Huyen como gato escaldado del alcalde de Agaete, el muy popular y además conocido Antonio Calcines, algunos comerciantes e industriales de la hermosa villa de Agaete. Y no es el que el hombre sea un apestado, ni mucho menos, que ya se sabe que tiene buena planta y amena conversación. El terror viene derivado de la manía que ha cogido el Ayuntamiento que preside de ir dejando facturas firmadas por acá y por acullá sin que nadie en el Consistorio se haga cargo de lo más importante: pagarlas. La lista incluye gasolineras y restaurantes, un sector este último que se queja amargamente de que, encima, Calcines no haga nada por mejorar la calidad del entorno, hacer desaparecer a los aparcacoches majaderos y devolver a la villa su esplendor de antaño. En el círculo de Calcines miran para la interventora, a la que señalan como excesivamente purista con las facturas a abonar, y para la alcaldesa consorte, María del Rosario Godoy, consejera del Cabildo, de donde deberían llegar algunos dineros prometidos como el maná. Y nada, oye.