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CRÓNICA

La hostilidad a los inmigrantes culmina con una polémica encuesta del CIS

Llegada al puerto de Arrecife el miércoles de un niño de una embarcación rescatada por Salvamento Marítimo.

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Alberto Núñez Feijóo tiene claro de qué hay que hablar cuando se habla de inmigración. Lo que le preocupa es la seguridad. “Para los que llegan, porque se juegan la vida, pero también para los que estamos, porque los españoles tienen derecho a salir con seguridad a la calle”, dijo en julio como si hubiera una relación causa-efecto. Su portavoz parlamentario, Miguel Tellado, echó en cara a Pedro Sánchez que no estuviera pidiendo deportaciones de extranjeros sin papeles, “mientras Alemania e Italia hablan de deportaciones masivas”, lo que por otro lado tampoco están haciendo. El aumento de las llegadas a Canarias ha convencido al Partido Popular que la inmigración es el mejor asunto para dirigirse a los votantes de Vox y atraer su apoyo.

Esta semana, la encuesta del CIS ha vuelto a dar otro empujón a la preocupación que los españoles sienten por el tema. En tres meses, la inmigración ha pasado de ser la novena preocupación a la primera. La suma de quienes la eligen como primer, segundo o tercer problema ha pasado de un 11,2% en junio a un 30,4% en septiembre. Es imposible desligar ese salto de la ofensiva política del PP, de la hostilidad contra el inmigrante que forma parte esencial del ideario de Vox y de la cobertura de los medios de comunicación.

En este sentido, hay que ser realistas. Lo raro era que no se hubiera llegado antes a este punto a causa de los poderosos incentivos que sienten algunos actores políticos para enviar el mensaje de que estamos ante una emergencia nacional.

Nada como ir de lo general a lo concreto para despertar preocupación entre los ciudadanos. No es tan efectivo apelar a un obstáculo de forma abstracta –de ahí que el PP lleve tanto tiempo hablando de que “España se rompe” sin que eso le haya llevado al poder–, y sí lo es referirse a problemas concretos de la vida cotidiana. Por eso, Feijóo cree que es tan efectivo alentar el temor a salir seguros a la calle, relacionando directamente inmigración y delincuencia.

Es una forma de guiñar el ojo al votante para sugerir que cuantos más extranjeros haya en tu barrio o ciudad, más insegura será. Le gustaría hablar más claro, pero tú le entiendes. No quiere que le llamen racista tras hacer una afirmación veladamente racista.

La propia encuesta del CIS revela que hay una diferencia entre vender un argumento y que el votante lo sienta en su existencia personal. Por eso, la inmigración cae al quinto lugar cuando se pregunta a los ciudadanos por el problema que les afecta más “personalmente”. Feijóo pensará que aún le queda trabajo por delante.



La xenofobia es un tema recurrente en las intervenciones de Santiago Abascal en el Congreso. Preocupado por el descenso de Vox en las encuestas, forzó la ruptura de los gobiernos autonómicos de coalición con el PP, sólo un año después de su formación, utilizando precisamente la inmigración y la asistencia a los menores que llegan solos a España. “Usted destina 98 millones de euros sólo a la alimentación de los ilegales que llegan a Canarias en un año”, dijo a Sánchez en la última sesión de control, como si fuera una opción aceptable dejar a esas personas sin comida y abandonadas a su suerte.

Al igual que en las campañas electorales, Vox intenta enfrentar a los españoles con los extranjeros, como si el dinero que se dedica a los segundos se quitara a los primeros.

No hay ningún límite que no se pueda desaprovechar en esta cruzada. En el pleno del jueves de la Asamblea de Madrid, la portavoz de Vox, Rocío Monasterio, llevó al extremo su intento de criminalizar a los menores inmigrantes al referirse a “los machetes que compran estos menas” con el dinero que supuestamente les entrega el Gobierno madrileño de Díaz Ayuso. La presidenta pasó por encima de ese detalle y le acusó de “incendiar” el debate migratorio y de mentir.

El incremento de las llegadas de cayucos a Canarias es un hecho este año. 37.891 personas han llegado a España por vía marítima hasta el 15 de septiembre, según los últimos datos de ACNUR, lo que supone un incremento del 57% con respecto al año anterior. El aumento se debe a lo que está ocurriendo en el Atlántico. Las llegadas a Canarias desde puertos del oeste de África han sido 26.813, el doble que en 2023.

