesional extrauniversitaria como una virtud de la clase trabajadora, en dirección perfectamente contraria a nuestra inveterada consigna transicional de “El hijo del obrero a la universidad”. Oído cocina, pronto veremos al Ministro Wert entonar el mismo discurso recalcitrante y suicida (China produce 700.000 ingenieros al año): las esencias patrias pasan por ser un obrero obediente, pelota o capataz del empresario, que haga de chófer para llevar a los hijos del capitalista a los centros privados de enseñanza, pero aleccione a los suyos con la monserga de que mejor se busca un trabajo decente, en vez de ir a la universidad, y para eso nada como la FP o los cursillos de FPO... Quién sabe, los trabajadores españoles podrían acabar valiendo lo mismo que los trabajadores negros de los guettos de Estados Unidos, que sólo entran en la universidad estirándose debajo de una canasta o superando pruebas deportivas. Para ellos, Largo Caballero seguramente se les antojará un plusmarquista de postín, aunque no recordarán de qué remota Olimpiada. Vamos camino de algo de todo esto, con el inconfundible sello de la chapuza y la picaresca, la pandereta y el campanario, el toro de Osborne y el botafumeiro, el palo y tentetieso, o el tiro al plato de lentejas con sindicalista incluido, just-just following orders.

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