Muy pocas personas han visto siquiera una fotografía del juez Pamparacuatro, que no ha abierto la boca ni siquiera para acudir a una comisaría de Policía o a un puesto de la Guardia Civil para denunciar lo que está padeciendo. Y lo que está padeciendo es, por ejemplo, que personas aún por identificar pero claramente animadas por la impunidad hasta hace poco imperante en la isla, han atentado incluso contra su coche particular, que ha quedado seriamente dañado. No es el primer juez al que se trata de convencer de que en esta república subtropical no se puede tocar a según qué personas. Hace unos pocos años, el nombre del juez Parramón apareció en varias pintadas callejeras asociando su nombre a los males que estaban padeciendo los imputados en la Operación Eolo, a punto de sentarse en el banquillo en un juicio con jurado. Más recientemente ha saltado el intento de desprestigio emanado desde el mismísimo Gobierno de Canarias contra la juez Victoria Rosell por haber criticado la tramitación administrativa de lo que luego desembocó en el escandaloso caso Tebeto.