Mucho proclamar hábitos democráticos y poco practicarlos. El presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, debería relajarse un poquito y repasar algunos de sus comportamientos políticos de estos tres primeros meses de mandato. No le pedimos, que ya sabemos que es mucho pedir, que anule los acuerdos que ha tomado con un tránsfuga para mantenerse a toda costa en la presidencia, ni que despida a Sari Chesa, a la que ha contratado como asesora de campos de golf para garantizarse que la número cuatro de CC no activará jamás una moción de censura en caso de corrimiento de la lista. Le pedimos cosas más sencillas, como que le preste la sala de prensa del edificio Insular I a la oposición para que la puede utilizar en sus comparecencias públicas. Como hizo la actual oposición cuando mandaba en el Cabildo, en mayo pasado, al permitir a Bravo de Laguna utilizar esas mismas dependencias para que celebrara un encuentro electoralista con la Junta de Personal de la Corporación. Fíjense con qué cosas tan sencillitas hay que irse conformando ante la presencia de estos pedazos de demócratas. Y lo que nos queda por ver.