El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
No hay por dónde cogerla
Por más que le damos vueltas al expediente hacia adelante o hacia atrás, no aparece una sola escapatoria para la bodega de Juan Francisco Rosa. Si exceptuamos, claro está, las que le propiciaron las instituciones con competencia en la materia. Porque si ya fue grave la primera autorización de la Dirección General de Urbanismo, lo que vino después, además de rebasar lo legalmente permisible, constituyó una auténtica burla al interés general y a la dignidad misma de las instituciones. La licencia no debió haberse otorgado nunca, como tampoco debió prorrogarse. Pero es que, para más inri, se incumplió lo recogido en el proyecto, en edificabilidad, en soterramiento y hasta en movimientos de tierra, que alcanzaron los 5.000 metros cúbicos. ¡Lo que está expresamente prohibido en la zona! El dislate se completó con obras que ni siquiera estaban recogidas en la autorización, lo que motivó incluso una denuncia el 13 de noviembre de 2007 por parte de agentes de Medio Ambiente. Con el resultado que era de esperar, claro, porque se trataba de los aparcamientos y de nuevos movimientos de tierra que han pasado a la posteridad.
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