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30 años sin Javier

Juan García Luján / Juan García Luján

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Vio a Javier en la manifestación, pero luego siguió con su amigo. Sobre las dos y media de la tarde Carlos vio como la Policía Nacional comenzaba a retirarse. La mañana había estado calentita, con enfrentamientos en diferentes calles laguneras entre manifestantes y policías. Cuando parecía que todo el mundo podía marcharse a comer tranquilo aparecieron agentes de la guardia civil en varios jeeps. Entraron en el recinto universitario y comenzaron a disparar. Todos creían que eran balas de fogueo, pero se echaron a correr por si acaso.

Cuando las calles se despejaron Carlos regresó a casa. Pero no sabía dónde estaba su hermano Javier, por eso decidió volver a la universidad. Allí se encontró con otro hermano, Ricardo, que también era estudiante. Los alumnos estaban celebrando una asamblea. Se comentaba que había caído un muchacho herido por las balas de la Guardia Civil. Decían que se llamaba Javier. Carlos y Ricardo comenzaron a preguntar a todo el mundo. Las informaciones eran confusas: unos decían que el cuerpo estaba en el hospital, otros contaban que en el cementerio lagunero. Fueron a la comisaría de policía de La Laguna. Un agente los acompañó a un cuarto y reconocieron el cadáver de Javier. Desde la sede del Gobierno Civil, cuyo máximo responsable era el hoy diputado de Coalición Canaria Luis Mardones, se envió una nota púbica que decía “pasadas las 15.00 horas, un grupo considerable de individuos se dirigió agresivamente hacia la zona en la que estaba la Guardia Civil, que al ser agredida, para disuadir a los atacantes efectuó en disparos al aire.”

Pero ahí no acabó todo. Los padres y otro hermano se trasladaron desde Gran Canaria a Tenerife. En el aeropuerto de Los Rodeos había decenas de estudiantes indignados que querían solidarizarse con la familia. La policía cargó contra ellos en el mismo momento en el que los padres y los hermanos de Javier salían del recinto aeroportuario. La madre gritaba que, por favor, no le mataran a otro hijo. Algunos policías les miraban con una sonrisa cínica. La pesadilla continuó. En la casa familiar en Gran Canaria se recibieron llamadas anónimas. La madre tenía que cortar el teléfono después de escuchar “no olvides que todavía te quedan cuatro hijos”. Mientras tanto en La Laguna la Policía volvía a cargar contra los manifestantes que llevaban un crespón negro en señal de luto por la muerte de Javier. Un año y medio después se formó una comisión de investigación en el Congreso de los diputados. El PP y UCD (el partido en el que estaba Luis Mardones) votaron unas conclusiones que eximían a la Guardia Civil de la responsabilidad de la muerte de Javier, y pintaban a los estudiantes como una turba de violentos que pusieron en peligro la seguridad de las fuerzas del orden. Según los diputados la culpa fue de Javier, por tropezarse con una bala que estaba en el aire.

Hace unos meses Daniel Millet y Octavio Hernández publicaron en La Opinión de Tenerife un reportaje de investigacion sobre estos hechos. Daniel Millet le preguntó a Luis Mardones por la muerte de Javier Fernández Quesada y la ley de Memoria Histórica. Respondía el hoy diputado de Coalición Canaria que “yo creo que se hizo bien pasando página, no creo que sea bueno cargar las escopetas con aquella concepción de las dos españas”. Se equivoca Mardones. En la manifestación de La Laguna, que además ya había terminado cuando cargó la Guardia Civil, los únicos que cargaron las escopetas fueron sus fuerzas de seguridad. Los estudiantes estaban desarmados. No se puede pasar página sin reconocer esos hechos. A la Guardia Civil se le fue la mano. Pero a la familia de Javier no se le ha ido la memoria. El asesinato de un hijo ni se olvida, ni se repara con 135.000 euros. La familia quiere que se conozca toda la verdad de lo que ocurrió aquel terrible 12 de diciembre. Que haya una nueva version oficial, una versión democrática, respetuosa con la historia.

El 11 de agosto de 2005 se reunió en el Congreso la Comisión de Interior para hablar de la muerte de un ciudadano en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas de Mar. El ministro del Interior anunció que habría tolerancia cero con la violación de los Derechos Humanos por parte de la Guardia Civil. El diputado Mardones manifestó en esa comisión: “Que además de la responsabilidad penal y la disciplinaria están las responsabilidades políticas en las que habría también tolerancia cero, y repito para todo el escalafón . Por tanto, estamos de acuerdo en una tolerancia cero, pero a todos los niveles de exigencia, caiga quien caiga”. Pues eso, señor Mardones, aplíquese el cuento, y que usted caiga, pida perdón, asuma su responsabilidad política como Gobernador Civil durante la muerte de Javier, y márchese a su casa. Si se aburre podría dedicarse a sacarle brillo a la placa que le regaló la Guardia Civil dedicada “con subordinación y afecto”. Si usted pide perdón y dimite sería la primera buena noticia para la familia Fernández Quesada después de estos tristes treinta años sin Javier.

Juan García Luján

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