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Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Otra cosa muy distinta es poder conectar con el personal y los responsables del lugar en cuestión, una tarea que, según mi experiencia profesional, se asemeja demasiado a un “campo de minas”.

Y digo esto, porque, en buena parte de los casos, las personas que te reciben lo suelen hacer con cierta desconfianza y pensando que llegas allí para darles lecciones. No negaré que hay mucho “enterado” en el mercado profesional, demasiado pagados de sí mismo y enarbolando sus estudios ?principalmente master y MBA- con escudo heráldico.

Su actitud, nada más aterrizar deja pequeño a cualquier elefante de paseo en una cacharrería que se precie, razón por la cual te suelen etiquetar de la misma manera, sin casi tiempo para decir nada.

Si a ello se le suma que tú eres la persona que llega de fuera ?personal externo- y, por ello, no tienes ninguna vinculación con el lugar, las malas caras suelen ser la moneda de cambio habitual.

Sobre este particular me gustaría añadir otra cosa. En todos mis años como profesional, me he acabado cansando de tener que soportar comentarios que dan a entender que uno llega a un lugar para arrebatarle el cargo y/o puesto a una determinada persona. Quienes así piensan olvidan, por un momento, que existe una razón para que personas como yo estemos allí, y no precisamente para quitarle el puesto a nadie.

Repito lo que dije anteriormente, enterados, resabidos y trepas los hay en todos los ámbitos de la vida profesional, pero generalizar nunca ha sido la mejor de la recetas para lograr un mejor entendimiento.

El caso es que, cuando me llamaron para formar parte de la organización de las terceras Jornadas de Cómic de Las Palmas de Gran Canaria, una de mis primeras preguntas estuvo relacionada con el lugar en el que se debería celebrar el evento y en qué condiciones.

Por mucho que algunos se empeñen, hay enclaves que ayudan o perjudican la celebración de un evento y las mencionadas jornadas llevaban ya tres años buscando un emplazamiento que les ayudara a encontrar su lugar en medio de la oferta cultural de la ciudad de Las Palmas.

Dejando a un lado la necesidad o no de organizar un evento de este tipo ?a estas alturas ya estoy muy cansado de defender un arte CON MAYÚSCULAS como el cómic ante los mismos tarados y estrechos de mente, los cuales no son capaces de ver más allá de su ombligo- y tal y como están las cosas, lo ideal era encontrar un lugar que potenciara un encuentro que va ganando adeptos, a cada año que pasa.

Y, por una vez, debo admitir que me sorprendieron con la elección. Para ser sincero debería decir que siento una especial predilección por el Museo Néstor, dado que pasé buena parte de mi adolescencia en sus dependencias, visitando sus salas y admirando el trabajo del gran artista.

En parte le debo a mi abuela mi predilección por algunas obras de un verdadero “hombre renacentista” como lo fue Néstor Martín Fernández de la Torre, al igual que mi querencia por los museos ?algo que me inculcaron, no sólo mis abuelos sino mis padres-.

Sea como fuere, siempre he mantenido una estrecha relación con dicho espacio, a pesar de que mi colección de malos ratos profesionales está encabezada por una muestra organizada en la sala de exposiciones de dicho museo, bajo el título La Música en el cine. Sólo puedo decir que dicha exposición fue un magnífico muestrario de todo lo que NO SE DEBE hacer a la hora de montar un evento de dichas características.

Lo peor de todo no fue ver la actitud del “supuesto” comisario de aquella muestra -el cual no cayó en la cuenta de que si pones una foto de 40 por 50 centímetros a tres metros de altura, difícilmente se podrán apreciar sus detalles- sino que el material era propiedad de un muy buen amigo personal, el cual debió padecer la desidia y la falta de interés demostrada por los responsables del evento, arruinando su trabajo y la calidad del citado material.

Una vez conocido el lugar, quedaba en el aire la pregunta con la que comenzaba esta columna, pregunta que se respondió, no sólo por los comentarios de la persona responsable en llamarme, el director “en funciones” del Salón Internacional del Cómic de Santa Cruz de Tenerife, Patricio García Ducha, sino por la toma de contacto con los responsables del museo, 24 horas antes de empezar a trabajar.

Podré decirlo más alto, en mayúsculas o en cursiva, pero no más claro. Tendría que hacer mucha memoria para recordar una experiencia profesional tan grata, enriquecedora y plena como la que he podido vivir durante los días en los que tuve el inmenso placer de trabajar en las instalaciones del museo Néstor.

No me interpreten mal, y ya lo he dicho muchas veces en esta misma columna; por causas que yo mismo desconozco me he topado con gente maravillosa, muchas de las cuales tenían fama de antipáticos, secos y atravesados, hasta que yo trabajé con ellos. Tengo claro que yo no tuve mucho que ver en su supuesto cambio de actitud, pero yo sólo les cuento mis vivencias, que son las que mejor conozco.

Quizás, por todo ello, las largas jornadas de trabajo, las horas subiendo y bajando escaleras, moviendo cuadros, montando vitrinas o colocando carteles se vivieron de una manera grata y alejada de las malas caras y las pésimas actitudes que, en muchas ocasiones, pululan por los pasillos de este tipo de actividades.

Hasta que lo pude vivir me resultaba difícil imaginarme hablando a un grupo de personas, teniendo como escudero cualquiera de los magníficos cuadros pintados por Néstor.

La sensación final fue que, por una vez, al noveno arte se le había dado la oportunidad de convivir con la pintura tradicional y aceptada por los sesudos críticos y había logrado adquirir una mayoría de edad que muchos le siguen queriendo arrebatar.

Sólo puedo decir que el ejemplo dado por el organismo responsable la organización de las mencionadas jornadas de Cómics, el Excmo. Ayuntamiento de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y su concejalía de Juventud, así como el empeño del director del museo Néstor por albergarlas son un toque de atención para todos aquellos que, ya en el siglo XXI, se resisten a hablar de todas las expresiones culturales con mayúsculas, buscando el calificarlas por una supuesta importancia que ya está pasada de moda.

Me gustaría pensar que lo que sucedió este año sea un punto y seguido para que eventos de estas características se asienten en la geografía cultural de una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria, aunque eso es algo que sólo el tiempo y la voluntad de continuidad acabarán demostrando.

Por mi parte quiero dar las gracias a todo el personal del museo Néstor por las atenciones y la dedicación que nos dispensaron durante los días en los que tuvimos la enorme fortuna de trabajar en sus instalaciones y espero que sepan perdonar nuestros errores y torpezas durante esos mismos días.

Eduardo Serradilla Sanchis

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