A Fernando Bañolas le han apretado las clavijas más veces en los últimos cinco meses que en toda su trayectoria política anterior. Como alcalde de Guía fue siempre un ser libre que hacía y decía lo que pensaba con los únicos límites que el sentido común y la experiencia la aconsejaban. Ahora eso no puede ser porque es consejero de Sanidad de un Gobierno que ha compartido demasiadas cosas con el Partido Popular y debe guardar ciertas formas cara a la galería. Por ejemplo, no puede, aunque quiera, darle la razón al PSOE en sede parlamentaria acerca de las profundas sospechas que se ciernen sobre varios concursos de la Consejería de Sanidad, sospechas que se acrecientan cada día que pasa y le presentan al consejero nuevos documentos que demuestran que los amaños no sólo existieron en la hemodiálisis, sino que también son sospechosas licitaciones como la oncología radioterápica del Materno-Insular, las ambulancias y las evacuaciones aéreas, vulgo los helicópteros. Y estos dos últimos concursos no fueron del Servicio Canario de Salud, sino de Gestión Sanitaria de Canarias, una empresa pública que a día de hoy sigue en manos del PP, presidida por Mercedes Roldós y vicepresidida, con perdón, por José Miguel Ruano. Y hay cosas que sólo es posible decirlas en libertad en Santa María de Guía.