Se produjo finalmente el cambio político en Canarias, y aunque no haya sido de modo radical, ni los analistas más optimistas calcularon que tuviera este alcance. El Partido Popular pierde prácticamente su calidad de formación hegemónica en Gran Canaria, donde además de la capital de la isla, puede irse despidiendo del Cabildo y se aleja de modo severo de las alcaldías de Ayuntamientos tan decisivos como Telde, San Bartolomé de Tirajana o Gáldar. José Manuel Soria hará lo indecible por alcanzar un pacto que le mantenga con ciertas cuotas de poder, pero ese posible pacto habrá de suscribirse exclusivamente al Parlamento donde, como mal menor, reclamará de ATI que al menos lo haga presidente de la Cámara. Darán lo mismo sus manejos, y hasta dará lo mismo lo que diga desde ahora hasta que una moción de censura le haga bajar desde los seis escalones. Son los últimos estertores de quien empieza a morir políticamente.