No tardaremos mucho tiempo en escuchar a José Manuel Soria tomar el pelo a los socialistas por la apertura del proceso de primarias y la fácil lectura que eso tiene de divergencias, de división interna. Exactamente lo contrario que le pasa al PP canario, que es una auténtica balsa de aceite, un dechado de camaradería. ¿O ya no? En Tenerife y en Fuerteventura hierve el partido como consecuencia del comportamiento mimético de dirigentes que quieren ser como el presidente regional pero sin lograr imponer terror, por lo que se ve. A Águeda Montelongo, presidenta majorera de la cosa, le llueven tortas por todos lados. Si el otro día fue su compañero del Cabildo Guillermo Concepción quien la puso a caer de un burro, este lunes tan propicio para el regreso de la política le ha tocado el turno al líder de Nuevas Generaciones en la isla, que ha calificado de “dictadura” lo que allí ocurre. Le sugerimos a Leonardo Fernández que se abstenga de analizar el comportamiento del líder regional, porque es muy probable que en ningún manual de teoría política encuentre una definición ajustada a la realidad.