Nadie puede dudar en estos momentos de la honradez de la magistrada Carla Bellini, miembro de la Sala de lo Civil y Penal del TSJC. Ni siquiera de su profesionalidad, por mucho que pueda considerarse que resulte altamente insuficiente para la eficacia de la Justicia que una abogada especializada en derecho de familia pase de la noche a la mañana a instruir causas penales referidas a aforados. Pero esta magistrada llegó a ese puesto de manera absolutamente legítima y legal, por una modalidad aprobada por las Cortes Generales cuando en ella el PSOE formaba mayoría absoluta, la de los juristas de reconocido prestigio. Pero desde este lunes, cualquiera puede poner en entredicho la ausencia de contaminación en la más alta instancia de la judicatura canaria. Lo ha dicho con todas sus letras y toda su crudeza esta magistrada, instructora del caso Las Teresitas.