Mientras las cosas empiezan a ordenarse en el Ayuntamiento de Telde tras un año verdaderamente desmoralizante por la herencia encontrada, los culpables del marasmo tratan de sacudirse las responsabilidades con maquiavélicos intentos de endosar a sus sucesores los males que ellos mismos generaron. Guillermo Reyes, que a trapisondista gana muy poca gente en el mundo mundial, se ha erigido en cabecilla de esa grosera estrategia en la que se mezclan acciones judiciales y mucho ruido mediático a través tres tamborileros locales en forma de dos emisoras de radio y una web especializada en dar tumbos en función del mejor postor. Reyes lanza tinta de calamar sobre temas que maneja porque fue él quien los montó como concejal de Urbanismo. A continuación, sus voceros se refocilan en la ocurrencia, al tiempo que se tragan la tinta y el calamar para luego, una vez convertido todo un asqueroso pastiche, escupirlo sobre sus pánfilas audiencias en un ejercicio de insulto constante a la verdad y a las personas que daría para empapelar tres juzgados a poco que alguien se ponga.