Vaya por delante que cada uno y cada una es muy libre de comer, cenar, desayunar o darse un roce con quien mejor le venga en gana. Y si nosotros contamos aquí algunos de esos ejercicios consistentes en darle gusto al cuerpo por la vía del apetito es, sencillamente, porque hay efectos colaterales. Por ejemplo, si una autoridad (civil, por supuesto) almuerza con algún mandamás mediático en presencia de otra autoridad (municipal, por supuesto) y le cuenta una milonga, y el mandamás mediático no sólo la baila sino que la hace suya, tendríamos la obligación de contarlo, más que nada porque pretenderán que todos bailemos la misma milonga, y hay que prevenir a la sala de baile. Si una alcaldesa cena en Madrid con un importante empresario y un no menos importante ex concejal, debemos indagar para conocer qué demonios han tratado.