En algunos momentos, la cifra se dispara. Entre la noche del miércoles y la tarde del jueves, Salvamento Marítimo rescató a 589 personas que habían llegado a costa canaria en nueve embarcaciones, entre los que había 35 mujeres, 22 niños y un bebé.

Feijóo viajó a Roma el jueves para reunirse con la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, a la que ha presentado en varias ocasiones como un modelo de éxito. Este año, la cifra de llegadas por mar a Italia hasta septiembre (43.804) es superior a la de España (37.891), pero ha conseguido que haya descendido un 66%. La clave de ese descenso está en los acuerdos con Túnez y Libia a cuyos gobiernos se paga con fondos de la Comisión Europea para que controlen sus costas.

Después de un 2023 nefasto para sus intereses, con un incremento del 50% de las llegadas hasta alcanzar las 150.000, Meloni presionó a Bruselas para que le ayudara. Tanto ella como Ursula von der Leyen viajaron a Túnez con el dinero en la mano. 105 millones de euros.

El precio no se mide sólo en dinero. En el último año y medio, policías tunecinos han violado a centenares de mujeres migrantes subsaharianas, según ONG locales, en la zona cercana a la ciudad de Sfax, en la costa este de Túnez. Los aspirantes a llegar a Europa sufren el acoso constante de policías y de la población local en una región en la que se encuentran miles de ellos. Como ocurrió en Libia, las autoridades europeas son conscientes de estos abusos, pero están dispuestos a ignorarlos para que el acuerdo con Túnez siga en vigor.

La otra medida puesta en marcha por Meloni es el acuerdo con Albania para que interne en su territorio a los que pretendan solicitar asilo político. El pacto iba a ponerse en práctica en la primavera de este año, pero obstáculos legales y las reticencias de la población albanesa han hecho que Italia no haya podido aún enviar allí a un solo migrante.

Sobre el impacto político de los mensajes de la extrema derecha, no conviene olvidar que hay diferencias profundas entre España e Italia. El partido de Meloni fue el más votado con un 26% en las elecciones de 2022. Desde entonces, suele estar en los sondeos en torno al 30% de apoyos. Vox sacó un 12% en 2023 y aparece en muchas encuestas ahora con el 10%.

El gran aumento de la inmigración a España en los últimos quince años no llegó por Canarias o Ceuta y Melilla. Su gran puerto de entrada fue el aeropuerto de Barajas. Pero las imágenes que aparecen en los medios con las llegadas de marroquíes o subsaharianos en embarcaciones rudimentarias son las que dominan la cobertura y centran la atención de la gente. La ultraderecha no deja de emplear la palabra “invasión” para generar sentimientos racistas hacia esas personas.

Las imágenes condicionan a todos. También el orden de las preguntas a los encuestados. Paco Camas, director de investigación de Ipsos España, cree que el orden del cuestionario del CIS influye en las respuestas, como ocurrió en junio con el tema de la crisis de la vivienda.

Hay cinco preguntas dedicadas a las “desigualdades entre los países pobres y los países ricos” en el comienzo del sondeo. Una de ellas combina ese tema con la inmigración en estos términos: “¿Cree Ud. que las desigualdades existentes entre los países pobres y los países ricos son una de las causas que explican el aumento de la población inmigrante en países como España?” (un 87% dice que sí). Después vienen tres preguntas sobre las guerras de Ucrania y Gaza y el cambio climático, y de inmediato la cuestión sobre la mayor preocupación de los españoles.

El debate sobre inmigración está preñado de sentimientos negativos o que muestran altas dosis de recelo. A largo plazo, eso tiene efectos más graves que una encuesta. Como se vio en el Reino Unido en los veinte años anteriores al Brexit, cuando nadie habla en favor de algo que se ha convertido en un hecho polémico, las expectativas sólo pueden empeorar. Es un enfrentamiento que se pierde por incomparecencia.

Hay una defensa de los derechos de los inmigrantes como seres humanos y existe otra más pragmática que destaca los beneficios económicos para todos. Esta última puede sonar egoísta, pero es muy efectiva. En el debate político, también debe haber espacio para puntos de vista que digan que mantener el crecimiento económico, atenuar los efectos del descenso de la natalidad y sostener el Estado del bienestar sólo serán posibles con la aportación de los inmigrantes. De lo contrario, se dejará el campo libre para los que sólo la ven como una invasión.

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