La cosa se pone emocionante en el nuevo Estadio de Gran Canaria, conocido en los ambientes más chistosos como Angulo Pescador Arena (¿por cierto, cómo le irá al atún con el nuevo viceconsejero de la cosa?). Y decimos que se pone emocionante porque el respetable empieza a temblar con la selección musical que realiza el responsable correspondiente para amenizar los prolegómenos, los descansos y los minutos de silencio en los encuentros oficiales. Es precisamente en estos últimos silencios donde más flipa el personal por el riesgo de ridículo que se corre. El otro día, sin ir más lejos, durante un minuto de silencio sonaron los primeros compases de un vals de Johan Strauss, pieza que como todo el mundo sabe suele empezar de modo lento hasta que, de repente, rianga, empieza el bailongo con chim-pum y todo. Menos mal que el árbitro conocía el vals y aligeró el minuto de silencio quitándole quince segundos, porque si no aquello acaba en verbena. Recomendamos humildemente un réquiem solemne o, para evitar riesgos, silencio absoluto, que es más impactante.