A la actual mayoría gobernante en Las Palmas de Gran Canaria sólo le falta que un juez la condene por los efectos perniciosos que sobre el carácter de determinados individuos produce la panza de burro, ésa que tanto alegra a don Pepito en sus cada vez más desquiciantes pastorales dominicales. Porque ya nos dirán ustedes cómo es posible que con todo lo dicho y escrito sobre Isolux, una juez de lo contencioso-administrativo haya dado la razón a esa empresa en el lamentable retraso sufrido en la puesta en marcha de los módulos de desalación que Pepa Luzardo adjudicó de aquella manera tan sandunguera y escandalosa. Dice la juez (según publicó este domingo Canarias7) que el Ayuntamiento ni siquiera se dignó contestar los escritos de la empresa solicitando un aplazamiento, lo que invalida la sanción de más de 1.600 euros impuesta por el consistorio por cada día de retraso. Por no saber defendernos, el Ayuntamiento ni siquiera ha sido capaz de poner en su sitio a una empresa responsable de un grave quebranto económico, ecológico y sanitario para el municipio, porque el retraso obligó a comprar agua de pozos (daño económico y ecológico) y la mala calidad de sus membranas dio lugar a que se dispararan los niveles de boro por encima de lo recomendable (daño sanitario). Y vamos con el Feile.