Acaban de sonar de nuevo los truenos y el sector turístico, el sector político, el sector periodístico y el sector del público en general ha vuelto a echarse las manos a la cabeza al comprobar la fragilidad que padece la principal industria de las Islas Canarias. Empresarios de todas las especialidades turísticas debaten en cualquier esquina y tratan de encontrar enseguida un culpable sin percatarse de que también en esto se trata de una responsabilidad compartida. Basta con darse un garbeo por las zonas más turísticas de las islas para comprobar por qué camino hemos querido llevar entre todos esta actividad. La calidad es posible, no hay duda, pero hay que empezar por acabar con lo cutre, por inyectar dinero, por imponer estándares, por perseguir lo inadecuado, por aplicar las leyes, en definitiva. Que también la pasividad y hasta las corruptelas tienen mucho que ver con este asunto.