Por cierto, como todo el mundo tose estos días por cosas del fresco y la calima, o por ambas a la vez, el director alemán hizo en su primera aparición algo inusual: se volvió y dijo al público que frases de la sinfonía no se escuchaban por el cojún-cojún del respetable. Así que, ni corto ni perezoso, Thieleman explicó que debe introducirse con elegancia y esmero el pañuelo en la boca, de modo que se amortice el incómodo resultado de la tos. No gustó la lección magistral al público y, a pesar del momento, el lugar y la distinción, se escuchó algo de bobomielda por lo bajini para el colosal director alemán. La razón asiste al director, pero también está la soberanía del público que no se calla ni en las plazas de toros donde se juega la vida el diestro y la pierde el toro. Pero esa fue la gran noticia y el gran debate en la segunda actuación de Thieleman. En las academias ya empiezan a programarse cursos del PPO (Icfem para los más atrevidos) de cómo introducir el pañuelo en la boca, no toser y no asfixiarse.